Revista mensual de publicación en Internet
Número 48º - Enero 2.004


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COMO LOS CANGREJOS

Por Bardolfo. 

Sevilla. Teatro de la Maestranza (Sala Manuel García).

24 de Enero. Rossini: La scala di seta. Reparto: Elizaveta Martirosyan, Vicente Esteve Madrid, Juan Tomás Martínez, Camilla Michelotti, Vicente Antequera, Manuel de Diego. Piano, dirección musical y escénica: Rosetta Cucchi. Aforo: lleno.

 

        Continua el Teatro de la Maestranza con su recortada programación, en un estilo que se asemeja al del cangrejo: si en temporadas anteriores hemos llegado a tener dos títulos de los denominados "ópera de cámara" (invento para justificar su no inclusión en la sala I del teatro) con formaciones musicales más o menos extensas ("Lo speziale" de Haydn, "La medium" de Menotti), en esta ocasión , y tomando como excusa la ausencia de coro y un reparto breve (aunque con sólo un par de personajes principales menos que, por ejemplo, "El barbero de Sevilla"), se nos programa una ópera de Rossini ¡con piano! A mi memoria acudió inmediatamente el desdichado estreno del "Otello" verdiano de la pasada temporada, con un esforzado pianista como único acompañante de la inmortal tragedia de Shakespeare-Boito-Verdi. Un notable paso atrás en la vida musical sevillana que, unido al visible recorte en la programación de la sala principal del teatro hace pensar en un futuro bastante negro para el que muchas veces se autoproclama el tercer coliseo lírico de España. 

        La función de la obra rossiniana tampoco va a pasar a la historia: pese a su corta duración (ochenta minutos), las dificultades de la partitura no son menores que la de los títulos principales del cisne de Pesaro, y resulta imposible su montaje sin un grupo de cantantes que sean afines al ornamentado estilo vocal del compositor, que atiendan a las largas melodías legato y que sean diestros en la coloratura, que gocen de vis cómica sin caer en la grosería ni en la sosería. Nada de esto se vio en la función sevillana, con la notable excepción de la Giulia de Elizaveta Martirosyan, joven soprano de voz cálida y homogénea, de canto cuidadoso y suelta coloratura, que por lo menos se aproximó bastante al canto vivaz y brillante que pide el autor. Del resto más vale olvidarse: ni la tonante voz de Juan Tomás Martínez, cuya oscuridad rebotaba por la pequeña sala Manuel García en una suerte de Scarpia vestido de mayordomo, ni el feo timbre de Camilla Michelotti, carente del mínimo atractivo sonoro, pese a su soltura escénica, merecieron demasiada atención, lo mismo que las claras sonoridades de Vicente Antequera nos hacen dudar seriamente de su calidad como bajo y la corta actuación de Manuel de Diego sólo nos permite otorgarle el calificativo de cumplidor. 

        Párrafo aparte merecen Vicente Esteve Madrid y Rosetta Cucchi. El joven tenor, poseedor de una voz clara, sin resonancias baritonales y por lo tanto muy adecuada a Rossini, se vio sin embargo totalmente superado por la endiablada aria de Dorvil, donde abundaron las calature y falló la afinación en más de un momento, con notables esfuerzos en el registro alto y las agilidades. Es una pena que un cantante prometedor se embarque en aventuras que le superan y que, a la larga, pueden perjudicar a su instrumento. De la responsable del invento poco se puede decir: a modo de mujer-orquesta tocó el piano y dirigió musical y escénicamente la función. De su brutalidad ante el teclado ya tuvimos muestras suficientes en el reciente recital de Mariella Devia, así que no hay nada más que añadir, aunque, por suerte, tuvo el buen detalle de recortar la obertura de la obra. Como directora musical hay que reprocharle el elenco reunido; como responsable escénica, la fealdad del decorado (una oficina que pasaba por alto la mayor parte de las indicaciones del texto, aparte de ser un deprimente tono gris, como si lo hubieran rescatado de una liquidación por cierre) y la falta de diversión del espectáculo, con un par de gags a cual más soez (un personaje masculino con la bragueta bajada, y, unos minutos más adelante, este mismo personaje abriendo de piernas con bastante falta de delicadeza a la soprano). En fin, por lo menos nos dieron el libreto con el texto italiano y su traducción al español.