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Número 80º - Enero 2.007


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Y BRITTEN LLEGÓ A OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Oviedo, Teatro Campoamor. 20 de diciembre de 2006. Britten: La vuelta de tuerca. F. Bjarnason, J. Rodgers, J. Moriarty, O. Saitua, K. Harries, C. Rutter. Dir. musical: S. Fujioka. Dir. escénica: T. Carroll.


Puede calificarse de hito histórico el que una temporada de Opera de Oviedo haya ofrecido por primera vez un título de Benjamin Britten, una de las mayores asignaturas pendientes que le quedaban al Teatro Campoamor. La obra elegida fue La vuelta de tuerca; una elección que parece adecuada para un primer Britten, no porque sea la obra maestra de su autor (ese título parece que debería corresponder antes a Peter Grimes) sino porque es un argumento conocido por sus adaptaciones cinematográficas y por el mismo original literario de Henry James, y se trata de una historia (la de los espíritus de los criados muertos que siguen "poseyendo" a los niños de la casa) que puede llegar a todo tipo de público.

En una obra como esta, sin las exigencias vocales (aunque sí interpretativas) de una ópera del "gran repertorio", parece que lo importante es la labor de conjunto, y puede decirse que en ese sentido el reparto del Campoamor brilló a gran altura. Un análisis de cantante por cantante nos diría que estuvieron especialmente admirables la nueva institutriz, encarnada por Joan Rodgers, y los dos niños, Miles por el niño soprano Jacob Moriarty (de 12 años) y Flora por la soprano bilbaína Olatz Saitua. A gran nivel también los dos espectros, Finnur Bjarnason como Peter Quint (encargándose además del prólogo) y Claire Rutter como Mrs. Jessel; tal vez lo menos bueno vocalmente fuera Kathryn Harries en el papel de Mrs. Grose pero, insistimos, lo importante aquí era la labor de conjunto y esa fue irreprochable. Como también fue excelente la labor de la reducida orquesta (apenas un conjunto de cámara), a cargo de la OSPA dirigida por el japonés Sachio Fujioka, y sugerente la puesta en escena de Tim Carroll, con gran austeridad de medios, y con detalles como hacer a los espectros aparecer cantando en medio del patio de butacas.

En conjunto, una producción que no sólo elimina una asignatura pendiente del Campoamor sino que ha logrado algo más importante, a juzgar por los comentarios que se oían a la salida: impresionar favorablemente al público. A ver cuándo es el próximo Britten del Campoamor.