Revista mensual de publicación en Internet
Número 58º - Noviembre 2.004


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INCREÍBLE, PERO CIERTO 

Sevilla, 26 de noviembre. Sciarrino: Vanitas. Marina Makhmoutova, mezzosoprano. Tomás Muñoz, director de escena. Jerez, 27 de noviembre. Teatro Villamarta. Marco: Segismundo. David Azurza, contratenor. José Luis Temes, director musical. Gustavo Tambascio, director de escena.

Por Fernando López Vargas-Machuca.

Aunque pueda parecer mentira, ha sido toda una venturosa realidad que nos llena de ilusión: en un plazo de tan sólo dos días consecutivos se han podido ver en escena sendas "óperas contemporáneas" en ciudades tan conservadoras como Sevilla y Jerez, y además con una presencia de público -sobre todo en la ciudad gaditana- más abundante de lo que podía esperarse en espectáculos de semejante naturaleza. Un paso tan esperado como necesario para la imprescindible normalización de la vida musical de las tierras andaluzas, normalización que supone -entre otras muchas cosas- ir intercalando entre el grueso de la programación un número relativamente abundante de páginas bien representativas de las diversas tendencias musicales de estos días. Nuestra más calurosa felicitación por tanto a los responsables del Maestranza y del Villamarta por la feliz iniciativa. Otra cosa, claro está, son los resultados que en cada caso se puedan obtener, y como apoyar tales propuestas no implica obviar la crítica constructiva, tenemos que reconocer que ninguno de los dos espectáculos que hemos visto ha logrado satisfacernos en esta ocasión.

Escrita para conjunto formado por soprano, violonchelo y piano, y presentada en la Piccola Scala de Milán en 1981, Vanitas es la primera de las óperas compuestas por el siciliano Salvatore Sciarrino (Palermo, 1947), reconocido como uno de los grandes nombres de la músicas de nuestros días. Hay quien dice que sigue siendo la mejor de todas. Puede ser, pero desde luego a quien esto suscribe, sintiéndose fascinado por la buena música contemporánea, no le ha parecido ninguna obra maestra. Ciertamente esta página, más una sucesión de lieder (sobre textos de los más variopintos autores) que una ópera propiamente dicha, posee indudable personalidad y apunta en direcciones muy interesantes en su estudio de la relación entre la música y el vacío, pero no la encuentra lo suficientemente rica en significaciones y sí un poco -o bastante- reiterativa a lo largo de sus casi sesenta minutos de duración. La interpretación no ayudó gran cosa: Marina Makhmoutova (miembro del Coro del Teatro Real de Madrid) estuvo muy correcta en su difícil parte, pero la pianista María Luz Rivera y el chelista José Luis Obregón dejaron bastante que desear. En todo caso, aplausos para los tres por su entregada labor defendiendo esta música, tan difícil de interpretar en buenas condiciones como dura de escuchar, y aplausos también para el director de escena y escenógrafo Tomás Muñoz por su modesto y limitado pero en todo caso solvente trabajo.

Si en Sevilla tuvimos pues una música interesante sin más servida en interpretación discreta, en Jerez al día siguiente nos encontramos con algo muy diferente pero igualmente insatisfactorio: la más que notable realización de una idea tan pretenciosa y molesta como la pergeñada al alimón por Tomás Marco y Gustavo Tambascio para el Segismundo (sobre La vida es sueño de Calderón de la Barca) que ambos presentaron en mayo de 2003. La música resulta aburrida y pobre de ideas, caminando desigualmente entre momentos sugestivos (no podíamos esperar menos de quien en muchos sentidos "se las sabe todas"  en lo que a música contemporánea se refiere) y momentos que rozan el ridículo. La escena, por su parte, no es más que un tremendo desmelene de ese por otra parte excelente profesional de la escena que es Tambascio, quien aquí -secundado de principio a fin en sus planteamientos por el escenógrafo Jesús Ruiz- se entrega al narcisismo y a la pretenciosidad, aunque tampoco podemos regatearle  algunas buenas ideas y, desde luego, una realización meticulosa y bien trabajada. Muy sólido el grupo de cámara (violonchelo, clarinete, piano, sintetizador y percusión) magníficamente dirigido por ese admirable campeón de la música de nuestros días que es José Luis Temes, muy sólida la labor del contratenor David Azurza encarnando al protagonista y buen equipo de actores (Carmen Godoy, Jorge Merino y Guillermo Amaya) que hizo funcionar la propuesta francamente bien.

El público (que contaba con visitantes ilustres: Emilio Sagi en Vanitas y el propio Tomás Marco en Segismundo) reaccionó con la frialdad en ambos casos. No podíamos esperar menos tratándose del repertorio que se trata: ni contando con música excelente e interpretaciones soberbias se podría esperar más. Sea como fuere, y sin olvidar todos los reparos que hemos puesto a estas dos semi-fallidas veladas musicales, volvemos a aplaudir la iniciativa y a todos cuantos han puesto de su parte para que se hayan hecho realidad. Y a esperar que el futuro se continúe en la misma línea, aunque acertando más en lo que a la elección de obras y/o intérpretes se refiere.

 

Web del Maestranza: www.teatromaestranza.com

Web del Villamarta: www.villamarta.com