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Número 62º - Marzo 2.005


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JUAN DIEGO FLÓREZ:
Magistral lección en el Palau

Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya). 

  • Intérpretes: Juan Diego Flórez (tenor), Vicenzo Scalera (piano)
  • Autores: Mozart, Cimarosa, Gluck, Rossini, Bellini, Ayarza de Morales, Ch. Granda, Donizetti.
  • Escenario y fecha: Palau de la Música Catalana, 7- III- 2005

Después de la anulación de los recitales de Aquiles Machado y Joan Pons e Isabel Rey, previstos para estos meses de febrero y marzo, el Palau de la Música de Barcelona pudo revivir una de sus noches memorables gracias a la genialidad canora del tenor peruano Juan Diego Flórez. Organizado por Lírica de Barcelona, el esperado recital congregó a un gran número de melómanos y amantes de la lírica con gran expectativa, y el resultado se saldó en el entusiasmo colectivo ante el derroche de dotes y talento exhibido por el joven tenor.

Elogiado por Pavarotti y reivindicado por muchos como sucesor de Kraus, cabe considerar, con toda contundencia, a J. D. Flórez como una de las voces más sobresalientes del actual panorama del mundo lírico. Su tesitura encaja con el prototípico tenor rossiniano – tenor lírico-ligero -, con una voz dotada de gran agilidad para todo tipo de modulaciones y ornamentos, a la cual hay que añadir una gran amplitud de registro – con lucidos y brillantes agudos- y un timbre de gran belleza y calidez. Todo ello servido y matizado por una técnica impecable, elegancia en el gesto y un delicioso sentido musical, una conjunción difícilmente igualable en otros cantantes de su generación. 

Para la ocasión que nos ocupa, el tenor presentó, de acuerdo con su tesitura, un programa integrado por una cuidada selección de fragmentos líricos de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, sin olvidarse de su tierra natal con tres bellas canciones peruanas. En la primera parte, después de mostrar un lucido y elocuente estilo mozartiano con el aria de Alessandro “Si spande al sole in faccia” de Il re pastore, puso todo su sentido y acentos musicales en la deliciosa aria de Paolino de Il matrimonio segreto. La exquisitez de su fraseo y la elegancia de su canto brillaron especialmente en las dos arias de la versión parisina del Orfeo de Gluck, con una emotiva “J’ai perdu mon Eurydice”, cerrando esta primera parte con una magistral exhibición de agilidad, agudos y nobleza belcantista ante el escabroso fragmento vocal “La speranza più soave” de Semiramide. La expresividad y la belleza de su canto, así como la gran virtud de superar los pasajes más inclementes con aparente facilidad y extrema elegancia, le valieron una inmensa ovación antes del descanso.

Abrió la segunda parte, una apasionada y refinada interpretación del aria de Tebaldo de I Capuleti e i Montecchi, para seguir con tres canciones peruanas cantadas con toda su intención y expresividad  vocal, siendo aplaudidas enérgicamente por el auditorio. El programa culminó con música de Donizetti, para lo cual J. D. Flórez puso nuevamente todos sus recursos canoros para ofrecer un conmovedora lectura de “Una furtiva lacrima” y rubricar apoteósicamente los nueve dos de pecho de La fille du régiment. El público dio rienda suelta a su entusiasmo, ovacionando al tenor durante 25 minutos de reloj con una lluvia de aplausos, bravos y todo tipo de expresiones y manifestaciones de afecto – hubo hasta una esporádica que “salto a la escena” para abrazar al artista-, a lo que el cantante respondió regalando cuatro bises al entregado auditorio.

De este modo prolongó el programa del recital con nada menos que el final del rondó del Barbero, una antológica “La donna è mobile”, una hermosa y sentida canción de Tosti y con la vibrante jota – prodigada en grandes ocasiones por Alfredo Kraus- de la zarzuela de Serrano, El trust de los tenorios. Con todo esto, ante la insistencia de los aplausos de una parte del público que se resistía a abandonar la sala, después de saludar repetidas veces, dedicó unas sentidas palabras de agradecimiento, prometiendo volver en breve a la capital catalana. La intervención de  Vicenzo Scalera al piano, a pesar de no deslucir el canto de Flórez, no estuvo al nivel de la elegancia y el bon faire del tenor peruano.