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Número 58º - Noviembre 2.004


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EL "TRISTÁN" DE THIELEMANN

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

El gran éxito de crítica y público del montaje de Tristán e Isolda que dirigió Christian Thielemann en la Ópera de Viena el pasado 2003 ha dado origen a la comercialización de la grabación sonora del mismo; dicha grabación se ha convertido así en el primer drama musical wagneriano completo que se publica bajo la batuta del aún joven maestro berlinés, considerado por gran parte de los aficionados como el mejor director wagneriano de la actualidad tras su revelación en Bayreuth el año 2000 con Los Maestros Cantores.

Un proyecto anterior de la Deutsche Grammophon de grabar en estudio este mismo título (Maestros) con un reparto de lujo entre los que se encontraban los nombres de Terfel, Heppner y Quasthoff fue abandonado sin más explicaciones; quizás para compensar esta frustración es por lo que la DG ha decidido distribuir este registro, a pesar de no tratarse de una producción propia, sino (tal como se indica en la información que acompaña a los discos) de la propia Ópera de Viena, y grabada por los micrófonos de la Radio Austríaca (ORF). Dada la tecnología que tienen actualmente las emisoras de radio, la toma de sonido ha resultado de gran calidad, con limpieza, claridad y la suficiente dinámica; queda, no obstante, la duda de si los ingenieros de la DG hubieran conseguido algo aún superior.

El inconveniente de una producción de este tipo no es, en cualquier caso, su toma de sonido, sino el tener que atenerse al reparto que canta la producción de un teatro, sin la posibilidad de reunir en estudio un reparto "all-star"; pero las discográficas están en crisis, el coste de grabar una ópera en estudio es muy alto, y tales proyectos parece que habrá que mirarlos como algo que sólo en el pasado fue posible; habrá que ir pensando que el poner los micrófonos en un teatro y grabar una función "tal cual" puede ser la única forma de que hoy día se siga grabando ópera; incluso ni siquiera eso, no grabando nada propio, sino aprovechando lo ya grabado por una emisora de radio, aunque ello ponga a la Deutsche Grammophon a la misma altura que Orfeo d'Or. Por cierto, que el libreto indica solamente "grabado en mayo de 2003" sin especificar día, lo que puede querer dar la idea de que se han buscado las mejores tomas, mezclando las de días distintos; por mi parte, no he conseguido descubrir diferencias sustanciales con la función del 25 de mayo, día del estreno de esta producción, transmitido por la ORF y que estaba disponible en los habituales lugares de intercambios que pululan por Internet.


Pero antes de adelantar nada sobre el reparto, parece que se impone hablar sobre la dirección, pues aquí "el director es la estrella". El estilo de Thielemann bien puede reconocerse como "típicamente alemán": profundidad de concepto, flexibilidad del tempo con uso abundante del rubato, uso de la transición para que nunca se note un "cambio brusco", notas largas muy prolongadas, contundencia en algunas explosiones sonoras... Con todo no se queda Thielemann en un mero "Kapellmeister", pues tiene aportaciones originales, y la que más llama la atención es la tímbrica tan sensual que extrae de la orquesta, un verdadero prodigio de belleza sonora que nos hace pensar en Carlos Kleiber o, quizá más aún, en como lo haría el Karajan de los últimos años; parte del mérito corresponde, claro está, a la propia orquesta, que es la Filarmónica de Viena con otro nombre. Es posible, ciertamente, que tanta dulzura pueda llegar a ser empalagosa, pero de momento esto no nos ha sucedido, después de escuchar varias veces esta versión.

Después de un Preludio enormemente poético y delicado (claramente superior al grabado por él mismo en 1997 para DG en un disco de Preludios y Oberturas con la Orquesta de Filadelfia), el primer acto transcurre hasta la bebida del filtro a un tempo muy lento, casi podría decirse que letárgico, lo que supone una apuesta de elevado riesgo por parte del director, pues podría originar el tedio en algún oyente. Sin embargo, es digno de reseñarse cómo Thielemann (que sabe lo que se hace y parece dominar la obra) consigue evitar este riesgo destacando detalles aquí y allá, que mantienen el "suspense" dando la impresión de que algo grave está a punto de suceder. A partir de la bebida, por el contrario, el tempo se hace velocísimo y el final es casi enloquecido.

Los dos siguientes actos, dentro de un nivel alto, parecen ir de más a menos, y así en el segundo aún advertimos algún detalle precioso (como que la música inmediatamente anterior al encuentro de Tristán e Isolda -y que es la misma que suena en el preludio del acto- imite los latidos de un corazón) dentro de una concepción de tempi similar a la del primero: estatismo en la escena inicial de Isolda y Brangäne, rapidez enloquecida en el comienzo del dúo, de nuevo estatismo en la escena donde entra Marke... También encontramos algún detalle que nos ha gustado menos, lo cual tampoco tiene nada de extraño pues Thielemann aún es joven (45 años) y sin duda irá mejorando con el tiempo; así, las explosiones sonoras que hay, por ejemplo, al comienzo del dúo, nos parecen demasiado efectistas, como buscando una grandiosidad "cósmica". Un recurso que también es usado en el tercer acto, el cual es posiblemente el que se hace más pesado, tal vez por pretender darle una atmósfera "recargada".

Buscando un sentido para el concepto de Thielemann (y aun admitiendo esto como mera especulación personal) se nos ha ocurrido el de "la bebida del filtro como un despertar a la realidad": lo anterior a la bebida no es el mundo real, es un sueño donde Tristán e Isolda intentaban engañarse mutuamente haciéndose creer que se odiaban, cuando ya estaban enamorados. De ahí el tempo "letárgico", que también se aplica a Isolda cuando está separada de Tristán en el segundo acto, la vida sin él no es la vida real.

Puede ser de interés el comparar la dirección de Thielemann con la de su presunto rival actual entre los directores wagnerianos, Daniel Barenboim. El Tristán grabado por el músico argentino en 1995 está justamente considerado como su mayor logro como director en un estudio de grabación, pues posee numerosas cualidades: la pasión desbordante; el carácter conflictivo, "hirviente" de la obra llegando a veces casi hasta la rabia o la histeria; la atención minuciosa a cada detalle, mimándolos con una "morosidad" a la que no es ajena la sobresaliente prestación de la Filarmónica de Berlín; la capacidad de expresar también lo misterioso o lo amenazante... y todo ello dentro de un tempo que no corre el riesgo de aburrir a ningún oyente. Pues aún así, Barenboim carece de algo en lo que Thielemann le podría dar lecciones: precisamente la sensualidad sonora, esa dulzura tímbrica que parece lógica si lo que se trata es de narrar una historia de amor y no de crímenes, y que nos parece el punto más débil de la dirección de Barenboim, junto con algún tempo discutible que no favorece precisamente a los cantantes (por ejemplo, el hacer cantar a su Marke, Matti Salminen, su monólogo del acto 2 casi "a la carrera"). Aunque lo más objetable del Tristán de Barenboim posiblemente sea la toma sonora, que potencia hasta lo irreal las voces de los cantantes, mientras que en la de Thielemann, al estar grabada de una representación, el equilibrio entre orquesta y voces suena más "auténtico".


En lo que el Tristán de Barenboim sí supera ampliamente a este de Thielemann es en el reparto, lo que hace que la versión del argentino siga en cabeza entre los "Tristanes" grabados en digital. Entre los cantantes que aparecen en la presente grabación DG, de destacar dos serían la Isolda de Deborah Voigt y el Marke de Robert Holl. Voigt no es una soprano como la que pide un papel como Isolda, mucho más dramático, pero al menos su gran caudal de voz le permite cantar a la princesa de Irlanda sin problemas y aun con cierta belleza vocal; el cierto estatismo de su personaje hay que achacárselo más bien a la dirección que a ella. Holl tiene la voz ya muy gastada, pero es muy humano y aún logra conmovernos en su monólogo con lo que le queda; al menos aquí la dirección le apoya y no le "castiga" como hace Barenboim con Salminen.

Si aun en estos dos casos pueden preferirse los cantantes del reparto de Barenboim (Meier y Salminen), en el resto la diferencia es ya abismal. Descendiendo en el nivel de excelencia, encontraríamos a la Brangäne de Petra Lang, un tanto cursi y redicha, quizás debido a que la puesta en escena (de la que se incluyen fotos en el libreto) la convirtió en algo parecido a una típica institutriz de la época victoriana; y el Tristán de Thomas Moser, antiguo tenor lírico mozartiano pasado a los papeles de Wagner, que cumple con unos mínimos de dignidad pero cuya voz poco agraciada y sin refinamiento difícilmente entusiasmará a nadie; también hay que reconocer que era su debut en el personaje, y tal vez lo mejore en unos años. Bajando más aún, encontramos unos secundarios extremadamente mediocres, sobre todo el Marinero de Dickie y el Melot de Nieminen (que es incapaz de cantar su corto papel), y aún queda lo peor: un Kurwenal (Peter Weber) realmente indigno de figurar en una producción de un sello como DG, y que a buen seguro no hubiera aparecido si esta grabación llega a hacerse en los "años dorados" de la firma. Muy correcto el coro.

Da la casualidad de que Deutsche Grammophon tiene contrato en exclusiva con el mejor Tristán de la actualidad (y de las últimas décadas), Ben Heppner, y también con el barítono Thomas Quasthoff, quien tal vez pudiera ser el mejor Kurwenal del momento si cantase el papel. Unidos al Rey Marke de un René Pape, a la Brangäne de una Von Otter y a la Isolda de, quizás, una Violeta Urmana (que ha debutado este mismo año en el papel), redondearíamos un reparto a la altura de los más grandes. Pero claro, no hay dinero para algo así, y a Heppner le usan en tareas tales como grabar canciones de Tosti.

En resumen, un Tristán importante por lo que es, la carta de presentación del director wagneriano por excelencia de la actualidad, pero que deja algo de frustración por lo que pudiera haber sido de juntarse un reparto mejor. En conjunto, la primera opción en sonido digital sigue siendo, como se ha dicho, la de Barenboim, y yendo más atrás, las grandes de todos los tiempos continúan siendo las mismas: Furtwängler-EMI, Böhm-DG, Reiner-1936, Karajan-1952, Jochum-1953; la de Thielemann estaría en el grupo de aquellas que, sin ser redondas, al menos tienen alicientes o "aciertos parciales" para que ningún wagneriano las deje escapar: un grupo cuyo representante más ilustre bien puede ser la admirable pero irregular versión de Knappertsbusch, y donde entrarían también interpretaciones como las de Bernstein para Philips o Carlos Kleiber para la misma DG.



REFERENCIAS:

WAGNER: Tristán e Isolda
Thomas Moser (Tristán), Deborah Voigt (Isolda), Robert Holl (Rey Marke), Peter Weber (Kurwenal), Petra Lang (Brangäne), Markus Nieminen (Melot), Michael Roider (Un pastor), In-sung Im (El piloto), John Dickie (Un joven marinero)
Coros de la Ópera Estatal de Viena (director del coro: Ernst Dunshirn)
Orquesta de la Ópera Estatal de Viena
Director: Christian Thielemann
DG 474 974-2 (3 CD's)