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Número 85º - Octubre 2.007


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IBERIA-MIX

 

Jerez, Teatro Villamarta. 11 de octubre de 2007. Albéniz: Iberia, cuadernos I y II. Lola Greco, danza. José Antonio Rodríguez, guitarra. Eduardo Arroyo, escenografía. Rosa Torres-Pardo, piano, idea musical y dirección

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

Acudí al Villamarta con pocas esperanzas de salir satisfecho, pues me habían ofrecido valoraciones muy negativas sobre este espectáculo ya visto con anterioridad en diversos escenarios españoles. Realmente añadir recitados, danza española -con taconeo y castañuelas- y música adicional para guitarra a los dos primeros cuadernos -los más “folclóricos” y menos herméticos- de esa joya del piano universal que es la Iberia de Isaac Albéniz parecía una osadía abocada al fracaso. Más aún viniendo de una artista que ya resbaló en su anterior capricho sobre el compositor catalán, aquél disco editado por Deutsche Grammophon, The caterpillar, en el que Rosa Torres-Pardo no sólo tocaba el piano sino que además se atrevía a cantar… con los resultados que todos sabemos. A pesar de tanta prevención, o quizá precisamente por ella, me pareció atractivo el resultado, aunque entre el público las opiniones eran de lo más variadas. Un espectáculo para la polémica, sin duda.

Sobresalieron las intervenciones de Lola Greco. La artista madrileña, tan experimentada en el Ballet Nacional de España, se mueve con extraordinaria soltura técnica y una gran elegancia ajena a narcisismos (¡qué lejos de los amaneramientos y las blanduras insufribles de otras divas de este mundillo!). Pero además sabe ofrecer una coreografía inteligente y creativa que en todo momento atiende a la partitura sobre el piano, realizando propuestas que, sin ahogarla ni ponerse por delante de ella, la iluminan a base de interrogantes y sugerencias. Cuando hubo taconeo, este se integró de manera casi milagrosa con los ritmos de la música. Con los palillos deslumbró. Y sólo resultó discutible algún detalle algo forzado en sus callados diálogos con la pianista y con la monumental cabeza de toro que ocupaba el fondo del escenario.

Aportaron menos, pero no molestaron en absoluto, las dos hermosas piezas compuestas a partir de temas de Albéniz por el cordobés José Antonio Rodríguez, por lo demás guitarrista muy sensible y musical que supo encontrar su lugar sin romper el clima del escenario. Y sobraban quizá los dos breves poemas de Miguel Torga en locución de José Luis Gómez, como también se podía haber prescindido de la citada cabeza de toro aportada por el veterano artista Eduardo Arroyo, tan controvertido en su vertiente escénica: la yuxtaposición de semejantes elementos termina apuntando en un sentido más bien unidireccional que resulta un tanto tópico para una partitura elevada muy por encima de sus circunstancias culturales. En cualquier caso la fusión no solo no chirrió en ningún momento, sino que con frecuencia fascinó.

Pero bueno, ¿cómo fue el Albéniz de la Torres-Pardo? Pues la pianista posee una pulsación de amplia gama dinámica y rico colorido, una digitación clara, un magnífico sentido del ritmo y una admirable musicalidad, virtudes que ya derrochó en su anterior visita a Jerez hace ya bastantes años, con soberbias interpretaciones de Petrushka, el Sombrero de tres picos y el Romeo y Julieta de Prokofiev; partituras no precisamente fáciles en la que las interpretaciones de la artista madrileña no desmerecen -así lo escribió Ángel Carrascosa cuando comentó el disco grabado por las mismas fechas- de las más celebradas de la historia de la fonografía. Pero Iberia es hueso durísimo de roer.

Evocación y El Puerto resultaron acertadamente sobrias y ajenas a devaneos, pero también bastante rígidas y planas, carente de vuelo poético e incluso de idioma. En El Corpus la pianista se fue centrando y ofreció una solvente interpretación en la que logró incluso no perderse en las cascadas de notas escritas por Albéniz (como sí le ocurrió hace unos años en el Maestranza a Barenboim, por lo demás genial recreador en disco de estos dos cuadernos). Irreprochables finalmente Rondeña, Almería -la única pieza que la pianista tocó a solas en el escenario- y Triana, en interpretaciones de buen nivel al alcance sólo de artistas de categoría. El célebre Tango del autor catalán congregó de nuevo a la artista con José Antonio Rodríguez y Lola Greco para rematar con éxito esta tan arriesgada como a la postre feliz apuesta de la Torres-Pardo.

                                                                            

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