Revista mensual de publicación en Internet
Número 60º - Enero 2.005


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Suscribir
Buscar
 

 

MITROPOULOS EN SALZBURGO
 

Por Rubén Flórez Bande

          

La relación de Dimitri Mitropoulos con el ya, por aquellas fechas (segunda mitad de los 50 del pasado siglo) veterano Festival de Salzburgo comienza en el verano de 1954, y termina en el verano de 1960, año en el que fallecería el maestro. En este corto pero intenso período de tiempo, Mitropoulos dejó gran constancia (tanto en la memoria de los que allí asistieron, por sus declaraciones posteriores, como en las grabaciones fonográficas que conservan gran parte de aquellas veladas) de su saber decir, de su convicción a la hora de interpretar, de su técnica, de su fantasía, de su dramaturgia... Muchos en su época no querían ver o admitor (y aún hoy los hay reacios) que detrás de, sí, muchas pifias marca de la casa, desajustes orquestales, y muy poca ortodoxia para la época, se encontraba uno de los directores más subjetivos e interesantes del siglo XX. No quiero hacer con esto un postulado de su figura, muchos habrá más entendidos que yo que lo puedan hacer mejor, pero a los que aún no lo conozcan (y espero que sean pocos) les digo que no le tengan miedo, seguro que por lo menos no les dejará indiferentes.

Pues bien, a lo que íbamos: Mitropoulos dejó versiones en Salzburgo que seguro pasarán para la historia de la interpretación musical, como por ejemplo el Don Giovanni mozartiano de 1956, que tendría que haber dirigido Furtwängler (muerto dos años antes) y que conmemoraba el bicentenario del nacimiento del compositor: una versión no estática, pero sí muy dramática, muy oscura si se quiere, un Mozart muy poco usual. También firmó en Salzburgo la que es para muchos una de las mejores Elektras de la historia, en 1957, con Borkh, Della Casa y Lorenz. También en este festival estrenó en Europa la ópera Vanessa de Barber y en 1960, pocas semanas antes de morir en Milán, dejaba constancia de la que es hoy en día, para mí, y de todas las escuchadas, la mejor Octava Sinfonía de Gustav Mahler, versión que no debería faltar en ninguna discoteca.

El disco que nos remite ORFEO es el inicio de la relación de Mitropoulos con Salzburgo, ya que es su debut por aquellas montañosas tierras, junto con la Filarmónica de Viena. Esto ocurría el 21 de Agosto de 1954. El programa elegido por el director era el formado en la primera parte por la Segunda Sinfonía de Robert Schumann y en la segunda parte, por la poco frecuente en aquellos días, y aquellos lugares, Quinta Sinfonía de Sergei Prokofiev (compuesta sólo diez años antes). En los meses anteriores había interpretado estas mismas sinfonías en Viena, en distintos conciertos, donde también se ofrecían obras de Krenek, Von Einem, Milhaud... ¿demasiado contemporáneo para los gustos vieneses?

Los resultados de estas dos sinfonías son bien interesantes. La Segunda de Schumann cuenta aquí con una lectura electrizante pero no histérica -gracias a Dios- donde Mitropoulos dirige literalmente a "latigazos", una versión donde no hay tiempo para el descanso, ni la contemplación (como sí harían más tarde un Klemperer, o un Bernstein o un exagerado Celibidache, por ejemplo) ni siquiera en el Adagio, en donde se respira cierta angustia y "tensión"; en cambio la música fluye como si fuera así como tuviera que sonar, exquisito el fraseo de la cuerda. El movimiento más interesante es sin duda el Scherzo, grotesco, más que demoníaco, tocado con una precisión de los maestros vieneses realmente bárbara. Los dos movimientos extremos, sobre todo el último en su última parte, tienen sus dosis de "solemnidad", con características propias del maestro, claro: exageración de los matices de intensidad, juego en las segundas voces, un uso del "stacatto" constante, cambios de tempi sin previo aviso... Originalidad para mí; otros, como en su día, lo criticarían como efectismos; quizás así sean, pero como he dicho antes, a mí me gustan. Y ahí queda.

La segunda obra, la Quinta Sinfonía de Prokofiev, puede que sea una de las versiones más interesantes de las que hoy pululen por el mercado, reconociendo que no es una obra de la que sea muy amigo, y no me pregunten el porqué. Es esta una interpretación nada concentrada, así que nada que ver con Szell junto con la Sinfónica de Viena (en el mismo sello Orfeo), y en cierto modo tampoco con la de Bernstein y la Filarmónica de Israel, demasiado sofisticada quizás, y para muchos referencial.

Tampoco posee esta interpretación de Mitropulos ese toque ruso, rudo, ni la precisión orquestal, se puede decir que es un experimento a mi modo de ver: los movimientos impares, por ejemplo, tienen cierto toque decadente, recordando a algunos tempi de las sinfonías de Mahler: magnífica la superposición, de la cuerda grave en el Adagio, que le da ese toque de negrura característico, o lo contundentes que suenan los clímax. El primer movimiento tiene una introducción y coda muy conseguidas, tanto por el expresionismo que Mitropoulos le da a esta música, como por el sonido de la orquesta aunque, claro está, en toda grabación del maestro tiene que haber alguna pifia, y aquí la hay, el primer trompeta se inventa alguna que otra nota. El Allegro marcato se lo toma al pie de la letra, "marcado", con sequedad y cierta arrogancia, incluso el Trío parece "tener prisa" en esos compases ternarios sin apenas rubatearlo. Curioso al menos. Y el Finale juega con esos dos temas, para mí incongruentes entre sí, pero que su lógica tienen, o eso dicen los libros; exquisito el clarinete después de la introducción, y después el resto de las maderas en la recapitulación. Lo más discutible quizás sea el Finale, con ese ritmo tan "maquinista" que quizás era eso lo que quería conseguir Mitropoulos (no lo sé) o que la orquesta se viera algo incómoda en esta música y suene quizá demasiado cuadriculado, perdiendo así su "efectismo" característico.

En definitiva, versiones recomendables, para los que estén abiertos a todo, los puristas o escépticos que se abstengan... ellos se lo pierden.



REFERENCIAS:

SCHUMANN: Sinfonía Nº2 en Do Mayor Op. 61.
PROKOFIEV: Sinfonía Nº 5 en Si bemol Mayor, Op. 100.
Orquesta Filarmónica de Viena.
Director: Dimitri Mitropoulos
(grabación en vivo 21 de Agosto de 1954)
ORFEO d'OR C627 041 B


Distribuidor en España: DIVERDI 
E-mail:
diverdi@diverdi.com 
Página web:
www.diverdi.com