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Número 88º - Junio-Septiembre 2.008


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Alagna se bate el cobre

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Recital de Roberto Alagna. Arias de Verdi. Director musical: David Giménez Carreras. Director del coro: Peter Burian. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Teatro Real de Madrid, 27 de junio de 2008. 

Roberto Alagna triunfó en el Teatro Real, no sin división de opiniones. Fue la primera actuación de este conocido tenor en el coliseo madrileño: un acontecimiento esperado por la afición. Hubo ovación general de un público satisfecho y admirado por su imponente voz, al mismo tiempo que se oyeron algunas protestas minoritarias de los más susceptibles, descontentos con el carácter dado a las interpretaciones y al recital en su conjunto. El tenor tiene mucha y muy buena voz, pero le faltó sutileza y no se mostró cómodo con el programa elegido, a pesar de que aguantó el tipo sin despeinarse y sin perder la complaciente sonrisa. Hubo algo de pose y de frialdad en ese actitud tan calculada y profesional. El programa era precioso, con algunas de las arias más bellas de Macbeth, La forza del destino, Aida, Nabucco, Travista, Rigoletto, I vespri siciliani, Luisa Miller y Otello. Decidió repetir a iniciativa propia “Celeste Aida” al final de la primera parte, causando algún desconcierto, puesto que apenas se pudo advertir diferencia entre una y otra vuelta. Es un aria que ya le ha dado algún disgusto anterior con el público de Milán. El bis hubiera tenido explicación de haber mejorado la versión a la segunda, pero no ocurrió así, lo cual, sin duda, contribuyó a caldear los ánimos de cierta afición apasionada hasta el delirio con su propio concepto de la pureza canora. Cantó Alagna con brío a veces excesivo, buscando antes el aplauso fácil que la hondura musical. La orquesta, dirigida por David Giménez Carreras, no fue de mucha ayuda, y el director exteriorizó la tensión mucho más que el cantante con gesto tenso y rostro adusto. El coro estuvo en su sitio, poderoso y ajeno a la oculta polémica, muy bien preparado por el maestro Peter Burian. Con todo, la belleza vocal de Alagna y su saber estar hicieron del recital un éxito coronado con tres propinas tan poco acertadas como variopintas: El “Exultate” del Otello (embarullado), la Malagueña mejicana (fuera de lugar) y una canción napolitana (preciosa). Alagna peleó por el triunfo y lo conquistó. Demostró ser un artista grande y astuto. Dejó a su paso el eco de las ovaciones que quería oír.