BARENBOIM DIRIGE A FURTWÄNGLER
      Por Angel
      Riego Cue. Lee su Curriculum.
                
      
      Wilhelm Furtwängler
      es hoy recordado como el mayor director de orquesta de todos los tiempos,
      pero su faceta de compositor está prácticamente olvidada, a pesar de que
      él mismo se consideraba "un compositor que tuvo la desgracia de
      tener que dirigir música de otros". Entre su obras, la más conocida
      es sin duda su Sinfonía nº 2, escrita en 1944-45 y que él
      mismo grabaría en 1951 para la Deutsche Grammophon.
      
      La Segunda Sinfonía es una obra de enorme complejidad, difícil
      para una orquesta y para el oyente, y cuya densidad "germánica"
      hace que a veces se la relacione con las sinfonías de Bruckner. Sin
      embargo, además de la rigidez formal "típicamente alemana" hay
      en esta obra un sentimentalismo que nos recuerda más bien a Mahler, o a
      un continuador de Mahler que pudiera ser un cierto equivalente en
      Alemania, salvando las inmensas distancias en cuanto a estilo, influencias
      y talento compositivo, de lo que representaba Shostakovich en la URSS.
      
      Al igual que en Shostakovich (que componía sus sinfonías 8ª y 9ª por
      aquellos mismos años), se puede ver en la Segunda Sinfonía de
      Furtwängler un programa relacionado con la situación de su país por
      entonces, destruido por la guerra. Es habitual leer que esta Sinfonía
      constituye todo un Requiem por la Alemania que conoció el músico en su
      juventud, ya perdida irremediablemente por la llegada del nazismo y por la
      guerra que provocó, y que terminó en la mayor devastación que su país
      (y el mundo) había conocido.
      
      Siguiendo ese programa, el carácter lírico y nostálgico de los dos
      primeros movimientos podría evocar a la Alemania perdida, o a punto de
      perderse, amenazada por negros nubarrones (esas bruscas intervenciones del
      metal); con la desolación del último parece que "vemos" un
      paisaje en ruinas; y ese tema de fanfarria que aparece al principio y al
      final del tercer movimiento (y que recuerda a ciertos momentos de la Carmen
      de Bizet, es decir, para oídos españoles sonaría "torero"),
      ¿podría ser una caricatura de la retórica militarista nazi?
      
      Tenga o no este carácter "testimonial", la Segunda de
      Furtwängler no será ciertamente una obra maestra ni imprescindible, pero
      sí es una partitura valiosa que merecía haberse grabado para el disco más
      veces, pues aparte de la pionera versión del autor en 1951, sólo conocíamos
      la de Alfred Walter dirigiendo a la Sinfónica de la BBC, para el sello
      "Marco Polo". No se había interesado por ella, para el disco,
      ningún director "de alto nivel" hasta la aparición de la versión
      que ahora comentamos, debida a Daniel Barenboim, y grabada en diciembre de
      2001, durante los conciertos que supusieron nada menos que el estreno de
      la obra en América.
      
      
Barenboim
      parecería ser el director "predestinado" para poner en sonidos
      esta Sinfonía, pues durante toda su carrera ha reivindicado la
      figura de Furtwängler, de quien se ha llegado a decir que es su
      "heredero espiritual" por más que la forma de dirigir de ambos
      se parezca menos de lo que suele afirmarse. Asimismo, siendo aún un niño
      de 11 años, Barenboim llegó a conocer al gran maestro cuando se presentó
      a dar un recital pianístico en el Festival de Salzburgo de 1954; de
      hecho, existe una famosa fotografía donde se le ve de espaldas, y con
      pantalón corto, mientras sus padres hablan con Furtwängler.
      
      Es de agradecer a Barenboim que esta reivindicación de Furtwängler no se
      haya quedado solamente en eso, sino que haya dado un paso más allá,
      hasta grabar su música, y gracias a ello podamos disponer de una grabación
      digital interpretada por una orquesta de la talla de la Sinfónica de
      Chicago; la orquesta, precisamente, cuya titularidad le fue ofrecida en
      1948 a Furtwängler, y que no pudo hacerse efectiva debido a las protestas
      de un sector del público que aún identificaba al director con el Tercer
      Reich. La actuación de la orquesta, en una obra tan compleja y tan poco
      agradecida, sólo puede calificarse de colosal. En cuanto a la dirección
      de Barenboim, hace la obra mucho menos espesa y con texturas más livianas
      que como la interpretaba su propio autor; puede decirse que así se presta
      menos atención al "programa" o a su carácter
      "testimonial", pero sin duda hará a esta Sinfonía
      mucho más asequible para el oyente actual.
      
      En resumen, una grabación que, pese a no ser lo que se dice
      "imprescindible", tiene suficientes atractivos como para merecer
      la recomendación, sobre todo para los seguidores de Furtwängler. Un
      aspecto negativo es la duración de los discos, solamente 82 minutos para
      2 CD's, al no haber sido completada con ninguna otra pieza. Con esta Sinfonía,
      y con el Holandés Errante de Wagner que comentaremos en el próximo
      número de Filomúsica, Barenboim se despide de 14 años de colaboración
      con Warner Music, que ha anunciado el cierre de su departamento de Clásica.
      
      
      
      REFERENCIAS:
      
      
      FURTWÄNGLER: Sinfonía nº 2
      Orquesta Sinfónica de Chicago. Director: Daniel Barenboim
      Teldec 0927 43495 2 (2 CDs)