Revista mensual de publicación en Internet
Número 84º - Julio, agosto y septiembre de 2.007


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Un moderno melólogo

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Les Cenci, libreto de Antonin Artaud y música de Giorgio Battistelli. Actores: André Wilms, Dany Kogan, Astrid Bas y Gilles Arbona. Orquesta de La Toscana. Dirección musical: Luca Pfaff. Dirección de escena: George Lavaudant. Vestuario: Jean Pierre Vergier. Electrónica en vivo: BH Service (Ferrara). Dirección de sonido: Alvise Vidolin y Davide Tiso. Ciclo Operadhoy 2007. Teatro Albéniz de la Comunidad de Madrid. Madrid, 2 y 3 de de junio de 2007. 

Por quinto año consecutivo, Xavier Güell aborda la difícil tarea de ofrecer una pequeña temporada de ópera contemporánea en Madrid. En esta convocatoria nos presenta tres espectáculos venidos Lyon, Salzburgo y Oporto. El ciclo se ha inaugurado en el Teatro Albéniz de Madrid (que vive sus últimos meses de existencia) con una extraordinaria producción procedente del Odéon-Théâtre de l’Europe, que ha cosechado un sonoro éxito. Hemos podido disfrutar de un trabajo muy bello y refinado, que parte de un texto de Antonin Artaud, al que ha puesto música el pasado año el compositor italiano Giorgio Battistelli (Albano Laziale, Italia 1953). Se trata de Les Cenci, un espectáculo musical inspirado en el terrible episodio histórico protagonizado en el siglo XVI por el conde Franceso Cenci que, bajo la protección del papa Clemente VIII, abusó de su mujer e hija, a quienes finalmente hizo ejecutar impunemente para acallar su quejas. El argumento histórico, repleto de lujuria, violencia, ambiciones, truculencia y dramatismo, es plenamente operístico. Ha inspirado antes otras novelas, dramas y óperas. La propuesta musical de Battistelli es idónea, porque combina a la perfección el instinto musical y la sabiduría teatral, que quedan puestas al servicio de la narración, empleando un lenguaje actual y original. Los recursos sonoros puestos en juego, entre los que predomina una elaborada utilización de los timbres y del espacio, son exuberantes, pero también muy efectivos. Junto a la Orquesta de la Toscana, responsable del estreno el año pasado en el Festival de Siena, intervienen cuatro actores, que declaman y no cantan. El resultado es lo que en la España ilustrada se conoció como melólogo, y que en esta ocasión se presenta como “teatro musical”. Los actores están soberbios en su cuidada interpretación, en su manera de pronunciar, llena de claridad e intenciones musicales. Estuvieron apoyados por una perfecta amplificación que añadió diversos efectos sonoros, que son parte fundamental del concepto sonoro, espacial y teatral. El tratamiento del sonido fue de una calidad infrecuente, muy sugerente, sorprendente, y estuvo a cargo de BH Service, de Ferrara, con una dirección virtuosística de Alvise Vidolin y Davide Tiso. La orquesta tocó impecablemente bajo las órdenes Lucca Pfaff. Realizaciones tan bellas como ésta nos reconcilian con la tecnología y demuestran que es un recurso artístico como otro cualquiera. La puesta en escena del maestro Georges Lavaudant fue magistral, austera y muy limpia. El espacio se sugería con la iluminación (perfecta) y con cuatro ventanas recortadas en caja negra inmaculada, que a veces evocaban un retablo de títeres. La función tuvo una intensidad emocional que hizo que el tiempo transcurriera volando. Fue una fiesta para la música y el teatro, para las imágenes y para las palabras.