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Número 81º - Febrero 2.007


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LA TRAVIATA VUELVE A OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Oviedo, Teatro Campoamor. 2 de febrero de 2007. Verdi: La Traviata. C. Forte, I. Jordi, J. Pons, M.J. Suárez, E. Sánchez Ramos, J.M. Muruaga, J.L. Sola, E. Morillo, M. Ubieta, D. Castañón, M. Valiente, A. Caamaño. Coro de la Ópera de Oviedo, Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo (OSCO). Dir. musical: C. Rovaris. Dir. escena: J. Miller.


Después del "experimento" que supuso (para el Campoamor) programar un título de Britten, la temporada 2006-2007 se cerró volviendo al repertorio más trillado, a uno de los títulos más populares de la historia de la ópera: La Traviata de Verdi, cuyo poder de convocatoria entre el público sigue siendo enorme, no en vano se dieron cuatro funciones en vez de las 3 de otros títulos, y las cuatro con lleno absoluto.

En toda interpretación de La Traviata, la clave es la soprano que encarna a la protagonista, y para esta ocasión se contó con Cinzia Forte, una de las sopranos italianas de la nueva generación que como Cioffi o Bonfadelli, ha tomado un digno relevo de las generaciones anteriores, las de una Freni o una Scotto. Se dice que es imposible cantar bien la parte de Violetta Valéry, porque exige tener la voz de tres sopranos distintas, una para cada acto: en el primero prima el registro agudo, la coloratura, en el segundo el registro intermedio y en el tercero, el más dramático, el registro grave. Dentro del nivel que se escucha actualmente, puede calificarse la versión de la Forte como mínimo de muy aceptable: en el primer acto mantuvo bien el tipo frente a las coloraturas del "Sempre libera" (que fue muy aplaudido por el público), en el segundo alcanzó su mayor altura en los diálogos con Germont y el tercero pudo ser lo menos logrado, pues el dramatismo de una mujer que se está muriendo le quedó un poco "light". Con todo, como ya se ha dicho, no es fácil encontrar interpretaciones totalmente satisfactorias de la atormentada protagonista de esta ópera.

En el papel de Alfredo encontramos al tenor jerezano Ismael Jordi, que se ha labrado un nombre en los últimos años en el repertorio belcantista y aquí ha querido dar el salto hacia papeles algo más dramáticos; un salto tal vez algo prematuro, y de hecho en el estreno de esta producción fue muy criticado. En la última función, que fue a la que asistí, sin ser un gran Alfredo (¿cuántos hay en la actualidad?) estuvo al menos digno.

El trío protagonista lo completaba el veteranísimo Juan Pons, cuántos Germont habrá cantado ya... y aún sienta cátedra con un "Di Provenza" que fue lo más aplaudido por el público. Un Germont al máximo nivel. Entre los secundarios, hay que destacar a María José Suárez como Flora Bervoix, y puede decirse que en general estuvieron correctos (excepto un lunar: el mensajero que le trae la carta a Violetta en el acto 2, mejor no acordarse de su nombre). Buenas las intervenciones del coro, y el director Rovaris extrajo buen rendimiento de la orquesta, con tempi normalmente bastante rápidos, podría pedirse en ocasiones algo más de lirismo.

La escena estaba firmada por el famoso Jonathan Miller, y era totalmente tradicional, como se espera de esta ópera, a la que el público acude esperando ver suntuosos vestidos del XIX. La excepción fue la fiesta del primer acto, donde Violetta es la única mujer que aparece vistiendo pantalones y con un traje con el que no llamaría la atención si nos la encontráramos por la calle en este 2007, mientras que el resto del reparto viste "de época". ¿Una manera de representar a una mujer adelantada a su tiempo? Eso sí, en el acto 2, Violetta (ya conviviendo con Alfredo) vestía a la usanza del XIX, y en el tercer acto el decorado se reducía a la cama donde ella agonizaba. En resumen, una Traviata que pudo mantener el nivel que se espera hoy en día de un título de repertorio, ideal para llevar a primerizos para que conozcan el mundo de la ópera.