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Número 50º - Marzo 2.004


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Comentario a los conciertos celebrados en el Festival Pórtico Musical de Semana Santa de Zamora

Por Elisa Rapado. Lee su curriculum.

Para todos los amantes de la música antigua siempre es de agrado la noticia de un nuevo festival especializado en esta rica y variada parcela de la música. Sin embargo, y a pesar de esta primera reacción también se despierta un cierto pesimismo, la inquietante duda acerca de cuánto durará en activo el nuevo festival, es decir, si dispondrá de un presupuesto aceptable y solidez musical suficiente como para abrirse hueco en el mundo musical y convertirse en una estable referencia artística. En el caso de este nuevo festival, la calidad de los grupos es extraordinaria, ya que se trata de primeros referentes a nivel nacional e internacional, y así se ha podido comprobar a lo largo de las tres primeras jornadas. 

En estos días, y al abrigo de la idea de Pórtico[1] (como marco de celebración de la fiesta grande de esta ciudad) se ha creado un ciclo de carácter temático, en el que la idea de Paraíso ha servido de hilo conductor para reunir los seis conciertos. Cuando se escriben estas líneas son tres los que se han celebrado, en la iglesia de San Cipriano, una pequeña joya del románico castellano, cuyas capacidades acústicas han sido señaladas por todos los intérpretes que cantaron o tocaron en ella en la edición del pasado año. Esta particularidad acústica pudimos disfrutarla ya desde el primer acorde del Magníficat de Orlando di Lasso, pieza con la que The Tallis Scholars comenzaron su concierto el viernes 19 de Marzo, bajo el título Miserere Mei, Deus.

Los dos compositores Lasso y Des Prez, servidos con la precisión de relojería y exquisita corrección de los Tallis quizá a algunos se nos antojaron un poco fríos teniendo en cuenta que fueron flamencos y no romanos. El perfeccionismo del que hace gala el conjunto encontró mayor acomodo en la obra de Palestrina. Ello no impidió que uno de los momentos más emocionantes del concierto fuera la interpretación del dificilísimo Miserere de Allegri, ejemplo de la policoralidad romana. Aunque las dimensiones de San Cipriano distan mucho de la Capilla Sixtina para la que fue escrito este Miserere, fue un gran acierto situar el doble coro y recitador en diferentes lugares de la iglesia. Cabe destacar en este punto, la buena labor del tenor en su recitado.

Otras crónicas del hecho, publicadas en diferentes medios de comunicación de la región, se han referido con términos menos elogiosos al conjunto, en particular a las voces agudas. Desde mi punto de vista, aunque es cierto que existen diferentes técnicas vocales en la cuerda de soprano, el resultado no es desigual y, en todo caso, cualquier irregularidad palidece en comparación con la autenticidad y rigor de las interpretaciones. La célebre Misa del Papa Marcelo también estuvo llena de momentosb brillantes para recordar, aunque quizá el pueblo zamorano se llevó la mayor alegría y sorpresa en el regalo de un bis del Padre Alcacer, un Miserere, que un coro popular interpreta ante el Cristo Yacente en la noche de Jueves Santo.

La jornada siguiente, la del 20 de Marzo, era de carácter más festivo. El programa giraba en torno al Stabat Mater de Antonio Vivaldi, y su interpretación corría a cargo de la Tempesta de la Orquesta Barroca de Sevilla. En sus casi diez años de historia, era la primera vez que la orquesta se presentaba en Zamora, y lo hizo con dos solistas de mucho calibre, el contratenor Carlos Mena y el flautista Guillermo Peñalver. Constatamos con sorpresa cómo las orquestas barrocas españolas tardan bastante más en afinar que las extranjeras, a pesar de la justificación del conciertino y director, Pablo Valetti, que comentó al público la dificultad de afinar con cuerdas de tripa. Esto carecería de importancia si no fuera porque otros conjuntos europeos, que también interpretan con instrumentos y cuerdas originales no tardan tanto en afinar y sin embargo, en el transcurso de las piezas, son algo más precisos. Fuera de estos pequeños errores, fue fácil disfrutar de un programa atractivo y muy bien construido, compuesto por obras de Vivaldi y ambos Scarlatti.

La orquesta Barroca de Sevilla es un buen conjunto y consiguen dotar de interés todo cuanto tocan. No obstante, sus músicos son mejores solistas que acompañantes. Un exceso de presencia orquestal acompañó tanto a la voz como a la línea de la flauta. Quizá por eso las mejores intepretaciones de la orquesta me parecieron el Concierto da Chiesa de Charles Avison-Domenico Scarlatti (magnífica obra, por cierto) y la sinfonía inicial "L'Olimpiade", de Vivaldi. Por su parte, Carlos Mena supo extraer la mejor persuasión de su limpia voz en las dos arias "Vuo il castigo",  y "L'innovenza peccando perdeste", del oratorio Il primo omicidio de Vivaldi. Guillermo Peñalver sobresalió especialmente en el sorprendente concierto vivaldiano en Sol menor, subtitulado "La Notte". Su capacidad para las dinámicas sutiles y enfrentadas tuvo en esta obra una gran aliada.

La tercera jornada, la del Domingo 21, fue quizá la más irregular. Por una parte, al adelantarse el concierto a las seis y media de la tarde, parte del público acudió a la hora de los restantes conciertos, las ocho y media, para encontrarse la puerta cerrada. Por otra parte se echó en falta un descanso que articulara el programa, titulado "Misa Peregrina. La puerta del Paraíso" en dos partes.

El conjunto Speculum fue responsable de la interpretación de un programa (de nuevo coherente y bien ordenado) ambientado casi exclusivamente en el siglo XIV. Estaba prevista la actuación de Alfredo Barrales como vihuelista de arco, pero fue finalmente sustituido por una joven que presentó el director, Ernesto Schmied, cuyo nombre no consta en los programas. Tal vez fuese avisada con muy poca antelación, ya que en gran parte de las piezas todos los intérpretes improvisaban de acuerdo con el ritmo y el carácter de las líneas, y ella fue la única que se abstuvo de improvisar.

En el caso de un conjunto de música de cámara, sea de la época que sea, opino que es tan importante el planteamiento musical de las piezas como la forma de llevarlo a cabo todos juntos. En un auténtico conjunto de cámara la música va unida más allá de los límites de la barra de compás (o, puesto que en esta época aún no se había inventado, de los precisos y variados esquemas rítmicos de Pedro Estevan), y la respiración de los músicos siempre va unida. Fuera por falta de ensayo, por haber tenido que cambiar a uno de los músicos o tal vez por la complejidad añadida de interpretar con un solista, el caso es que el nivel camerístico de estos músicos no estuvo a la altura de lo que cabía esperar. Había, en todo caso, piezas en las que se veía un mayor entendimiento, además de un profesionalismo prácticamente a toda prueba, si partimos de que lo escrito en el siglo XIV apenas ocupaba un tercio de la duración de las interpretaciones. El resto eran aportaciones de los propios intérpretes, con criterios no aclarados en las notas al programa, pero sin duda no muy distintos de los empleados en el conjunto Hesperion XXI, del que forman parte si no todos estos músicos, seguramente la mayoría. En todo caso, eran improvisaciones de extraordinario interés y musicalidad, si se me permite la comparación, se trataba de un formidable jazz del siglo XIV, en el que destacaron por su creatividad e interés tanto Ernesto Schmied a la flauta como Juan Carlos de Mulder en la cuerda pulsada y Pedro Estevan en la percusión. Este último es quizá uno de los talentos más interesantes de nuestro país.

La voz de Lambert Climent fue un elemento tanto de dialéctica como de unión, en piezas del Llibre Vermell, el códice de las Huelgas o Francesco Landini. Dialéctica en cuanto a conversación con los instrumentistas, unión por la inevitable subordinación de la música del siglo XIV al canto, esclava por aquel entonces de la palabra. Como buen músico formado en diferentes repertorios, Lambert Climent fue eficaz en todo momento. 

En resumen , el concierto terminó pronto, y aunque el público echó en falta algo más de calidez y cercanía, hay que decir que el resultado conseguido fue muy notable, como era de esperar. No nos queda sino esperar que en las próximas jornadas, el nivel se mantenga e incluso supere lo escuchado hasta ahora.

Por otra parte, y, a pesar de que el grueso del Festival lo forma la música Antigua, es de esperar que, en sucesivas ediciones se cuente con grupos de interpretación de otras épocas de la música clásica, de la misma forma que no se ha prescindido de música de temática no religiosa, así como de música instrumental. Esa es una de las direcciones en las que el festival podría evolucionar a lo largo del tiempo. Otras líneas de desarrollo para este proyecto podrían ser la integración de la música antigua en más épocas del año, o la creación de un curso o escuela temporal de interpretación histórica en la ciudad. El tiempo lo dirá.

No nos queda sino desear desde estas páginas que la celebración de este valioso acontecimiento musical se convierta en un punto de referencia en nuestra actualidad y sea el germen de proyectos similares en otras provincias.

Para mayor comodidad de nuestros lectores,  hubiéramos querido incluir en esta página la programación de los conciertos, pero no ha sido posible, a causa de incompatibilidades del sistema informático. No obstante, se puede encontrar más información en la Revista Goldberg en su edición electrónica www.goldbergweb.com. Allí encontrarán también enlaces a la propia página del festival.


 

[1] Queremos destacar aquí la acertada elección del término “Pórtico”, pues tanto hace referencia al propio festival como a la arquitectura de la ciudad en que se desarrolla, en la que conviven diferentes manifestaciones del románico en forma de catedrales e iglesias pequeñas y medianas, con sus naves, ábsides y pórticos.