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Número 85º - Octubre 2.007


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EL SINDROME DE MOZART Y EL EFECTO MOZART

Por L. M. Almudena García Alonso. Dra. en Psicología

 

En el 250 aniversario de la muerte del genial compositor se han escrito tantas cosas acerca de su biografía, de las características de sus composiciones…Sin embargo hay dos aproximaciones que han utilizado su nombre por razones bien diferenciadas. 

La primera  es la que deriva de los descubrimientos efectuados por un médico Neozelandés llamado Ramón Williams que, en la década de los sesenta, hizo un diagnóstico general del síndrome que afecta a uno de cada 20.000 nacimientos (síndrome de Williams). Este Síndrome se caracteriza por: hipercalcemia, insuficiencia cardíaca, patrón inusual del iris en forma de estrella y discapacidad intelectual con diversidad en los ritmos de aprendizaje acompañada de rasgos faciales con frente muy amplia, nariz respingona, mala oclusión dental y labios gruesos. Además, estas personas presentan una estatura muy baja, hiperactividad, personalidad extravertida y riqueza en su expresión oral. También se observa hiperacusia o sensibilidad excesiva a los ruidos y una excelente capacidad musical. El origen parece situarse en la ausencia de una porción de uno de los cromosomas número 7 y el diagnóstico lo efectúa un médico genetista pudiendo ser confirmada por un análisis de laboratorio denominado  “F. I. S. H.”. 

El tratamiento depende de cada caso, pero en general se eliminan los suplementos de calcio de la dieta si existe hipercalcemia y la vitamina D. También se estudia con precaución la sedación o anestesia general porque suelen presentar efectos adversos. Por ultimo, se llevan a cabo programas de educación especial individualizados, terapia del lenguaje y terapia ocupacional con el fin de poder conseguir una integración social y laboral en la edad adulta ya que, si se trata precozmente, existen grandes posibilidades de llevar a cabo una vida normal.  

En nuestro país, la novela de Gonzalo Mouré denominada “El síndrome de Mozart”, supuso la carta de presentación de este tema al presentar la historia de un chico con síndrome de Williams, pero ya con anterioridad se había relacionado al músico con él. En concreto, se hizo un examen exhaustivo de sus rasgos faciales. Se encontraron opiniones de sus médicos acerca de su estrabismo, de la mala disposición de sus dientes y de su corta estatura: 1,50.También  aparecieron indicios biográficos que destacaban particularidades en la forma de comportarse: hiperactividad, ciertos tics como el tocar repetidas veces a la persona que se situaba a su lado, lenguaje escatológico (patente en la correspondencia personal con su prima o con su mujer) En cuanto a la hiperacusia, esta también estaba presente en la figura del músico. Cuentan sus biógrafos que no soportaba el ruido de la trompeta; solo la podía tolerar si se enmascaraba con el resto de la orquesta. Si la oía sola se desmayaba. Parece además increible que un compositor tan precoz como brillante (17 óperas, 41 sinfonías, 27 conciertos y 17 sonatas hasta su muerte prematura con tan sólo 35 años) fuese incapaz en la edad adulta de atarse los zapatos o de partir un filete, de administrarse económicamente o de tener un mínima planificación . En fin, tan genial en su música como caótico en su vida diaria.    

Quizás haya sido un error atribuir las características de los Williams a Mozart y sea más correcto atribuir las cualidades de Mozart a los Williams. La pregunta es si todos los Williams son como Mozart. Aunque queda mucho por investigar, la Asociación para el síndrome de Williams, con sedes en Madrid y Valencia, trabaja incluyendo la música en sus programas como un elemento que permite a los  afectados tanto situarse en la vida a nivel personal como disponer de medios de comunicación menos limitados para poder relacionarse con los demás.        

La segunda razón a la que aludíamos al principio del artículo hace referencia al que se ha  denominado “Efecto Mozart”. En 1.993 la psicóloga Frances Rauscher y el neurólogo Gordon Saw publicaron en la revista Nature un artículo centrado en el mejor rendimiento espacial durante la escucha de la Sonata para dos pianos en Re mayor K 448 de Mozart, disparándose las hipótesis de una mejora intelectual. Sin embargo,el estudio realizado en 1.999 por C. Chatris  (Harvard Medical School) en la misma revista, tras analizar 16 investigaciones previas, concluyó que no existía evidencia científica de que escuchar la música de Mozart produjera un aumento del cociente intelectual. 

         Fue el médico Francés Albert  Tomatis, dedicado desde hace más de cincuenta años al estudio de los efectos fisiológicos del sonido, quien acuñó el término “Efecto Mozart” (término que se apresuró a registrar Don Campbell, un americano afincado en Colorado cuya profesión real sigue siendo una incógnita y que ha difundido la idea del efecto panacea en dos libros y más de una docena de CD). Albert Tomatis elaboró el denominado “Método Tomatis”, consistente en un entrenamiento de integración neurosensorial y que supuso una redefinición de lo que veníamos entendiendo como escucha. 

         Este autor presentó varios espectogramas (gráficos) que analizaban  autores entre los que se encontraban: Mozart, Salieri, Bach y Beethoven entre otros, concluyendo que la obra de W. Amadeus poseía características claramente diferenciadas de los anteriores: velocidad, pasajes fluidos, gran movilidad de los tejidos armónicos, periodicidad (ondas regulares, pero espaciadas), frecuencias altas y sonidos simples y puros de las melodías. 

         En la actualidad se sigue estudiando el fenómeno. En concreto, John Jenkins, perteneciente al Royal College of  Physicians, ha probado la efectividad de la escucha de esta música en la reducción de las descargas epilépticas, extendiéndose este efecto a los pacientes con enfermedad de Alzheimer, cuyo rendimiento en tareas espaciales mejora con la escucha de Mozart durante la ejecución. 

         También son reveladores los estudios que evalúan las áreas cerebrales que aparecen estimuladas durante la escucha de esta música; mientras que otras músicas parecen activar  áreas cerebrales relacionadas con los sentimientos y la corteza cerebral auditiva, esta además, activa áreas implicadas en la coordinación motora y en la visión. 

         Podría servirnos como ejemplo de estos beneficios el testimonio de un experto mozartiano que reconocía escuchar la sonata K 448 en sus momentos más “relativamente” creativos. Hablamos de Albert Einstein, naturalmente. 

Libros recomendados: 

Wolfgang Amadeus Mozart, Jean et Brigitte Bassin . Turner.Madrid (1.987)

El síndrome de Mozart. Gonzalo Moure. Ediciones S.M. Madrid (2.003)

Pourquoi Mozart. Albert Tomatis. Editions Fixot Paris ( 1.999)

http://www.sindromewilliams.org