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Número 75º - Abril 2.006


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 HUGO Y VERDI, DISCUSIONES SOBRE ‘ERNANI’

Por Alfredo Canedo (Argentina).   

 

    En las noches de verano de 1830 los habitantes de París veían con frecuencia el paseo de un grupo de jóvenes románticos en agitadas charlas sobre temas poéticos y musicales. A la cabeza del grupo iba un hombre de estatura mediana, torso sólido, frente muy alta, largo cabello castaño, levitón negro y pantalones a rayas grises. Era el poeta Víctor Hugo, cuyo drama ‘Ernani’, campo de batalla de románticos contra las ciudadelas del teatro clásico, había sido estrenado con bastante éxito de público en marzo de ese año en la Cemédie-Francaise. Aunque no con la misma suerte de gloria por el lado de la crítica inglesa, según la cual ‘a ojos vista’ era una imitación absurda, burda y pueril del drama del poeta francés en las novelas de Walter Scott, si bien con temas más pulidos, más enfáticos y más teatrales; no menos mordaz el irlandés Bernard Shaw, para quien la pieza hugoniana “...no pasaba de un folletín abolutamente vulgar”. (Grenier, Abel. ‘Historia de la literatura francesa’.)

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     La abundante correspondencia de Giuseppe Verdi permite seguir paso a paso las tratativas sobre la puesta en escena de la ópera de Hugo. En la del 2 de agosto de 1843, destinada al conde Carlo Mocenigo, director del Teatro ‘La Fenice de Venecia’, renunciaba a musicalizar los dramas literarios ‘El Rey Lear’, ‘Cola de Rienzi’, ‘La caduca dei Longobardi’, ‘Caterian Howard’ y ‘Cronwell’. Y en la del 25 de septiembre, agradecía al libretista Francesco María Piave haber acomodado las situaciones y los versos de ‘Ernani’ a su proyecto operístico:

               He recibido dos fragmentos de ‘Ernani’. Los versos son excelentes y

         estoy muy contento. Si continúa así logrará un hermoso libreto... Le

         recomiendo brevedad... Ahora que comienza la acción no la deje caer y no

         olvide algunas bellas frases que figuran en el original.

                Josephson, Matthew ‘Victor Hugo, una biografía realista del gran romántico’.

    Si por un lado Piave conservó la mayoría de las situaciones dramáticas con detalles complementarios que hacían comprensible aunque no plausible la motivación de los personajes, inconveniente no tan grave para los melómanos pero confuso para el público impreparado, Verdi, por otro lado también conservó el color y hasta el sentimiento musicalmente liberados del clasicismo desgastado o de la ‘ópera seria’.

Pues entonces, lógico que un compositor tan inteligente como Verdi, además de retocar algunos perfiles de la obra de Hugo, no rompiera la servidumbre del libreto a la música.

    La pieza, elocuentemente teatral como de amplio y vigoroso vocalismo, había de subir a escena en el coliseo de la ópera veneciana el 9 de marzo de 1844 con el siguiente reparto: Carlo Guasco  (Ernani), Sofía Loewe (Elvira), Antonio Superti (Don Carlos), Antonio Selva (Don Ruy Gómez de Silva), Laura Saini (Giovanna), Giovanni Lanner (Don Ricardo) y Andrea Bllini (Yago).

    Las principales tendencias musicales en el primer acto con la hermosa melodía de neto corte verdiano; en el segundo acto, la exquisitez y nobleza de los efectos instrumentales, y en el tercero, la noble emoción en las bellas frases de Ernani moribundo, estupendos recitativos, delicadísima aria del barítino, el vuelo lírico mas los  efusivos coros.

    La música operística había de alcanzar rápida y brillante difusión en Italia también, entre 1845 y 1846, en Viena, Lisboa, Madrid, Ámsterdam, Londres y Bruselas, aunque en estas últimas

el libreto tuvo por rigurosísimas exigencias de la censura oficial que soporta cortes arbitrarios, escenas distintas de las originales y cambios en las expresiones de los personaje.  

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    Otra fue la suerte de ‘Ernani’ en Francia, donde los melómanos objetaban la puesta de música italiana en un tema de autor nacional; tampoco fueron menores los reproches al libreto. Víctor Hugo

después de leer las caprichosas interpretaciones de Piave no permitió que la obra subiera a escena del Teatro de la Opera de París, en 1846, con el título original sino ‘Il Proscripto’ o ‘Il Corsaro de Venezia’. Y no suficiente con eso, por disposición suya los personajes operísticos habían de tomar distintos nombre, por caso, Ernani en Oldrado di Venezia, Don Carlos en Andre Gitti, Don Ruy Gómez de Silva en el patricio Zeno.

    A la par de esas tachas, su insatisfacción por el trío final (Eliva, Ernani y Don Ruy Gómez de Silva), mediante el cual Verdi creyó en dar al último acto una culminación inevitable. En ese sentido, Verdi ya había hecho público en otro momento el cambio o supresión de muchos pasajes discursivos, los cuales, según él, imposibles de ser traducidos en música por estar escritos de manera muy obvia y simple. Finalmente,  impuso, si bien no con absoluta totalidad, su criterio musical; triunfo que, sin embargo, le obligó a aceptar en la orquesta la participación de un tenor y una soprano por recomendación expresa de Hugo. Asunto aquel reconocido años más tarde en carta a una de sus preferidas mujeres, Madame Appiani:  

              ‘Ernani’ presentada ayer tuvo bastante éxito. Si contase con cantantes

         que, sin necesidad de ser sublimes, por lo menos pudiesen abstenerse de

         desafinar, ‘Ernani’ habría sido un éxito tan considerable como ‘Nabucco’ y ‘II

         Lombardi’ en Milán. Guasco (el tenor) no tenía voz, y estaba tan ronco que era

         temible. 

              Martín, George. ‘Verdi’.

    Hugo dio rienda suelta a su desencanto sobre que el drama ‘Ernani’  fuera reducido en libreto operístico, cuando contrariamente habría de aceptar, en 1851, la musicalización de ‘Rigoletto’, basada en su novela ‘Le Roi’s amusse’, por Verdi con libreto de Piave, ya que la consideraba en el género de las óperas ‘buffa’. Para él la música italiana no reproduciría los ánimos ni las acciones actorales y, por lo mismo, el drama romántico concluiría en mediocre, vacío e intrascendentemente escénico; de ahí, su presentimiento de que la historia del legendario Ernani como las presencias románticas del drama desaparecerían por subordinación a la música. Presagio que hiciera conocer, días previos a la presentación de la ópera en el teatro de París, en su irónico escrito sobre las calidades musicales y teatrales de Verdi:

              Esta será la hora en que aquel a quien Dios haya dado el genio necesario

         para crear todo un teatro nuevo, un teatro vasto y con todo simple, unificado y

         sin embargo dotado de variedad, nacional por sus enseñanzas históricas,

         popular merced a su verdad, humano, natural, universal, gracias a su pasión.

         En contrario no será la hora de quienes desdibujan el sentido de un drama

         histórico por distinguirse vanamente de entre los demás colegas.  

              Josephson, Matthew. ‘Victor Hugo, una biografía realista del gran romántico.

    Difícilmente pueda trazarse un contraste tan nítido, ni marcarse de forma diferenciada el temperamento de ambos contendientes. Precisar que si las razones de haberse puesto ‘Ernani’ en escena han estado del lado de Vardi, tampoco menores fueron los temores de Hugo, quien sólo buscaba  en la romántica música francesa el acicate para su obra.

    He aquí, en ese clima histórico, cual parece haber dado, al fin, con el ‘germen’ de la ópera.