Revista mensual de publicación en Internet
Número 86º - Diciembre 2.007


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Nubes y claros
           
Por Josefa Montero García.
 
 Salamanca: Centro de Artes Escénicas y de la Música. 31 de Octubre de 2007. L. V. Beethoven: Obertura “Egmont” , Op. 84; J. S. Bach: Concierto nº 1 para piano y orquesta en re menor, BWV 1052; F. Mendelsohn-Bartholdy: Sinfonía nº 3 “Escocesa”, Op. 56. Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Turín. Daniel Levy, piano. Inma Shara, directora. 
 
            Dentro de la programación de la Obra Social de Caja Duero, y con motivo del Día Universal del Ahorro, hemos tenido ocasión de ver, por segunda vez en Salamanca, a la conocida directora alavesa Inma Shara, muy esperada por los melómanos salmantinos tras la buena impresión que dejó el año pasado al frente de la Orquesta Sinfónica Checa.
 
            En esta ocasión, y con el auditorio abarrotado pese a ser víspera de puente, el programa comenzó con Beethoven y su obertura Egmont, una interpretación que a algunos nos dejó algo fríos, dándonos la impresión de poca compenetración entre orquesta y directora, cuya amplia gesticulación no parecía corresponderse con el sonido. La situación empeoró ante una version pianística un poco plana y aburrida del Concierto nº 1 para clave de Bach, que no hacía justicia al gran músico del Barroco.
 
            Al final de esta primera parte, escuché decir a una señora: “yo no he vibrado”, y estuve de acuerdo; y no era sólo por no haber oído la obra de Bach en versión original pues, aunque muchos la preferimos en el clave, nos olvidamos de él ante la maestría de algunas versiones con piano.
 
            Afortunadamente todo cambió en la segunda parte del concierto cuando comenzó la Sinfonía Escocesa, aquí creo que todos vibramos, vimos a Shara meterse dentro de esta maravillosa música y fundirse con la orquesta. He leído entrevistas con esta joven directora en las que manifiesta una gran admiración por el Romanticismo y, en especial, por Mendelsohn y esta Sinfonía, y eso se notaba. El público correspondió con entusiasmo, y empezamos a sentir que este Mendelsohn no sólo había salvado del olvido al gran Bach, nuestro “Padre de la Música”, sino que ahora intercedía por nosotros ante él y conseguía al fin que disfrutáramos del espectáculo.