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Número 86º - Diciembre 2.007


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L’ORFEO EN JEREZ: PRIMA LA PAROLA

 

Jerez, Teatro Villamarta. 1 de noviembre de 2007. Monteverdi: L’Orfeo. Mirko Guadagnini, Emanuela Galli, Gloria Banditelli, José Lo Monaco, Salvo Vitale, Cristina Calzolari, Matteo Bellotto, Raffaele Giordani, Annamaria Calciolari, Giovanni Caccamo, Makoto Sakurada, Claudio Cavina, Tony Corradini. La Venexiana. Claudio Cavina, dirección musical. Francesco Micheli, dirección escénica. Versión semiescenificada.

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

No comparto las líneas generales de la elección de títulos para la presente temporada del Villamarta. Para un teatro que lleva sólo once años de funcionamiento tras su reapertura, me parece un grave error repetir Trovatore, Roméo et Juliette y Doña Francisquita, o llevar a escena una obra tan menor como La Fille du Regiment, cuando quedan montones de obras maestras del repertorio italiano -por no hablar de todo Wagner y Strauss- que aún no han hecho aquí su aparición. Pero sí que es un acierto absoluto haber traído L’Orfeo, y más aún a cargo de un conjunto de reconocido prestigio como es La Venexiana. Es verdad que con los títulos antedichos la taquilla se duplica (de la obra de Monteverdi sólo se ofrecía una función y aún quedaban butacas por ocupar), pero como mejor se crea verdadera afición no es ofreciendo “lo de siempre” resignándonos a alcanzar discretos resultados artísticos, sino dando a conocer lo excelso -sea popular o no lo sea tanto- en admirables condiciones interpretativas.

No hace falta decir que, tratándose no de una producción realizada con los limitados medios locales, sino de una interpretación itinerante a cargo de uno de los más importantes grupos especializados en Monteverdi, el nivel interpretativo se elevó muy por encima de la media de lo que acostumbramos a ver en el Villamarta: por eso mismo no hay lugar a comparaciones. Pero no por ello vamos a dejar de señalar los más y los menos -que de todo ha habido- de esta memorable velada operística, que por cierto se benefició de la excelente acústica de un recinto de tamaño intermedio mucho más adecuado para este repertorio que otros de mayores dimensiones.

La interpretación fue similar a la registrada por el grupo italiano para el sello Glossa en febrero de 2006, contando con un casi idéntico equipo vocal. Y de nuevo se ha puesto de relieve la que, según declaraciones del propio Cavina, ha sido principal intención de su equipo a la hora de recrear esta obra maestra: acudir a las raíces de la revolución musical monteverdiana y conceder la prioridad a la recreación de los diferentes affetti del texto, concibiendo la música como un vehículo para el mismo y no como una excusa para desplegar bellezas canoras. La idea quedó clara en todo momento, y no sólo en las intervenciones solistas sino también, y mucho, en el tratamiento de los coros y en el propio planteamiento de la acción escénica, sobre la que al final volveremos. Tempi tendentes a la lentitud, perfecta inteligibilidad y una cuidadosa atención al matiz expresivo contribuyeron a conseguir el objetivo.

Ahora bien, los resultados fueron un tanto desiguales. Los números corales fueron todos excelsos, no sólo por la contrastada calidad técnica del conjunto, sino también por la habilidad de su director a la hora de ofrecer un Monteverdi mediterráneo y sensual, lleno de frescura y naturalidad pero teñido también de una suave melancolía y de una emotividad contenida muy apropiadas para esta música. En este sentido fue un Orfeo muy “madrigalístico” y muy apegado aún a las maneras de la prima prattica, pues no en balde La Venexiana ha obtenido sus mayores éxitos discográficos en los registros de los primeros libros de madrigales del genial autor cremonés.

 Por el contrario, aquellas partes de la obra que miran más al futuro -para entendernos: la segunda mitad de la ópera- se quedaron algo cortas en teatralidad y sentido de los contrastes debido a la relativa incapacidad de Cavina para sostener la tensión interna, para diferenciar mundos sonoros y, sobre todo, para extraer de su notable pero algo reducida orquesta un sonido lo suficientemente rico y variado: hubo algo de sosería y falta de garra por su parte. En cualquier caso el estilo fue perfecto y el gusto más exquisito estuvo garantizado en todo momento.

Alto nivel el de los solistas vocales, sobre todo por la espléndida intervención del milanés Mirko Guadagnini, joven tenor lírico de suficiente registro grave -algo justito en algunos momentos- que canta de manera estupenda, ornamenta con solvencia y sabe recrear bien a su personaje. En disco puede resultar quizá no del todo variado en lo expresivo, pero en directo gana de manera considerable, sobre todo porque es un excelente actor. Sus dos grandes escenas de los actos tercero y quinto, respectivamente, se encuentran entre lo más bello y emocionante que se ha escuchado en estos once años de ópera en el Villamarta. Entre otras cosas porque…¡menuda música!

Impresionante Gloria Banditelli -que no estaba en el disco de La Venexiana pero sí en el referencial registro de Gabriel Garrido- como La mensajera: a los buenos aficionados a la música antigua o al mundo rossiniano poco hay que decirles sobre esta mezzo. Su sobria pero acongojante participación del segundo acto marcó otra de las cumbres de la historia lírica del Villamarta. Muy bien la expresiva Emanuela Galli -ésta sí presente en la grabación- como La Música y Eurídice, y prometedora la joven mezzo José Lo Monaco como la Esperanza. Sólido -aunque hubiéramos preferido una voz más grave y rotunda- el Caronte de Salvo Vitale, interesante pero con problemas en las agilidades el Apollo de Raffaele Giordani y solvente sin más la pareja Proserpina-Plutón de Cristina Calzolari y Matteo Bellotto.

Se ofrecía una versión semi-escenificada, con los cantantes caracterizados de sus respectivos personajes y sin partitura, que produjo entre los aficionados cierta controversia. A mí me gustó mucho: ante el peligro de caer en el ridículo tomándose demasiado en serio el mito clásico, y con la plena complicidad de un Cavina convertido en teatral y extrovertido maestro de ceremonias, el director Francesco Micheli realizó una propuesta autoparódica de vestuario voluntariamente chirriante y hortera y poses escénicas desenfadadas que, eso sí, procuró subrayar el contenido del texto y no chocar con él. Hubo además algún acierto considerable, como imaginativa la aparición de las ánimas conducidas por Caronte, aunque también alguna aportación en exceso discutible como ese Apolo convertido en una especie de estrella de rock que termina cantando a dúo -falso micrófono incluido- con el infortunado protagonista. E insistimos en que este último fue un espléndido actor que se movió por el escenario con tanta soltura como credibilidad. En resumen: escena curiosa y distinta, solvente dirección orquestal, alto nivel vocal, soberbios coros y música de otro mundo. ¡Gran noche de ópera!

                                                                                    

ENLACES RECOMENDADOS

Web de La Venexiana: http://www.lavenexiana.net/

Web del Villamarta: http://www.villamarta.com