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Número 87º - Enero-febrero 2.008


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EL FENÓMENO DUDAMEL LLEGA A OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Oviedo, Auditorio Príncipe Felipe. 24 de enero de 2008. Beethoven: Sinfonía nº 7. Tchaikovsky: Sinfonía nº 5. Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana "Simón Bolívar". Director: Gustavo Dudamel.


Había gran expectación, traducida en lleno absoluto del Auditorio, en presenciar el debut en Asturias del joven director venezolano Gustavo Dudamel (n. 1981) y sus jóvenes músicos, que ya son todo un fenómeno mediático, como ocurre tantas veces en las que se mezcla lo artístico con las causas humanitarias. La historia empezó en los años 70, antes de que naciera el propio director, cuando por iniciativa de José Antonio Abreu se inició la proliferación de orquestas en Venezuela, que dieron a muchos jóvenes una oportunidad para escapar de la pobreza y llevar una vida digna como empleados del Estado. La fundación que se encarga de ellas es la FESNOJIV, popularmente conocida como "El Sistema", y es de ese sistema del que ha salido Dudamel, convertido ahora en todo un icono en el mundo de la música clásica, que graba discos para la Deutsche Grammophon con sus músicos venezolanos y ha sido nombrado hace poco director titular de la Filarmónica de Los Angeles.

Personalmente, no soy partidario de mezclar los valores artísticos con la labor humanitaria que pueda estar detrás; cuando se hace la crítica de un concierto hay que juzgar el valor musical de lo escuchado, y no "perdonar la vida" a los intérpretes cuando lo hacen mal, sólo porque con ello se haga una obra de caridad, o se trabaje por una buena causa. Sin embargo, en el caso de la "Joven Orquesta Simón Bolívar" es difícil separar sus valores musicales (que los tiene) de su origen. En una época en que estamos tan acostumbrados a lo rutinario, lo displicente, escuchar a estos jóvenes que tocan con un entusiasmo como si la vida les fuera en ello es algo muy raro de encontrar. No es una orquesta que dé para muchos lujos en cuanto a afinación, ni que tenga una tímbrica precisamente sensual; en ese sentido, una orquesta profesional como la Sinfónica del Principado de Asturias es infinitamente superior. Pero luego escuchamos a estos jóvenes venezolanos tocar el movimiento final de la Séptima de Beethoven compenetrados con su director, que marca un tempo vertiginoso, como queriendo batir el récord mundial de velocidad, y solamente el ser capaces de seguirle ya es todo un mérito en sí mismo, y un mérito musical, no "humanitario", aunque sin conocer de dónde ha salido la orquesta sería inexplicable tanto entusiasmo. Hay que señalar además que la plantilla orquestal es nutridísima, como si fuera necesario dar empleo al mayor número posible de jóvenes: en Beethoven, 6 filas de violines; en Tchaikovsky, 7 filas de violines y todos los metales duplicados.

Gustavo Dudamel tiene sin duda "madera" de gran director, lo que se notaba en detalles como el saber apianar, consiguiendo un efecto muy poético en los movimientos centrales de la Séptima de Beethoven, o saber rubatear un vals (algo que Barenboim aún no aprendió, por poner un ejemplo) en la Quinta de Tchaikovsky, y en conjunto lo mejor que puede decirse de él es que nunca cae en la rutina, sus versiones siempre son disfrutables en directo, aunque posiblemente en disco, para una audición "en frío", perdieran bastante. Eso sí, se pierden matices, hay mucha "letra pequeña" que no se escucha, posiblemente la orquesta tampoco diera para más. Seguramente se puedan esperar grandes cosas de él en el futuro y con orquestas "de verdad", mientras tanto estos conciertos de la Sinfónica de la Juventud Venzolana son disfrutables como un espectáculo musical un poco "sui generis", sin pretender escuchar versiones de referencia ni comparables a las de las grandes orquestas de hoy en día. De hecho, el año pasado pudimos escuchar un Tchaikovsky muy superior a este, realmente magnífico, por Tugan Sokhiev, un director sólo 4 años mayor que Dudamel, y una orquesta que tampoco suena mucho entre las grandes, la del Capitole de Toulouse. Pero claro, al no tener detrás una obra humanitaria, pues apenas se habla de ellos en la prensa...

No me gusta reseñar si en tal o cual concierto sonó un teléfono móvil, parece un recurso para hablar de algo cuando el crítico no sabe qué decir, pero ocurre que en este caso (donde parecía haber venido mucho público no habitual de la sala de conciertos) se sobrepasaron todos los límites: justo cuando iba a empezar Dudamel a dirigir la Séptima de Beethoven sonó uno; el director espera, comienza la obra y unos segundos después suena otro, lo que ocasionó que Dudamel parase a la orquesta (como el falso comienzo del Danubio Azul en los Conciertos de Año Nuevo) y esperase a que terminaran de sonar los móviles (aún sonó un tercero). Posiblemente a causa de esa mala impresión nos diera solamente una propina, el ya tradicional "Mambo" de West Side Story, de Bernstein, incluyendo el volteo de los instrumentos por parte de los músicos, que también se ha convertido ya en costumbre.

(A la salida pudimos ver al presidente de la Fundación Premios Príncipe de Asturias, Graciano García, que se dirigía a los camerinos para hablar con Dudamel y con el maestro Abreu, quien también asistía al concierto, lo que pudiera ser indicio de que piense conceder un premio -merecidísimo, sin duda- a la Fundación creada por este último).