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Número 76º - Mayo 2.006


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TEMPERAMENTO LITERARIO - MUSICAL DE ARRIGO BOITO

Por Alfredo Canedo (Argentina). 

     Con alguna u otra excepción, para la crítica de inicios del siglo XIX, la literatura como género en sí mismo ponía en peligro las prerrogativas de la música y, por tanto, el rango vital de la ópera; razón por la cual el libreto habría de convertirse en asunto accidental, de poca o ninguna importancia. Pero muy pronto, casi a mediados de siglo, ese criterio perdería gravitación, sustentado en ambientes académicos y melómanos europeos; por entonces, bastaba con los virtuosos libretos operísticos sobre las mejores producciones literarias de Torcuato Tasso o Giovanni Battista Guarini, y más cercanos, los de Gustave Baudelaire, Alejandro Dumas y Edgar Allan Poe.

     Es difícil documentar la influencia de los repertorios de Arrigo Boito en la música operística cuando su vida intelectual no ha sido suficientemente analizada; un motivo, al azar, son sus escritos para ópera que no pasan de la enumeración de nombres y fechas, pues muchos de los cuales permanecen todavía inaccesibles a investigadores y musicólogos, si no dormidos en anaqueles de bibliotecas. Lo cierto que este poeta italiano profesó un meritorio apego a la unidad, además del complemento, de la literatura a la música, y fue considerado por Giuseppe Verdi el hombre capaz de poner al alcance de los sonidos y las tonalidades asuntos del corazón humano.

    Cuando joven ingresó, a instancia de su madre la condesa polaca Josephine Radolinska, en el Conservatorio de Milán, donde recibiría lecciones de composición, piano y violín con el maestro Alberto Mazzucato, años más tarde director de la orquesta de la Scala de Milán. Durante su paso por el Conservatorio, compuso en colaboración con el colega de estudios y futuro director orquestal Franco Facción sus primeras obras cantadas ‘Le sorelle d’Italia’, ‘Do mi sol...la do mi’ y ‘Oda all’arte, además de un breve poema musical sobre episodios de la creación goethiana ‘Mefistófeles’. Egresado del mismo, se familiarizó con la música de célebres compositores alemanes, preferentemente la del genial Richard Wagner; al punto que en la Italia de entonces constituyóse en firme propagandista del arte wagneriano.

     Sus aficiones predilectas a la literatura, animadas muy especialmente por Víctor Hugo durante sus largas excursiones a París, habían de apartarle de la música. Y desde entonces, entregado de lleno a escritos poéticos para ser puestos en música y traducciones al italiano de poemas de autores extranjeros. Su estilo dramático estaba a la altura de la literatura romántica italiana de entonces; por caso, los tempranos poemas ‘Il libro de versi’ y ‘Un tramonto’, además de las fábulas en ‘Re orso’.  Habían de seguir a esos poemas, el ensayo ‘Mendelsshon in Italia’, varias novelas y numerosos artículos de crítica musical publicados en la prensa romana, después de su fallecimiento, 10 de junio de 1918, por el milanés Giovanni de Rensis recopilados en ‘Critiche e croniche musicales’. Escribió también los repertorios de la óperas ‘Nerone’, ‘Simon Bocanegra’ y ‘Ero e Leandro’, este último por encargo del director y compositor de Parma Giovanni Bottesini, y tradujo del alemán al italiano las obras de Wagner ‘Rienzi’, ‘Tristán e Isolda’ y el oratorio ‘Das Liebes mahl der Apostolen’, más algunas breves narración periodísticas de Robert Schumann y Carl Friedrich Zelter.

     Uno de sus destacados libretos, si no el más relevantes, ‘Otelo’, originalmente bajo el seudónimo ‘Tobías Gorrio’ (anagrama de su nombre y apellido), escrito para su íntimo amigo Giuseppe Verdi, quien entre colegas solía decir de las calidades literarias del libretista:

               Si tuviera treinta años menos, mañana comenzaría una nueva ópera,
         siempre que Boito suministrase el libreto.
 
              (
Tommasini, Víctor. ‘De la ópera a la moderna técnica musical’)

    Como sugería Verdi, el libreto para ‘Otelo’ fue con mucho el mejor que jamás hubiera utilizado. Su temperamento nunca conformista le había llevado más de una vez a formular sugerencias a uno u otro pasaje del libreto, que Boito aprovechó de algunos; pero la concepción pertenecía al libretista, también la construcción y la belleza de los versos. Y a la par, lo aventajado en el libreto el rápido desarrollo de los parlamentos shakesperianos para dar tiempo a la música a expandirse en los pasajes líricos; la condensación en un aria del ‘Credo’  de Yago, burlándose de la honestidad y la virtud; la descripción de la desconcertada e inocente Desdémona, y la devastadora arrogancia del celoso Otelo.

    El libreto de ‘Falstaff’, última ópera de Verdi, fue concluido por Boito cierto día de julio de 1889. Verdi veraneaba en Montecatini cuando recibió por correo el libreto de aquél, quien por entonces mantenía una turbulenta relación amorosa con Eleonora Duse, actriz del elenco operístico del Teatro de La Scala de Milán. Con el libreto, este comentario del libretista:

              No creo que componer una ópera cómica lo fatigue. Una tragedia provoca
         verdadero sufrimiento en un compositor, el pensamiento origina un dolor que
         agita enfermizamente  los nervios. Pero la broma y la risa de una comedia
         alivian la mente y el cuerpo. 
“Una sonrisa agrega un hilo a la red de la vida.”  No
         sé si he citado bien a Fóscolo, pero la idea es válida.
             
(
Colombani, Atilio. ‘La ópera en el siglo XIX’)

    Ante la obra literaria en palabras ingeniosas y acercadas al estilo musical de Verdi, la respuesta de éste a Boito por vuelta de correo:

              Querido Boito:
              Amén; ¡ y así sea! Entonces, ¡hagamos Falstaff! ¡No pensemos por ahora en
         los obstáculos, en mi edad y en mi enfermedades! Pero deseo que el asunto se
         mantenga en el más profundo secreto; una palabra que subrayo tres veces
         para indicarle  que nadie debe saber una palabra del asunto.
              Pero espere... ¡Creo que Peppina lo sabía incluso antes que nosotros! Pero
         no se preocupe, ella conservará el secreto; cuando las mujeres tienen talento
         para los secretos, esa cualidad incluso es más sólida que en nosotros.
             
(
Ibidem)

    Le llevó la redacción del libreto un promedio de quince horas diarias durante algo más de tres meses, concentrado tanto en la redacción del mismo así también en lecturas de las obras completas de William Shakespeare; aunque su mayor esfuerzo en aplicar acentos italianos a palabras inglesas como ‘Falstaff’, ‘Norfolk’ y ‘Windsor’, tal cual hiciera público en su diario íntimo. (Chislanzoni, Augusto. ‘Arrigo Boito, el poeta’) Por lo demás, utilizó el libreto exactamente como Shakespeare había escrito la comedia.

    Según la anécdota, cierta noche de noviembre de 1890, luego de la exitosa presentación de la ópera ‘Falstaff’  en la Scala, Verdi ofreció a Boito una cena en el hotel de la ciudad. Entre los invitados, el editor de música Giullo Ricordi y la segunda esposa del compositor y ex - alumna del Conservatorio de Milán Giuseppina Strepponi, quien, puesta de pie, dijo:

              Brindo por Boito, por su libreto, por su estirpe de poeta, por todo lo que
         él junto a Verdi han dado a la música universal.

              ( Gallignani, Carlos. ‘Arrigo Boito’)

    Imposible de formular un cumplido más cabal en elogio al talento del libretista y poeta Boito; a punto que aún en estos tiempos en  aniversarios de su nacimiento y muerte los italianos exaltan su imborrable figura de intelectual y músico.