Revista mensual de publicación en Internet
Número 86º - Diciembre 2.007


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BEETHOVEN NEUTRO

 

Jerez, Teatro Villamarta. 24 de noviembre de 2007. Beethoven: Sonatas para piano nº 30, 31 y 31. Paul Lewis, piano.

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

Dos admirables atrevimientos los de esta velada musical. El primero, el del Teatro Villamarta a la hora de programar las últimas sonatas pianísticas de Beethoven, música excelsa pero no muy atractiva -así, ofrecidas en una sola noche- para el gran público, y por ende peligrosa para la taquilla: hubo menos gente de lo habitual. El segundo, que un artista aún joven como Paul Lewis se atreva a lidiar semejantes “miuras” (preparando de paso el remate de la integral que el británico registra para Harmonia Mundi) y que además lo haga en público y por numerosas salas de concierto. Un disfrute, por lo demás, poder escuchar estas obras en directo, y por ello un pleno acierto en la programación.

¿Resultados? Lewis posee un sonido bello y poderoso, así como una admirable agilidad digital con la que logra ejecutar las partituras sin que se evidencie un especial esfuerzo físico. Dar las notas, y darlas con limpieza y claridad polifónica, sin emborronar desde el teclado ni desde el pedal, ya es bastante en estas tres páginas. Además es un artista sobrio y ajeno a cualquier devaneo sonoro, que en ningún momento cae en la tentación de “hacer bonito” para agradar al personal; la delicadeza meliflua y el narcisismo sonoro están tan lejos de sus maneras de hacer como los falsos arrebatos temperamentales y el efectismo.

Ahora bien, esta música tan extremadamente genial y visionaria necesita más. Muchísimo más. Y Lewis, como muchos otros pianistas de similar o superior categoría, es de momento incapaz de ofrecérselo. Necesita una arquitectura de tensiones más estudiada, una mayor coherencia entre las diferentes secciones, un fraseo más cantable, una gama sonora más variada y, sobre todo, una más desarrollada intencionalidad expresiva. Dicho de otra manera, necesita mucha más emoción. Su Beethoven fue correctísimo y admirable en todo momento por las razones arriba apuntadas, pero demasiado indiferente y neutro. En cualquier caso, debemos apuntar que tras una aburrida Sonata nº 30 hubo momentos notables en el tercer movimiento de la Op. 110 y que en la última sonata el pianista británico intentó poner toda la carne en el asador y logró interesantes resultados. Pero sólo eso. La comparación es injusta, pero a quienes hemos tenido la enorme fortuna de escucharle estas obras a Barenboim en directo, lo de Lewis nos deja muy insatisfechos.

                                                                                    

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