Revista mensual de publicación en Internet
Número 41º - Junio 2.003


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UN RECUERDO A ANGEL-FERNANDO MAYO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


El pasado día 14 de junio fallecía en Madrid uno de los críticos musicales más respetados de España, Angel-Fernando Mayo Antoñanzas, considerado unánimemente como la máxima autoridad española en Wagner. Nacido en Madrid el 12 de noviembre de 1939, Mayo se sintió atraído por Wagner desde su juventud, y decidió conocer el mundo wagneriano "in situ" en el Festival de Bayreuth, a donde acudió en 1962, con 22 años, recién terminada la carrera de Derecho; la forma de pagarse entonces las entradas y la estancia en Bayreuth fue el trabajar en el propio Festival como tramoyista, algo en lo que ya tenía experiencia, pues también había trabajado como tal en el madrileño Circo Price. Esto, que puede parecer una mera anécdota, es en realidad representativo de la personalidad de Mayo como crítico, basada en no deber favores a nadie (medios de comunicación, sellos discográficas, etc.) para no perturbar su independencia de criterio.

Así, cuando hacia 1975 comienza a escribir en la revista "Ritmo" sobre Wagner, su primer artículo es para reivindicar al más grande director de orquesta wagneriano de todos los tiempos, fallecido diez años atrás: Hans Knappertsbusch, un nombre por aquel entonces injustamente olvidado incluso entre los críticos, que en lo que a Wagner se refiere se limitaban a loar las nuevas grabaciones que iban apareciendo de Karajan y Solti. En 1976, al cumplirse el centenario de la inauguración del Festival de Bayreuth con la primera representación del Anillo del Nibelungo, será cuando publique en "Ritmo" una serie de cinco artículos que consolidarán su fama como experto en Wagner, con el título Cien años del Festival de Bayreuth. Ese mismo año, el estreno de la nueva y "revolucionaria" producción del Anillo firmada por Boulez y Chéreau marcará el inexorable declive artístico del Festival, algo que será duramente criticado por Mayo, que lo había conocido en sus momentos de esplendor, mientras que otros críticos (que debían sus entradas a la organización del propio Festival) hallarán muchos más aspectos positivos en la nueva situación.

Los artículos de Mayo fueron apareciendo en revistas, programas de mano, periódicos, suplementos de periódicos, etc. De ellos, los más conocidos son los que escribió para la ya mencionada "Ritmo" (de la que fue subdirector desde 1977 hasta 1981, y continuó escribiendo en ella en los 80 y principios de los 90, principalmente reseñas discográficas), más tarde para "Scherzo", y en sus últimos tiempos el medio de comunicación preferido con sus lectores era el Boletín mensual de novedades discográficas de DIVERDI, la empresa que importa a España, entre otros, muchos sellos de grabaciones "en vivo". Sus temas abarcaban no sólo a Wagner; otros compositores de su preferencia sobre los que escribió en abundancia eran Bruckner, Berlioz, Richard Strauss, y en general los compositores de la escuela germánica a partir de Beethoven. En cuanto a intérpretes, dedicaba especial atención, lógicamente a los wagnerianos: directores como Knappertsbusch o Furtwängler, cantantes como Flagstad, Mödl, Varnay, Windgassen o Hotter, o escenógrafos como Wieland Wagner, cuyas puestas en escena en el Bayreuth de los años 60 tuvo ocasión de presenciar para luego compararlas con lo que vino después.


En 1981, Mayo escribe el capítulo dedicado a Wagner de la "Enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores", lo que puede considerarse su primer libro publicado; como autor, no repetirá hasta 1998, en que Ediciones Península publique su Richard Wagner. Discografía Recomendada. Obra completa comentada, que conoció una segunda edición revisada en 2001. La inmensa mayoría de los libros que ha publicado son como traductor, realizando una labor impagable de difusión en castellano de Wagner y de la cultura germánica en general. A él le debemos la traducción al castellano de la biografía de referencia de Wagner, la escrita por Martin Gregor-Dellin (Alianza Editorial, 1983; segunda edición revisada en 2001); también de textos del propio Wagner, como la primera traducción completa al castellano de Mi Vida, la autobiografía que escribió Wagner a petición del rey Luis II de Baviera (Ediciones Turner, 1989); o el libro donde Wagner plasmó de forma más completa sus ideas artísticas, Ópera y Drama (editado por la Consejería de Cultura de Junta de Andalucía en 1997); o la colección de escritos del joven Wagner durante su primera estancia en París, publicados bajo el título Un músico alemán en París (Muchnik Editores, 2001). También tradujo todos los libretos escénicos de Wagner, traducciones que eran revisadas periódicamente para "pulirlas" y perfeccionarlas cada vez más; en 1986, Ediciones Turner publicó en 4 volúmenes su versión bilingüe del Anillo del Nibelungo, y Ediciones Daimon llegó a publicar El Holandés Errante (1986, reeditada por Cátedra en 1992) y Los Maestros Cantores (1982). El resto pueden hallarse en programas de mano del Teatro Real, el Liceo, el Auditorio de Valencia, etc.


Aparte del campo wagneriano, Mayo es el autor de la traducción de El maravilloso mundo de la música de Kurt Pahlen, las Cartas de Schoenberg, la biografía de Hanns Eisler escrita por Albrecht Betz o La disputa por el sargento Grischa de Arnold Zweig. Entre las publicaciones que tenía en preparación, y de las que tal vez alguna se publique póstumamente, estaba la traducción de dos libros con textos de Furtwängler, las memorias de Karl Böhm (que al parecer tradujo enteras para su "uso personal") y una biografía de Knappertsbusch que el propio Mayo llevaba años preparando. No hay que olvidar sus traducciones de numerosos textos cantados, tanto para programas de mano como para distribución en formato disquete por la propia empresa DIVERDI (acompañando siempre a un CD que contuviera una grabación de esa obra) e incluso para el subtitulado electrónico de óperas en formato video. Ya en 1983, cuando Televisión Española emitió la filmación del por él tan criticado Anillo de Chéreau-Boulez, la traducción subtitulada era la suya, y antes de la emisión del Oro del Rhin se le pudo ver participando junto a otros críticos en un debate televisado sobre Wagner. Siguieron otras emisiones de óperas por TV como el Anillo o el Tristán de Barenboim, emitidos por Canal+, o el Tannhäuser desde el Teatro Real, en escenificación de Werner Herzog. El último episodio dentro de esta actividad lo representó el subtitulado en castellano de DVDs editados por Deutsche Grammophon, como los de La Walkyria dirigida por Levine, Arabella por Thielemann, o El Murciélago y El Caballero de la Rosa por Carlos Kleiber; los que hayan visto este último seguramente no olvidarán que la traducción de los modismos vieneses de las "clases populares" se hacía mediante sus equivalentes en el habla "castiza" del Madrid zarzuelero.

Hay que mencionar también sus colaboraciones para Radio Clásica, de Radio Nacional de España (antes Radio-2), de las que recuerdo el serial sobre la vida de Wagner en 1983 (año del centenario de su muerte) que se apoyaba en la recién traducida biografía de Martin Gregor-Dellin; en el Festival de Bayreuth de 1985 se le pudo escuchar como comentarista, e incluso preparó para la radio una "Guía" de los leit-motiv de la Tetralogía, en la línea de la famosa de Deryck Cooke; más adelante llegarían "Un director: Hans Knappertsbusch" (en 1988, por el centenario de su nacimiento), "Voces Wagnerianas" (que recorría las óperas y dramas de Wagner presentando los más destacados intérpretes que cantaron cada una) y en 2001, "Kna en el siglo XXI" (un nuevo ciclo dedicado a Knappertsbusch, mucho más amplio que el de 1988, al disponerse de mucha mayor cantidad de ediciones en CD). Su última intervención en la radio fue en 2001 para presentar la grabación "en vivo" de la Novena Sinfonía de Beethoven dirigida por quien Mayo consideraba el heredero legítimo de los grandes directores alemanes del pasado, Christian Thielemann; un descubrimiento que se había producido en el Festival del 2000, cuando Mayo le escuchó los "Maestros Cantores" mejor dirigidos que había presenciado en su vida.

Precisamente figuras como Thielemann, o cantantes como el tenor Ben Heppner, el barítono Thomas Quasthoff o, unos años antes, la mezzo Waltraud Meier (que también ha cantado papeles de soprano), son los que permitían esperar un cierto renacimiento del canto wagneriano, que empezó a ser visible ya en los años 90, después de la etapa de mayor mediocridad en los años 80 y segunda mitad de los 70. A diferencia de otros críticos españoles, Mayo no incluía entre los grandes cantantes wagnerianos del momento a Plácido Domingo, que siempre le pareció fuera de estilo en esta música.

Un retrato de Angel Mayo quedaría incompleto sin referirse a su vida familiar (casado y padre de familia numerosa), a su trabajo como funcionario en la Administración Española, donde llegó a ocupar el puesto de subdirector general de Sanidad, a su afición taurina (que le llevó a prologar un libro del torero Rafael Ortega) o a su gusto por la buena mesa, del que dan fe todos los que compartieron comidas con él, asombrados ante la velocidad con la que engullía los alimentos. Sin embargo, permítaseme terminar con una modesta referencia personal ya que, por esas casualidades que a veces se presentan en la vida, tuve la suerte de conocer en persona a Angel Mayo en 1998, cuando ya llevaba 17 años leyendo sus críticas, y cuatro años antes le había visto en persona asistiendo a conciertos y le había escuchado pronunciar una conferencia. El motivo de que nos conociésemos fue una solicitud hecha por Mayo a través del Boletín DIVERDI (llamado familiarmente por él mismo "La Hoja Parroquial"), de datos sobre una gira de conciertos de Knappertsbusch por España con la Filarmónica de Berlín. Yo le envié por correo la información que pude reunir, y él me llamó por teléfono y, tras una larga conversación, me invitó a que le avisara siempre que me pasara por Madrid para poder hablar, lo que en los siguientes cinco años ocurriría tres veces. Aquellas tres reuniones (que no llegaron, en conjunto, a las seis horas) me han dejado un legado de recuerdos que están entre los que más difícilmente se borrarán de mi memoria, pero contarlos exigiría otro artículo más amplio que este.