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Número 45º - Octubre 2.003


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ANDRÓMEDA

Por Mª del Mar Gallego García. Profesora.

Atada al mar Andrómeda lloraba,
los nácares abriéndose al rocío,
que en sus conchas cuajado en cristal frío,
en cándidos aljófares trocaba.

Besaba el pie, las peñas ablandaba
humilde el mar, como pequeño río,
volviendo el sol la primavera estío,
parado en su cénit la contemplaba.

Los cabellos al viento bullicioso,
que la cubra con ellos le rogaban,
ya que testigo fue de iguales dichas,

y celosas de ver su cuerpo hermoso,
las nereidas su fin solicitaban,
que aún hay quien tenga envidia en las desdichas.

 

No es la primera vez que importantes escritores, pintores o músicos de todos los tiempos se sienten atraídos e inspirados por la mitología para  crear sus obras, este es el caso de Lope de Vega, que cautivado por la leyenda de Andrómeda compuso este poema con el que hemos comenzado. 

Del mismo modo, Pedro Pablo Rubens (1577-1640), representante de la pintura flamenca del siglo XVII, quiso inmortalizar en un espléndido lienzo la fábula mitológica de Andrómeda y Perseo. Rubens escogió para esta representación el momento en que Perseo, vestido con una armadura a la moda española del momento, procede  a liberar a Andrómeda de las ligaduras que la mantenían atada al peñasco.  

Resulta imposible llevar a cabo una exposición completa y rigurosa de la historia de este personaje mitológico, ya que son pocos los datos que se tienen de ella; pero se mantiene tradicionalmente que Andrómeda (Andromedh) era la hija de Cefeo, rey de Etiopía, y de Casiopea (o Casíope). La madre de Andrómeda se había jactado de ser más hermosa que las Nereidas, hijas del dios del mar Nereo, aún siendo una de ellas. Éstas, indignadas por la afrenta, pidieron ayuda al más poderoso dios de las aguas, Poseidón, quien asoló la región con terribles inundaciones , además de enviar un temible dragón que sembró el terror por toda la comarca. 

 Los reyes consultaron el oráculo de Ammon, quién les reveló que la única forma de apaciguar al monstruo: sólo se librarían de tales males si exponían a Andrómeda al terrible criatura. Sus padres se negaron pero viendo la desdicha de su pueblo, no tuvieron más remedio que aceptar, y decidieron atar a Andrómeda con cadenas a unos peñascos cercanos a la costa. 

Sin embargo, justo cuando Andrómeda estaba a punto de ser atacada por la bestia, el héroe  Perseo, que regresaba a su patria tras su aventura contra Medusa, la divisó, quedando prendado por su belleza. Perseo prometió a sus padres liberarla y deshacerse del monstruo a cambio de que le entregasen la mano de su hija. Cefeo y Casiopea aceptaron sin dudarlo, celebrándose finalmente la boda. Andrómeda y Perseo fueron muy felices juntos, y, tras su muerte, se convirtieron en constelaciones por mediación de Atenea.  

Basándose en esta leyenda, diversos músicos  han creado bellísimas composiciones, en las que intentan trasladar esa emoción que se desprende de la historia mitológica. Uno de ellos fue el músico italiano Claudio Monteverdi (1.567 – 1.643), quien en 1.620 compuso “Andromeda”

Monteverdi nació en el seno de una familia humilde; cursó estudios de música con Marco Antonio Ingegneri, maestro de capilla de la catedral. A los 15 años, compuso su primera obra, un conjunto de motetes tripartitos y en 1605 ya había compuesto 5 libros de madrigales. Estrenó su primer drama musical en el 1.607, con la partitura de Orfeo. Su mérito como compositor de óperas fue combinar el cromatismo con el estilo monódico de la escritura vocal (una línea vocal florida con un bajo armónico simple) desarrollado por Jacopo Peri y Giulio Caccini. En 1613 fue maestro de coro y director de la catedral de San Marcos de Venecia. Desde entonces compuso muchas óperas, motetes, madrigales y misas. Monteverdi murió a una avanzada edad en Venecia en 1643. Se consideró como el primer genio de la historia de la ópera: Monteverdi era capaz de insuflar vida expresiva en sus personajes, arrastrados por el ímpetu dramático de sus obras y encantados por la riqueza y la plenitud tonal de la música. 

Entretanto, la condición social de la ópera estaba cambiando, convirtiéndose en un espectáculo musical dramático para el público en general. Hasta entonces había estado reservada a la corte, era un asunto esotérico de las clases nobles. Ahora, en marzo de 1637, el músico y administrador Benedetto Ferrari abría el teatro San Cassiano en Venecia, un teatro de ópera abierto a todo el que adquiriese una entrada. Todo el mundo concurrió a la maravilla de la ópera, el portento que había estado reservado a las clases dominantes. Tan sólo dos años más tarde Ferrari estaba en condiciones de abrir otros dos teatros de ópera. Pronto hubo dieciocho en Venecia; recibían el nombre de las parroquias en que se hallaban situados. La ópera se había convertido en un pasatiempo popular.

Siguiendo esta tendencia, el compositor Francesco Manelli (1.595 – 1.667), también escribió una ópera sobre Andrómeda en el 1.637.

Otro compositor atraído por tan singular historia fue el músico belga Andrè Ernest Modeste Grètry, nacido en Liège el 8 de febrero de 1.741. Desde su juventud fue cantante y violinista,  aunque al comienzo de su carrera cosechó abundantes críticas por su trabajo, lo que lo desmotivó  en ciertos momentos, pero gracias a las insistencia de su profesor, continuó. Salió de su ciudad natal a la edad de 18 años y se trasladó  a Roma, para continuar su perfeccionamiento musical y componiendo óperas.  El primer éxito de Grétry fue “Le tablet parlant” (1.769), una de las obras preferidas de los amantes franceses de la ópera. En 1.766, compuso “Isabelle y Gertrude (en un libreto de Favart) para representarla en Ginebra.  Su gusto para la música dramática continúa entonces rápidamente.  Gracias a la protección del embajador de Suecia, puede representar en París otra ópera, “El Huron” (libreto de Marmontel). Ya en 1.780, compuso “Andromaque”, la obra que nos ocupa. 

Michael Haydn (1.737 – 1.808) también sucumbió ante la historia mítica de Andrómeda,  para componer la ópera titulada “Andromeda e Perseo” en 1.787. Este músico austríaco, al igual que su conocido hermano Joseph Haydn escribió toda clase de música. Una de los trabajos litúrgicos más interesantes fue “Requiem”, escrito sobre la muerte del primer patrón de Salzburgo, el Arzobispo Sigismundo. Del mismo modo, escribió un interminable número de sinfonías y conciertos. 

Por último mencionar al compositor alemán y crítico de música Johann Friedrich Reichardt (1.752 – 1.814), cuya ópera basada en la historia de Andrómeda fue compuesta en el 1.787. Reichardt fue considerado, en parte, como creador del juego alemán de la canción, después de los  textos de Goethe. 

Con todo lo expuesto, podemos observar que las leyendas mitológicas, tuvieron y tienen una gran repercusión en distintas artes; siendo sus obras objeto de deleite y fuente de inspiración para los músicos, escritores y pintores... En definitiva, para los amantes de las artes que nos sentimos imantados por la densidad emotiva con las que la mitología dota a sus creaciones.