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Número 45º - Octubre 2.003


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LA FORMACIÓN MUSICAL DE LOS NIÑOS. EDGAR WILLEMS

Por Isabel Francisca Álvarez Nieto.  

 

A comienzos del s. XX se inicia un movimiento en el campo de la formación musical  que cuenta con figuras tan relevantes como C. Orff, E. J. Dalcroze, Z. Kodaly, S. Suzuki o Edgar Willems.

Todos ellos destacan por presentar una pedagogía musical más moderna, basada en las relaciones psicológicas existentes entre la música, el ser humano y el mundo creado.

Emile Jacques Dalcroze se yergue como precursor de la musicoterapia al romper con los esquemas tradicionales y  desarrollar una terapia educativa rítmica para enfermos, que partía de sus ritmos propios para establecer la comunicación.

Karl Orff tomó como eje de su pedagogía musical el movimiento corporal, utilizándolo en todas sus posibilidades comunicativas. Unía así la creatividad y la música favoreciendo la socialización.

Edgar Willems, a su vez, presenta un sistema  pedagógico en el que destaca

“...el concepto de educación musical y no  el de instrucción   o de enseñanza musical, por entender que la educación musical es, en su naturaleza, esencialmente humana  y sirve para despertar y desarrollar las facultades humanas”

Contribuye  así a una mejor  armonía del hombre consigo mismo al unir los elementos  esenciales de la música con los propios de la mentalidad humana.

Para ello muestra la música como un lenguaje, como una progresión, desarrollando el oído  o “inteligencia auditiva” y el  sentido rítmico, que sientan  las  bases para la práctica del  solfeo. Un solfeo que  presenta  nuevas técnicas  y que encuentra en  el musicograma la mejor forma de abordarlo  con los  más pequeños.

El pedagogo musical belga  J. Wuytack  introdujo el concepto y práctica  de musicograma, entendiéndolo como una plasmación gráfica de la parte  formal e instrumental de la partitura  cuya  audición  se trabaja.

Se trata del empleo de una serie de elementos con distintos colores y tamaños en función de los ritmos, timbres, compases o frases que se desean remarcar y con los que los niños encuentran una representación material (distinta pero complementaria al pentagrama) de los elementos abstractos del solfeo, de manera que su iniciación musical resulta más lúdica y placentera, desarrollando desde edades tempranas el amor por la música incluso en sus aspectos más teóricos.

El método Willems se orienta  a la educación de los niños, tratando de que cualesquiera que sean sus dones musicales puedan desarrollar a través de la música sus facultades sensorio-motrices, cognitivas y afectivas.

Abre también la puerta a las familias, apostando por una educación activa y creativa en la que el entrenamiento trascienda del recinto escolar, cobre vida e impregne toda la expresión del ser.

La actividad musical se entiende  como un campo abierto y plural que favorece  el desarrollo artístico y cultural en el que se combina el  modo de hacer, el saber y el ser para  mejorar la inteligencia  musical  y la sensibilidad estética del alumno, como individualidad y como ser social.

Entre los objetivos que Edgar Willems se marca  con sus  discentes, con los que trata de hacer más humana y lúdica la educación musical enfocándola especialmente a la educación infantil, destacan tres:

·                     Musicales: con los que pretende que amen la música desarrollando todas sus posibilidades y abriéndose a las manifestaciones de las diversas épocas y culturas.

·                     Humanos: trata de que mediante la música se desarrollen armónicamente todas las facultades del individuo, haciendo hincapié en las intuitivas y creativas.

·                     Sociales: enfoca su método a todo tipo de alumnado, poniendo gran énfasis en el beneficioso trabajo en grupo y en su prolongación al ámbito familiar.

 

Para concluir decir que para despertar en los niños el gusto por la música no basta con ponerles música para que la escuchen; hay que crear situaciones de escucha activa.

Mezclar sonido, texto y gráficos de una sola vez limita  las explicaciones teóricas, que en la educación infantil pueden resultar aburridas, y permite  además trabajar  con instrumentos  y expresión corporal. El  musicograma es la plasmación de esta forma de entender la música.

Por otra parte, el musicomovigrama se revela como la nueva tendencia para la que dibujar la música ya no es suficiente, sino que  se deben  plasmar los sentimientos e imágenes mentales que nos produce oírla. Y una vez escaneados esos trazos, verlos en  movimiento mientras  se escucha la música sobre la que se ha  trabajado.

En definitiva,   como afirma K. Swanwick,

“todos somos  potencialmente  musicales, como  todos  somos potencialmente  seres capaces de adquirir el lenguaje; pero  eso no significa  que el desarrollo musical pueda darse sin estimulación y sin nutrición, al igual que ocurre con la adquisición del lenguaje”.

 

 

Para profundizar sobre el tema es interesante la siguiente bibliografía:

 

·        Swanwick, K. (1991) Música, pensamiento y  educación. Morata. Madrid.

·        Willems, E. (1976) La  preparación  musical de los más pequeños. Eudeba. Buenos Aires.

·        Willems, E. (1984) Las bases psicológicas de la educación musical. Eudeba. Buenos Aires.

·        Willems, E. (1994) Valor humano en la educación musical. Paidós. Barcelona.

·        Willems, E. (2001) El oído musical. La preparación auditiva del niño. Paidós. Barcelona.

·        Wuytack, J.  y Boal Palheiros, G. (1996) La  audición musical activa. Associaçao Wuytack de  Pedagogía Musical. Porto.