Revista mensual de publicación en Internet
Número 65º - Junio 2.005


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EL GRIAL EN TIERRAS DE KLINGSOR

Por Fernando López Vargas-Machuca.

 

Como era de esperar, el desembarco de Barenboim y las huestes de la Staatsoper berlinesa en Sevilla para representar Parsifal los días 13, 16 y 18 de julio ha despertado opiniones muy negativas en algunos sectores de la prensa: que si con lo que cuestan estas tres funciones se podían haber hecho unos cuantos títulos en la programación normal del Maestranza, que si la producción fue abucheada tras su estreno en Berlín, que si el de Buenos Aires se lleva una gran tajada entre el título de Wagner y el West Eastern Divan, etc. A veces incluso en primera página y hasta con foto. Semejante tratamiento no deja de ser insólito en los rotativos cuando de ópera se trata, pero encuentra su explicación en lo muy politizado que el "asunto Barenboim" se halla. Sus buenas relaciones con el PSOE son más que conocidas, y de hecho esta visita ha sido directamente gestionada -y costeada- por la Junta de Andalucía, no por el Teatro de la Maestranza, aunque nadie debería olvidar que la vinculación de la Staatsoper con España comenzó gracias al Partido Popular y a Alberto Ruiz Gallardón en los tiempos en que este presidía la Comunidad de Madrid. Entre tantas valoraciones negativas, y dado que los proyectos musicales hay que valorarlos por su calidad, coherencia y validez y no por su afinidad con un partido u otro, hemos creído oportuno ofrecer algunos datos que dibujen una imagen diferente de esta a nuestro juicio muy agradecida visita del Grial a las tierras de la sensualidad y la perdición: recordemos que la acción de Parsifal se desarrolla precisamente en la frontera entre los reinos cristianos peninsulares y Al-Andalus, y que en este "lujurioso país pagano", cuyo aroma impregna toda la partitura, fue donde el mago Klingsor conoció el pecado, la autocastración y el poder de la magia negra.

Para empezar, nos encontramos ante una ocasión histórica: nada menos que el estreno escénico en Andalucía de la que es no sólo la más esencial, depurada y visionaria obra de ese genio que fue Richard Wagner, sino también una de las cumbres absolutas de la Historia de la Música. Seguramente lo mejor del todo el género escénico durante el XIX junto con el no menos increíble Falstaff de Giuseppe Verdi. Un estreno que desde luego se ha hecho esperar, pues la prohibición de representarlo fuera de Bayreuth expiró en 1914, y que llega en unas condiciones que aquí no podríamos soñar si no nos echasen una mano desde fuera, en este caso desde Berlín: las bochornosamente escasas producciones wagnerianas ofrecidas por el Maestranza en sus quince años de vida, tan sólo Tannhäuser, Lohengrin y Walkyria, han evidenciado dentro de su dignidad las limitaciones que supone hacer a Wagner desde España, mucho mayores que las que se nos plantean a la hora de hacer frente a los grandes títulos del repertorio italiano. Otra cosa fue el Holandés que vimos en Sevilla durante la Expo '92, pero allí nos encontramos con un caso similar al de este Parsifal, pues se trataba de una visita de la Ópera de Dresde al completo, con la mítica Staatskapelle en el foso y el mismísimo nieto del compositor supervisando la escena.

Que Barenboim y sus huestes son todos unos expertos a la hora de interpretar a Wagner es cosa cierta. Se puede preferir a un Levine o a un Thielemann -no es el caso del firmante de estas líneas, desde luego-, pero nadie puede regatear al argentino su profundo conocimiento del autor, ni sus con frecuencia arriesgados planteamientos a la hora de interpretarlo, ni su interés por ofrecer densidad intelectual y emocional mucho antes que un más o menos brillante espectáculo sonoro. Ni se le puede negar a la Staatskapelle berlinesa, por encima de ciertas vacilaciones evidentes en algunas noches de cansancio, un sonido de enorme belleza y una portentosa adecuación estilística que desde luego no poseen algunas otras orquestas más técnicamente perfectas también acostumbradas a interpretar este repertorio (la del Met de Nueva York sería un buen ejemplo). Semejantes alabanzas pueden extenderse al coro, uno de los mayores protagonistas de Parsifal; precisamente Barenboim tuvo su primer encuentro con la Staatsoper cuando recurrió a él en 1992 para grabar junto a la Filarmónica de Berlín este título para Teldec. Su director es el magnífico Eberhard Friedrich, quien ha sido nada menos que el encargado de dirigir en los últimos años a las huestes corales del Festival de Bayreuth, tan vinculadas a la última página wagneriana desde el momento mismo de su creación.

Aunque en algunas ocasiones Barenboim nos ha sorprendido con alguna elección muy desafortunada, el elenco congregado para este Parsifal, que salvo cambios de última hora es el mismo que estrenara la producción hace unos meses, parece en principio muy notable. La gran baza es contar en el papel más largo y "pesado" de la obra con René Pape, un artista singular en el que se aúnan belleza vocal, técnica inmaculada, musicalidad portentosa y espléndido dominio escénico, siendo hoy por hoy en este repertorio sólo comparable al genial Matti Salminen. Sin duda uno de los mejores cantantes del mundo, sobre cuyo currículo y discografía no es necesario insistir. En el mucho más breve pero decisivo rol de Amfortas estará el aún joven Hanno Müller-Brachmann, otra magnífica voz de la "factoría Barenboim" que ha demostrado su dominio en un repertorio tan amplio como el de su colega (al igual que Pape, es también un extraordinario mozartiano); no sabemos si logrará profundizar en todos los pliegues del sufriente personaje, pero ni voz ni talento le faltan. El dificilísimo rol de Kundry lo abordará la mezzosoprano Michaela Schuster, a la que no hemos escuchado pero de la que contamos con referencias extraordinariamente positivas, como por ejemplo la de su paso por Madrid alternándose con Waltraud Meier en Walkyria. Finalmente el rol titular lo abordará el desconocido Burkhard Fritz. Veremos qué tal lo hace, aunque a decir verdad su papel es el menos difícil técnica y expresivamente de los cuatro.

Jochen Schmeckenbecher, barítono de amplio repertorio y sólido currículo, y el joven bajo Chirstof Fischesser darán vida respectivamente a Klingsor y Titurel; de ambos nos llegan noticias de ser dueños de unas voces extraordinarias, pero no sabemos nada más. Para los roles más pequeños (muchachas-flor, escuderos, etc) vamos a contar con desconocidos pero prometedores miembros de la Staatsoper berlinesa, aunque también con algunos nombres de cierto prestigio: todo un lujo disponer de cantantes otras veces en primera línea para apariciones tan episódicas. Es el caso de la notable mezzo Katharina Kammerloher, cuyos DVD de Così fan tutte y Otello son bien conocidos. O de la no menos versátil soprano Carola Höhn, otra de las voces habituales de la Staatsoper y de las visitas de ésta al Teatro Real de Madrid. O de Anna Samuil, que recientemente ha protagonizado Traviata con Barenboim. Por no hablar de la contralto Simone Schöder, que lleva ya un buen número de años cantando de manera excelente el bellísimo solo del final del primer acto de Parsifal  en Bayreuth. Lo dicho, un lujo.

La controversia vendrá sin duda de la parte escénica. La Staatoper tenía una producción dirigida por Harry Kupfer en su momento muy discutida: la acción transcurría en una especie nave espacial, y las muchachas-flor aparecían en televisores. El video nos dejó testimonio de la excelencia de la arriesgada propuesta, pero Barenboim ha tenido a bien encargarle una nueva al prestigioso Bernd Eichinger, productor de películas tan dispares como El nombre de la rosa, La casa de los espíritus y Resident Evil (!), y nombre ahora "de moda" por su guión para la película El hundimiento. Al parecer en este acercamiento a Parsifal, su primera experiencia en el género operístico, ha desechado las reflexiones sobre el deseo, el pecado y la redención, quizá porque piense que no están los tiempos que corren para que se nos cuenten los peligros del sexo (aunque en este sentido la última obra wagneriana resulta maravillosamente contradictoria). Por el contrario, adopta una postura cercana a la que hace ya años tomara Götz Friedrich en el Festival de Bayreuth: interpretar el Festival Escénico Sacro como una panteísta reivindicación de la necesidad de amar la naturaleza, en su sentido más amplio, como manera de redimir al género humano que tanto la ha degradado. Propuesta digamos "ecologista" todo lo discutible que se quiera, pero admisible si se realiza con coherencia y sensatez. El problema, claro está, es que el público berlinés asistente al estreno el pasado marzo no creyó encontrar ni lo uno ni lo otro, y sí un uso muy abundante de las proyecciones de video y un traslado de la acción a nada menos que tres épocas diferentes, una por acto, propinando a Eichinger un abucheo que ha hecho historia. En Sevilla tendremos la oportunidad de juzgar por nosotros mismos.

En todo caso el alto nivel musical parece garantizado, por lo que no podemos dejar de congratularnos. Quien esto suscribe ya se ha rascado el bolsillo para asistir a las tres funciones (y sabemos de más aficionados que lo han hecho, incluso viviendo a muchos kilómetros de distancia), así que no podemos dejar de recomendar al lector que si tiene la oportunidad se acerque a Sevilla a disfrutar de un espectáculo que promete. Los precios son mucho más baratos que cuando Barenboim ofrecía veladas operísticas en el Teatro Real, y las entradas se pueden adquirir con facilidad desde la propia web del Maestranza. En cuanto a la conveniencia de haber traído a Andalucía un proyecto, el de invitar a la Staatoper, que tras pocos años fue rechazado por la Comunidad de Madrid aduciendo motivos económicos, cada uno ha de valorar hasta qué punto merece la pena. Por nuestra parte, y sin dejar de advertir que la administración autonómica debería hacer mucho más por la difusión de la música clásica al margen de proyectos como los de Barenboim, dejamos en el aire un par de preguntas: ¿realmente hubiera la Junta de Andalucía invertido este dinero también en música de no haberlo hecho en la visita de Barenboim? ¿No prestigia extraordinariamente a un teatro que no es de primera división recibir la visita de una casa tan emblemática como la Staatsoper, y más aún estrenando uno de los títulos más fundamentales del repertorio y ofreciendo un nivel de calidad que aquí no podemos alcanzar por nuestros propios medios?

 

Web del Maestranza: www.teatromaestranza.com