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Número 70º - Noviembre 2.005


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A LA MEMORIA DE UN GRAN ARTISTA

Por Rubén Flórez Bande

          

Así subtituló Tchaikovsky una de las grandes obras del género camerístico, y "única en su especie" de su catálogo, el Trío para piano Op.50 (1882), en homenaje a su profesor y amigo Nikolai Rubinstein, muerto el año anterior.

Bien, pues "a la memoria de un gran artista" también está dedicada esta nueva grabación de este Trío. En Abril de 2004 moría el violoncellista ruso Boris Pergamenschikow, una de las "alma mater" del interesante "Festival de Cámara de Heimbach" (http://www.spannungen.de/). Allí, ese mismo verano de 2004 sus compañeros, con Lars Vogt a la cabeza, uno de los alumnos de Pergamenschikov, el cellista brasileño Claudio Bohórquez, y la joven violinista alemana, Antje Weinthaus, le rindieron su merecido homenaje, interpretando esta poderosa música de Tchaikovsky. Del mismo Festival es de donde procede esta grabación, hecha en el recinto donde se celebran los conciertos (que, curiosamente, es una antigua central hidroeléctrica, pero con una acústica maravillosa). EMI, que es quien edita este registro, lleva grabando conciertos de este Festival desde 2002.

Grande y propagado es el defecto de muchos intérpretes (sobre todo con apellidos pesados) que se toman este Trío como si de una obra de lucimiento personal se tratase. Gran error, pienso yo. Bien es cierto el carácter "sinfónico" del mismo, incluso en ocasiones el papel predominante que da Tchaikovsky a ciertos instrumentos. Pero más que eso, es música de cámara, de conjunto, y lo ideal es combinarlo todo. En este registro no hay virtuosismo gratuito, ni lucimiento personal, quizás puedan criticársele a Vogt sus "arrebatos" y cierta contundencia, pero me imagino que sería el encargado (por experiencia) de llevar esta interpretación a buen puerto. El carácter "sinfónico" también parece algo "cortado", salvo excepciones como veremos. Pero, en conjunto, consiguen una interpretación bien compacta, incluso intimista. Y creo que es la mejor opción esta, la intimista, para este "Réquiem en miniatura"

El primer movimiento, el "Pezzo elegiaco" que comienza con ese conocido "tema triste", empieza muy sutilmente, parece que el sonido no está redondeado a posta, casi parece una música impresionista, hasta que los tres instrumentistas empiezan a tocar a un tiempo, causando un efecto sorprendente. La mayoría de las interpretaciones ya empiezan con la negrura, sin jugar con las intensidades. Y en ese juego de dinámicas, agógicas, regulaciones, se mueve todo este movimiento, incluso en el "leve" segundo tema, pero todo bien empastado, no hay una voz más alta que la otra. Quizá en ocasiones el violín de la Weithaas, parece algo "chirriante" en el registro grave, pero son pequeños estos errores de afinación. Lo más interesante, sin duda, es cómo termina este primer movimiento, casi igual que como empezó, con las notas propagándose en el aire.

El segundo movimiento, el de más peso, tiene aquí una interpretación ciertamente pausada (sobrepasa los 30 minutos) y donde los tres intérpretes, pese a su juventud, lo dan todo. El tema y las variaciones están muy bien recreados. Esta primera parte del movimiento se asocia con "Tchaikovsky y Rubinstein compartiendo un día cualquiera". La vitalidad se siente en esta música, son 11 variaciones, con 11 percepciones distintas, la arrogancia, la frivolidad (del vals y la mazurca, por cierto, finísimamente tocadas por Bohórquez y la Weithaas), la juventud o inocencia en la tercera variación, con las cuerdas en pizzicato, como si sonasen unas pequeñas campanillas (aquí el encanto se rompe en parte por la contundencia de Vogt, como si él también quisiese participar de ese juego), las "clases del conservatorio" como es la fuga (aquí sí se refleja el carácter "sinfónico" de la obra) y donde estos tres intérpretes la desgranan al máximo, se oye todo y nadie sepulta a nadie, el equilibrio de los tres es impecable, el mejor clímax de esta interpretación. Las partes lentas no están tan conseguidas, no sin tener importancia: se encuentran incómodos, o condicionados, intentan alargarlas al máximo (como en el Andante flebile) y el discurso queda algo forzado.

El día entre los dos compañeros desaparece cuando aparece la muerte, introducida por el primer tema del primer movimiento sobre los acordes machacones del piano (demasiado machacones con Vogt) y donde todo declina hasta una pequeña e intimista marcha fúnebre (muy interesante aquí, los ligados del cello de Bohórquez, y los tenebrosos pizzicatti finales).

Interpretación condicionada por el homenaje, sentida en muchos aspectos (incluso el público espera a que se propague el sonido para romper a aplaudir), con los altibajos ya mencionados. Pero en la que podemos escuchar a las nuevas generaciones, haciendo buena música. No defraudará, claro que también están los históricos: Piatigorsky-Heifetz-Rubinstein (RCA), du Pré-Zukerman-Barenboim (EMI), Trío Borodin (Chandos), Gutman-Kagan-Richter (Live Classics)...

El disco se completa con la Sonatina para violín y piano Op.100 de Dvorak a cargo de la Weithaas y Vogt. Quizá esta obra familiar quede algo "frívola" al lado del Trío de Tchaikovsky, me imagino la incluirían porque el año pasado fue el centenario de Dvorak; aun así, para quitar hierro, es una buena inclusión. La interpretación también es interesante, muy líricos los dos primeros movimientos, sobre todo el "Larghetto" y muy bromistas los dos últimos, poco más se les puede pedir a los intérpretes, en esta obra que fue compuesta para "consumo casero"; aun así, es impresionante el poder melódico que conseguía Dvorak aún en los "géneros" más pequeños.

Disco interesante para escuchar como se desenvuelven los jóvenes (y no tan jóvenes) talentos, y que nos permite conocer la música que se hace en un festival tan poco "difundido" como es el de Spannungen.


REFERENCIAS:

TCHAIKOVSKY: Trío para piano en la menor, Op.50.
DVORAK: Sonatina para violín y piano en sol mayor, Op.100.
Lars Vogt, piano, Antje Weithaas, violín, Claudio Bohórquez, violoncello.
EMI 5 58062 2