Revista mensual de publicación en Internet
Número 43º - Agosto 2.003


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

GRANDES MOMENTOS
Sección del Apócrifo

Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.
E
s difícil imaginar cómo se debe sentir un compositor en el instante en el que ha terminado una pieza sabiendo que es una obra maestra. El proceso de creación debe tener multitud de situaciones interesantes, algunas de las cuales se tratan en el artículo de este mes.

La hoja en blanco. La primera gran barrera que debe sortear cualquier creador que pretenda comenzar un proyecto nuevo. El color blanco como las nubes en un cielo azul, como las velas de un velero, como la paloma de la paz,... Seguro que ninguna de estas cosas pasa por la mente del compositor. En cualquier caso la angustia de la primera nota, la incertidumbre de hilar los primeros acordes,... Vamos, que ni nubes, ni barcos, ni nada que se le parezca. Como mucho pensar en el crucero que me voy a pegar por el caribe con los derechos de autor de la canción (claro está, en caso de que estemos hablando de un compositor famoso o de una verdadera obra maestra).

Cuando por fin esa idea abstracta que vagaba por la mente sin saber muy cómo salir al mundo real se decide a mostrarse en una forma "material". El proceso ya esta en marcha y sólo una complicación en el parto podría impedir un feliz desenlace.

El primer boceto ya esta listo, pero hay algo que no termina de encajar, no suena exactamente igual que se imaginaba en un principio. En una cabeza como la mía seguro que una reproducción mental sonaría estupendamente, puesto que es grande y con mucho espacio libre. Una caja de resonancia realmente inmejorable. Pero no nos desviemos del tema principal, para que el resultado sea lo que se esperaba de él hay que hacer algunos arreglos que doten de brillantez una composición inicialmente "sosa".

Cinco bocetos más tarde y un par de ataques de nervios (según casos) es posible que se tenga una versión pseudo definitiva de la obra final. Ahora el resultado es mucho más satisfactorio, se puede oír una y otra vez sin que por ello te canses de hacerlo. De hecho los vecinos te recuerdan que ya se saben la melodía igual de bien que tú de las veces que la han tenido que oír. Eso te convierte en un vecino ilustre ya que todo el mundo se sabe tu nombre e incluso lo grita en ocasiones.

Pero bueno, todo los esfuerzos se ven recompensados con creces cuando por fin un auditorio emite su veredicto en forma de aplausos durante varios minutos. Es en ese momento cuando se es (o me imagino que se debe ser) consciente del verdadero éxito de la obra. Sobre todo cuando descubres al vecino del primero que te aplaude en un palco del primer piso.

El resto ya se convierte en rutina: millones de discos vendidos, tú y tus descendientes pueden vivir con lo que rinden los derechos de autor, eres homenajeado por donde quiera que vas, las mujeres se rinden a tus pies (y a tu cuenta corriente),...

Y justo cuando todo se vuelve confuso y la fama comienza a distorsionarlo todo de forma que no se pueda distinguir la realidad de la ficción en el momento en el que se debe volver la vista atrás y recordar el camino que te ha llevado hasta el punto en que te encuentras. Buscas remontarte en el tiempo y entonces sonríes. Ya recuerdas dónde comenzó todo: en la hoja en blanco.

Después de una gran composición, por buena que sea, siempre se debe intentar componer otra aún mejor que la anterior:

"Lo mejor siempre está por llegar"

Nota del editor: El editor suscribe esta última frase y la hace suya también.