Revista mensual de publicación en Internet
Número 83º - Abril, mayo y junio 2.007


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EXCEPCIONAL SOUSTROT 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. 20 de abril de 2007. Debussy: Nocturnos (I y II). Saint-Saëns: Concierto para piano nº 5 “Egipcio”. Brahms: Sinfonía nº 4. Jean Philippe Collard, piano. Marc Soustrot, director. 

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

Son ya diecisiete temporadas las que tiene tras de sí la Sinfónica de Sevilla. En este tiempo hemos visto muchos directores, algunos francamente buenos, pero creo que ninguno ha conseguido unos resultados globalmente tan satisfactorios, tanto en el plano técnico como en el expresivo, como el maestro francés Marc Soustrot en la que es ya -si no me fallan las cuentas- su quinta comparecencia: un magnífico Lohengrin, una correcta Walkyria, una espléndida versión concierto del Pelléas et Mélisande de Debussy y un programa dedicado a los correspondientes Pelléas de Fauré, Sibelius y Schoenberg de altísimo nivel medio. Ha vuelto ahora con Debussy, Saint-Saëns y Brahms para ofrecernos otra velada memorable.

Los dos primeros Nocturnos de Debussy sonaron con absoluta propiedad estilística mas sin caer en ningún momento en el tópico: hubo levedad y refinamiento, sí, también misterio y sentido del color, pero la batuta no se dejó llevar -como les pasa a algunos grandes: escúchese por ejemplo a Abbado- por la excesiva ingravidez ni por lo decorativo. Antes al contrario, Soustrot mantuvo en todo momento la tensión interna en una lectura especialmente brumosa y sugestiva.

Del Quinto concierto para piano de Saint-Saëns, página que evidencia más que nunca sus debilidades flanqueada de semejantes obras maestras, Soustrot extrajo petróleo -muy fino su olfato para las texturas- con la ayuda de un Jean Philippe Collard de plena solvencia técnica y perfecta adecuación al repertorio, especialmente en un Andante de turbadora belleza en el que el pianista hizo gala de sonido muy rico y matizado.

De entre los muchos grandes recreadores discográficos de la Cuarta de Brahms (entre ellos Bernstein, Furtwängler, Giulini y Kleiber, citados en orden alfabético y sin pretensión de exhaustividad), Soustrot recordó especialmente al último Sanderling. Y es que fue la suya una versión otoñal y contemplativa, quizá sin la tensión dramática que debe alcanzarse en determinados momentos de la genial partitura, pero en cualquier caso impregnada de un equilibrado y sereno humanismo que huye de los aspavientos y se recrea, sin caer en la superficialidad ni el narcisismo, en la belleza del sonido. Un sonido puramente brahmsiano, esto es, oscuro y denso sin menoscabo de la claridad del entramado orquestal, lo que no siempre resulta fácil de conseguir.

Un sobresaliente para la orquesta: la cuerda se mostró bien empastada, la siempre espléndida madera obtuvo un colorido especialmente sensual y los metales, a los que de manera inteligente el maestro no quiso forzar, no mostraron la menor vacilación. Todo ello bajo una batuta que buscó ante todo una sonoridad compacta y homogénea, más bien difuminada y con pocas aristas pero no por ello blanda ni falta de claridad, en una opción que para este repertorio concreto fue sin duda irreprochable. Excepcional Juan Ronda Molina en el escalofriante solo de flauta del último movimiento de la sinfonía. Sólo cabe desear que Soustrot siga acudiendo a Sevilla y conduciendo a la Sinfónica al más alto nivel de rendimiento que es capaz de ofrecer. 

ENLACES RECOMENDADOS

Web de la ROSS: http://www.rossevilla.com

Web del Maestranza: http://www.teatromaestranza.com