| 
      
        
    
     | 
    
      
       BELCANTO ALLA
      FLEMING 
      Por Paco
      Bocanegra 
                
        
      La carrera de la
      primadonna norteamericana Renée Fleming, reconocida internacionalmente
      por sus papeles de Haendel, Mozart, Strauss, Massenet, Dvorak... no se ha
      asociado hasta ahora de manera inmediata al belcanto italiano de Rossini,
      Bellini y Donizetti. Sin embargo, su aproximación a este repertorio no es
      reciente, valga el ejemplo de su exitosa Armida del Rossini Opera
      Festival de Pesaro en 1993, su Lucrezia Borgia en La Scala o la
      reciente y más controvertida Imogene de Il Pirata en el Théâtre
      du Châtelet de Paris y el MET neoyorquino. 
       
      Fleming parece haber puesto especial intención en este recital
      belcantista, como si personalmente le otorgara una significación
      relevante. En sus propias palabras: "Cuando comencé a estudiar
      canto, tuve la impresión de que el estilo y repertorio que conocemos como
      belcanto estaba en el punto de mira del repertorio de las artistas (...)
      Maria Callas, Joan Sutherland, Monserrat Caballé y Beverly Sills
      recuperaron este repertorio y centraron su carrera en él (...) Estaba
      subyugada por la naturaleza romántica de la música, las heroínas de los
      librettos y el pathos de sus trágicas escenas de la locura (...) desde
      entonces el estilo belcantista representa para mí la culminación de
      todos los elementos del gran canto" 
       
      Renée Fleming lo tiene todo para ser una gran belcantista y lo demuestra
      en esta grabación: voz amplia, bien timbrada, sólida técnica, buena
      dicción italiana, temperamento y, en definitiva, conciencia del estilo.
      Se advierte que ha estudiado a fondo el legado de esa prestigiosa lista de
      la que paradójicamente ha omitido a dos indiscutibles como Leyla Gencer o
      Renata Scotto, mas sin menoscabo de su individualidad como intérprete.
      Muy al contrario, la versión de Fleming es tan personal que, a despecho
      de su excelencia canora, no deja de producir desconcierto al degustador
      avezado de Belcanto. 
       
      "Debemos utilizar nuestra propia inteligencia musical e imaginación
      para hacer revivir esta música. Para alguien como yo, entrenada como una
      cantante de jazz, esto llega como una revelación liberadora", añade
      más adelante. Efectivamente, a pesar de la escrupulosidad y cierta
      intelectualización que preside todo el registro -labor concienzuda y algo
      acomodaticia con la soprano de P. Summers al frente de la Orchestra of St.
      Luke´s y las revisiones de P. Gosset- este belcanto no deja de tener
      expresivamente una componente exótica, que procede de las particulares
      entrega y sensibilidad de Fleming. 
       
      Si personalmente retengo que su Rossini en Armida ("D´amor
      al dolce impero") o Semiramide ("Bel raggio
      lusinghier") alcanza un gran nivel, las escenas finales de La
      Sonnambula e Il Pirata de Bellini, con estar cantadas con
      una autoridad difícilmente igualable hoy día, adolecen de un manifiesto
      manierismo en los recitativos y secciones cantabile. Es un pecado por
      exceso -en las elaboradas cadencias de Gosset o los excesivamente
      enfatizados cambios de color, por poner dos ejemplos- que se repite, en
      menor medida, en el Donizetti de Maria Padilla (escena y cavatina
      acto I) o su rondó final de Lucrezia Borgia. El difícil camino
      de la espontaneidad y simplicidad siempre ha sido connatural a las grandes
      figuras del repertorio italiano más exigente y a Fleming, probablemente,
      sólo le resta un ejercicio de depuración para convertirse en la gran
      belcantista que se insinúa en este interesante disco y el público
      espera. 
       
       
       
      REFERENCIAS: 
       
      Renée Fleming: Belcanto 
      DECCA 467 101-2 
       
        
     |