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       La
      música para tecla en el Barroco (I) Por Elisa
      Rapado Jambrina. Lee su curriculum.
       
 Características del estilo y
      escritura del repertorio de los instrumentos de teclado en el siglo XVIII:
       A finales del siglo XVII en Europa comenzaba a
      asentarse un fenómeno que había tenido su inicio varias décadas atrás.
      Se trataba de la emancipación de la música instrumental, proceso que
      habría sido inimaginable en un momento anterior, debido a la presencia,
      casi única de la música vocal en la tradición compositiva de la música
      artística. Efectivamente, desde el siglo VI, momento de establecimiento
      en toda Europa del canto gregoriano, la música vocal había sido el punto
      de partida de toda la evolución musical, proceso que había culminado, a
      principios del siglo XVII, con el surgimiento de la ópera, como reacción
      a la extraordinaria complejidad compositiva de la polifonía renacentista.
      La música vocal tenía, pues, una tradición estable de géneros,
      compositores, convenciones dramáticas, e, incluso, desde 1638, dos
      espacios diferentes: La iglesia y el teatro de ópera.  La música instrumental aún no había dado este
      salto a la madurez, y se consideraba en la mayoría de los casos como un
      trasunto de la música vocal. De hecho, la mayoría de las composiciones
      para instrumentos a solo que encontramos en el siglo XVII se caracterizan
      por presentar esquemas y formas tomados de la música vocal: Encontramos
      piezas instrumentales que imitan la escritura policoral. Otras que
      ilustran a la perfección lo que sería un recitativo operístico, con la
      línea melódica en la mano derecha y el acompañamiento característico,
      acórdico, en la mano izquierda. Muchas presentan distribuciones de
      secciones semejantes a las de un madrigal vocálico.  No obstante, las características particulares de
      cada instrumento, pronto empezaron a condicionar la escritura. En el caso
      del clave, por ejemplo, las cualidades más destacadas eran su capacidad
      de emitir notas mucho más velozmente que las voces, siendo, además, la
      continuidad sonora del sonido, muy escasa. La escritura podía complicarse
      y hacerse más densa, rápida, ornamentada. Ello condujo a los primeros
      experimentos de estructuras de melodía-acompañamiento, cascadas de
      notas,  que más adelante serían
      habituales en la escritura idiomática del instrumento. Sin embargo, esto no hubiera bastado para conseguir
      la emancipación de la música instrumental. La causa de esto la
      encontramos en que la música instrumental carecía de recursos para
      constituirse: en el siglo XVII la música vocal se constituye, formal y
      expresivamente, en función del texto que intenta representar. A la música
      instrumental, de naturaleza abstracta, le está vetada esta capacidad de
      representación.   
 Las personas más capacitadas para llevar a cabo este
      proceso eran los organistas, porque tenían una formación teórica
      completa, además de instrumental: un organista acompañaba a las voces y
      conocía mejor las formas y recursos música vocal. Pero este tipo de
      erudición se alejaba de la práctica corriente, de las formas
      instrumentales más habituales en las cortes, donde el violín fue el
      instrumento privilegiado, o en la música popular, donde eran habituales
      las piezas instrumentales a solo de instrumentos de púa.  Esta dialéctica entre organistas y el resto de los
      instrumentistas va desapareciendo a lo largo del siglo XVIII, ya que las
      composiciones para instrumentos se convirtieron en algo no solamente
      frecuente, sino que empezó a surgir un público y unos espacios para este
      tipo de música. No se trataba ya del ámbito eclesiástico en que se
      desenvolvían los organistas, sino de un ambiente mixto, las reuniones o
      Academias de músicos, literatos e intelectuales. También, naturalmente,
      las Cortes.  Si nos referimos concretamente a la escritura para
      teclado, hemos de constatar que en el siglo XVIII se advierte ya una
      cierta diferencia entre órgano y clave. Superando, por fin, el único
      medio común entre ambos, el teclado, los compositores de música para
      ambos instrumentos se decantaron por una escritura idiomática en ambos
      casos, característica de uno u otro instrumento. Es lógico, teniendo en
      cuenta cómo evolucionaron las técnicas de registración y de pedal del
      órgano, que el clave buscase sus propios medios de expresión y que la
      escritura tuviese formas diferentes, siendo la suite y la sonata las más
      propias del clave, la tocata, el preludio coral (sobre melodía de coral),
      fantasía coral, existiendo en cambio formas que podían desarrollarse en
      ambos instrumentos sin problemas, como eran la fuga o el preludio.  No obstante, en las ediciones musicales encontramos
      habitualmente, incluso hasta a principios del siglo XIX, la referencia
      siguiente: "para ser interpretadas al órgano, clave o
      fortepiano"[2].
      La pervivencia de esta costumbre, (a pesar de que, realmente, es imposible
      interpretar ciertas obras en otro instrumento que no sea aquel para el que
      fueron concebidas) la encontramos sencillamente en un criterio editorial:
      la necesidad de comercializar el libro: con esta referencia, adquirirían
      el libro tanto las personas que, de acuerdo con los tiempos modernos, ya
      disponían de un fortepiano, como las que todavía tenían clave, como
      quienes eran organistas de una iglesia.  Las primeras obras del siglo XVIII, de un autor como
      Alessandro Scarlatti, acusan la influencia de otros géneros de escritura
      instrumental, más habituales en la producción de este compositor. sin
      embargo, no recuerdan ya a la música vocal, a pesar de que A.Scarlatti
      destacó fundamentalmente como compositor de ópera.  -  
      Figuraciones
      de pasajes al unísono en ambas manos, imitando la escritura de conciertos
      para cuerda.  -  
      Intercambios
      motívicos entre ambas manos (característico de la escritura
      concertante). -  
      Progresiones
      armónicas largas (recordemos a Vivaldi). En cambio, encontramos ya algunos recursos típicamente
      clavicembalísticos:  q    
      Preceder
      la escritura de toccatas mediante preludios.  q    
      Preferencia
      por motivos de carácter improvisatorio. q    
      Claridad
      expositiva y armónica q    
      Agilidad
      de frase q    
      Velocidad
      de los acordes, sensación de continuidad.  Aún es más importante en el desarrollo de la búsqueda
      del efecto sonoro idiomático, entendido como aprovechamiento de los
      recursos técnicos específicos del instrumento, la producción de
      Bernardo Pasquini (hasta 1710): s    
      Importancia
      de la técnica de la variación, que va alejándose de los parámetros de
      la música vocal y popular (los bajos de folía, passamezzo, ruggiero
      etc).  s    
      Establecimiento
      de la forma de la toccata como un bloque estable, que precede a la fuga.  s    
      Uso
      sistemático de la suite. 
       La evolución y la aportación de los maestros de la
      siguiente generación, que comentaremos en este capítulo, terminarían
      por agotar todas las posibilidades del antiguo clavicémbalo, que caería
      en desuso con más lentitud de lo que se podría esperar, a causa de las
      dificultades técnicas que tuvieron los primeros fortepianos. Este nuevo
      instrumento se afianzó con gran estabilidad en todos los rincones de
      Europa, lenta y constantemente, aprovechando tanto los recursos idiomáticos
      del clave, que combinaría y enriquecería además con sus nuevas
      posibilidades expresivas, como las formas musicales características del
      mismo. Algún tiempo después, los mismos compositores que dedicaron al
      clavicémbalo sus primeros años (como Haydn, Mozart), terminarían por
      dedicar toda su atención al fortepiano. Más adelante, asociaremos la
      generalización del empleo del fortepiano con la nueva forma bitemática
      (la sonata), el abandono de la escritura contrapuntística en favor de la
      melodía acompañada y el tránsito hacia una nueva mentalidad musical, en
      la que tendrá un sentido diferente la figura del concertista-compositor.  Los estilos nacionales:  El surgimiento de los estilos nacionales es otra de
      las grandes realidades de este periodo. Aunque las escuelas contrapuntísticas
      del siglo XVI presentaban ya ciertas diferencias estilísticas entre sí,
      no es hasta medidados del siglo XVII cuando podemos hablar de diferencias
      nacionales. La razón de esto la encontramos, de nuevo, en la música
      vocal. Cuando la ópera surge en Italia, comienza un proceso de difusión,
      tanto del nuevo género vocal como de sus características de producción,
      que abarca a todos los países de Europa. La necesidad de componer música
      para las obras literarias de cada país, en lengua vernácula, condujo a
      la necesidad de adaptar también los principios del recitativo italiano a
      la música de cada nación. De forma que cada país se encontró con una
      nueva realidad en el campo musical:  -       
      Por una parte, la presencia de obras, modelos compositivos, el
      estilo recitativo y demás convenciones dramatúrgicas de la ópera
      italiana, y la posibilidad de adaptarlos a la lengua vernácula para crear
      obras originales, en el nuevo estilo, en cada país.  -       
      Por otra parte, la propia tradición musical del país, que solía
      oponerse a la asimilación del modelo operístico.  De la dialéctica entre ambos factores, surgieron los
      estilos nacionales, en algunos casos, por ejemplo en Francia, después de
      serias y difíciles polémicas y enfrentamientos.  Aunque los estilos nacionales más característicos
      de este periodo son el italiano, francés, alemán, español e inglés, éste
      último no tiene aplicación en nuestro campo, ya que en Inglaterra prácticamente
      solo se compuso ópera, descuidándose los géneros instrumentales. En
      cambio, en los otros cuatro países, se desarrolló la producción de
      diversos compositores, con características muy distintas. España e
      Italia tuvieron una fuerte relación, que se tradujo, por ejemplo, en el
      establecimiento del napolitano Domenico Scarlatti en la Corte Española.
      En el caso francés, por ejemplo, los clavicembalistas desarrollaron unas
      características muy particulares, que no fueron compartidas por ningún
      autor de otro país, y que solamente tuvieron repercusión mucho tiempo más
      tarde, en la producción de autores nacionales, como Fauré, Ravel o
      Debussy.  ------------------------------------------ En
      próximos artículos iremos comentando la panorámica de los estilos
      nacionales en la música del Barroco. No obstante, como algunos lectores
      me han manifestado su deseo de recibir más artículos acerca de Schubert,
      he de decirles lo siguiente: tenía preparado un nuevo artículo, sobre
      las relaciones artísticas y humanas entre Schubert y Beethoven, listo
      para publicar. Pero un artículo reciente, de la revista "XIX Century
      Music", dedicado al mismo tema, aportaba nuevas investigaciones,
      nuevos puntos de vista, de forma que dejaba bastante desfasado y anticuado
      lo que yo había escrito. Gracias a esta nueva fuente, pronto podremos
      disfrutar de informaciones más recientes sobre este tema. Pero eso será
      el próximo mes.  [1]
          Hay varias culminaciones en este proceso: por supuesto, la forma
          sonata es una de ellas, porque es una estructura instrumental que, de
          hecho, hasta llega a condicionar a la música vocal. También se
          culmina esta idea de la teoría antes que la práctica en la obra de
          los compositores del siglo XX, segunda escuela de Viena.  [2]
          Esta anotación aparece incluso hasta en la sonata 8 de Beethoven. 
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