Revista mensual de publicación en Internet
Número 77º - Agosto 2.006


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El crimen del lago

Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Bonhomet y el cisne. Ópera de cámara en dos actos. Música y libreto: Eduardo Pérez Maseda. Reparto: Pedro Casablac (narrador), David Azurza (contratenor), Isidro Anaya (barítono), Cecilia Alcedo (soprano). Bailarinas: Yoko Taira (coreógrafa), Aída Badía, Andrea Méndez. Dirección musical: José Luis Temes. Dirección de escena: Tomás Muñoz. Solistas de la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Producción de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y Teatro de la Abadía. Teatro de la Abadía, 3 y 4 de junio de 2006.

Eduardo Pérez Maseda (1953) estrenó hace tres lustros en la Sala Olimpia una ópera titulada Luz de Oscura Llama. Posteriormente, en 1989, compuso Swan, una pieza radiofónica de fuerte contenido escénico que ha quedado incorporada como primer acto de esta segunda ópera que ahora se ha presentado en el Teatro de la Abadía. El año 2003, el compositor escribió La Aparición, una respuesta escénica, tardía y bien madurada a Swan, que constituye el segundo acto de Bonhomet y el cisne.  El argumento está libremente inspirado en El asesino de cisnes, una breve e inquietante narración de Villiers de l’Isle-Adam que recoge el mito antiguo sobre el cisne que emite su canto más bello antes de morir. La ópera así creada, por yuxtaposición, tiene un carácter heterogéneo y sus dos actos crean dos mundos sonoros y dramáticos distintos, sutilmente relacionados por la temática. Escucharla es como ver dos óperas por el precio de una. El primer acto, Swan, tiene toda la riqueza  de la voz del narrador y de los materiales radiofónicos empleados, que crean todo un decorado sonoro sobre el que discurren voces y unos pocos instrumentos. Por el contrario, en la segunda parte, La Aparición, no hay narrador ni electrónica, pero si un grupo instrumental más nutrido y al intervención de unas bailarinas. Dentro de su clara multiplicidad, la música resulta sugestiva y no aburre en ningún momento. Como suele ocurrir en este tipo de propuestas modernas, los instrumentistas estuvieron superiores a los cantantes, aunque nada hubo que objetar a la intervención esforzada de éstos. José Luis Temes llevó la dirección con la profesionalidad, meticulosidad y seguridad que es habitual en él y que los músicos siempre agradecen dando lo mejor de si mismos. La puesta en escena fue barullera y desproporcionada para el espacio disponible. Sobre el escenario estaban los intérpretes, los músicos, las bailarinas, el decorado, el mobiliario, unas proyecciones y hasta un estanque con agua natural, todo ello demasiado apretado como para que cada elemento tuviera la debida claridad y limpieza en su tratamiento. Para este diseño hubiera hecho falta un teatro con más espacios y una dirección escénica más razonable. La programación del Teatro de la Abadía es siempre variada, interesante y de calidad. Incluir una ópera de estas dimensiones ha sido un reto superado con estrechez pero digno de mérito y felicitación.

 

<www.teatroabadia.com>