Revista mensual de publicación en Internet
Número 80º - Enero 2.007


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Conciertos
Web del mes
Buscar
 

 

PIETER WISPELWEY CON LA OSPA

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Gijón, Teatro Jovellanos. 11 de enero de 2007. Vianna da Mota: Obertura de "Inés de Castro". Schumann: Concierto para violonchelo. Aracil: Tres Imágenes de Francesca. Tchaikovsky: Romeo y Julieta. Pieter Wispelwey, cello. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Director: José Ramón Encinar.


Para conmemorar los 25 años del Estatuto de Autonomía asturiano, se celebró un concierto en Oviedo con asistencia de las principales autoridades de la región, y el día anterior se daba el mismo programa en Gijón. La ocasión merecía la pena, pues se había traído a una de las grandes figuras actuales del cello, el holandés Pieter Wispelwey, para interpretar el Concierto de Schumann.

De Wispelwey se puede decir que tiene lo más importante de un músico, aquello que reclamaba Rubinstein a los pianistas jóvenes: "Además de tocar, hagan música". Si bien la técnica, siendo excelente, no es absolutamente perfecta (en el registro agudo la afinación fue algo problemática), poco importa cuando encontramos que cada frase tiene sentido, cada pasaje está dicho con poesía, y la interpretación en conjunto tiene personalidad. Lástima que no se le contagiara parte de esto a la dirección de José Ramón Encinar que, al contrario, fue "muy técnica", buscando un objetivismo "metronómico".

El resto del programa lo componían la obertura de Inés de Castro, de José Viana da Motta (1868-1948), donde se pueden percibir claramente influjos del Tristán e Isolda wagneriano y tal vez de los poemas sinfónicos de Liszt; las Tres Imágenes de Francesca, de Alfredo Aracil, una obra muy asequible "para ser contemporánea" y que da la impresión de servir como banda sonora para alguna película (y que contó con la presencia del compositor recibiendo el aplauso del público) y por último el Romeo y Julieta de Tchaikovsky, donde la dirección de Encinar aún se permitió algo de romanticismo.