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Número 48º - Enero 2.004


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CON BUEN PIE

Por Rubén Flórez Bande

          

La Deutsche Grammophon sigue con su política de fichar jóvenes valores para sus filas. En cuanto a violinistas estarían, por ejemplo, los contratos de Hillary Hahn, Ilya Gringolts o el de momento desaparecido David Garret. Y, en pianistas, ya tiene al joven ganador del Concurso Chopin de Varsovia, Yundi Li, el reciente contrato de la joven gran dama del piano francés Hèlène Grimaud y ahora al también jovencísimo (tiene 21 años) pianista chino Lang-Lang, quien debuta pisando fuerte, nada menos que con el Primer Concierto para piano de Tchaikovsky, y el Primero de Mendelssohn, junto con una gran orquesta como la Sinfónica de Chicago, y Daniel Barenboim a la batuta.


Las jóvenes promesas siempre tienden, en sus primeros registros (si es que su ocaso no llega antes) a desmelenarse, con un gran dominio técnico, pero sin saber interpretar, se quedan en versiones "de ejercicio", pero sin alma. Uno, a la hora de ponerse a escuchar, quiera o no, ya parte con ese prejuicio.

Pues bien, este no es el caso, aunque sí partía con reservas: Lang-Lang es toda una sorpresa, empezando por Tchaikovsky. No es un pianista arrogante, ni impetuoso, ni siquiera tiene ese "sentido romántico" tan añorado por muchos desde la muerte de Arrau; Lang-Lang, tampoco nos da una lección puramente técnica, más bien todo lo contrario, tiende a sacrificar esta técnica, que por otro lado, es soberbia, en buscar el color adecuado, la intensidad adecuada, la dinámica adecuada. No hay carreras, ni arrebatos de "divo", está todo muy masticado y saboreado. Por ejemplo: qué sonido más aterciopelado, los graves en su mano izquierda, no el típico sonido metálico al que nos tienen acostumbrados tantos pianistas. El que busque una versión "al galope" de este Concierto, como por ejemplo Horowitz, o su mala imitadora Martha Argerich, claro está que no lo encontrará. No es una versión estática, ni mucho menos, pero sí sosegada, y tranquila, donde el piano "canta" a su gusto.

Barenboim hace también una lectura muy calmada, sin sus típicos arrebatos, más oscura que la del pianista, pero sin desmerecer en lo más mínimo, con una introducción del primer movimiento jugando con las intensidades, exquisito también el tratamiento y el fraseo de las mismas en el "Andantino semplice", y quizás algo más de garra, aquí sí, no le hubieran venido mal al "Allegro con fuoco".

La segunda obra de este disco no es el típico acoplamiento del Concierto de Tchaikovsky (el Segundo Concierto de Rachmaninov), sino un concierto más bien infrecuente en la discografía y en los escenarios, como es el Primero en sol menor Op.25 de Mendelssohn. Se incluye este Concierto por decisión expresa del pianista, ya con él debutó con orquesta sinfónica en China, contando tan sólo siete años.

Pues bien, aquí se nos vuelven a dar las mismas características que en Tchaikovsky: un piano casi de persona mayor en un chaval tan joven; aquí, sí, más directo y con algún toque irónico que, a su vez, también aprovecha Barenboim en el último movimiento, y con cierta nostalgia también en el piano, con una mirada hacia atrás, a su aún próxima juventud. Una versión quizás no tan mozartiana como la de Serkin con Ormandy, pues Lang-Lang es algo más transcendente. Barenboim se encuentra aquí más a gusto que en Tchaikovsky, y se ensambla perfectamente con el pianista, haciendo "volar" a la orquesta como ella sabe.

En definitiva, un Tchaikovsky, no salvaje, más bien todo lo contrario, recordando quizás a la versión de Kissin con Karajan: ambos jóvenes pianistas se empeñan (y lo consiguen) en dejar de lado el componente virtuosístico, e intentando aportar el componente "sonoro". Y un Mendelssohn que puede ser de lo mejorcito que circula hoy en día por ahí. Este pianista dará que hablar.


REFERENCIAS:

TCHAIKOVSKY: Concierto No. 1 en si bemol menor, Op23.
MENDELSSOHN: Concierto No. 1 en sol menor, Op.25.
Lang-Lang, piano. Orquesta Sinfónica de Chicago. Daniel Barenboim, director.
DG 474 637-2.