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Número 57º - Octubre 2.004


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AL CINCUENTA POR CIENTO

 

Por Fernando López Vargas-Machuca.

 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. 1 de octubre. Elizabeth Leonskaja, piano. Cristóbal Halffter, director. Obras de Beethoven y C. Halffter. 15 de octubre. Claudia Barainsky, soprano. Juan Diego, recitador. Hubert Soudant, director. Obras de Hernández Bellido, Strauss y Beethoven.

Los conciertos dirigidos por Leopold Hager y Karl A. Rickenbacher que comentamos en el número anterior han dado paso, dentro de lo que es la decimoquinta temporada de abono de la Sinfónica de Sevilla, a sendos programas protagonizados por Cristóbal Halffter y Hubert Soudant. Los resultados de ambos han tenido algo en común: una primera parte rematadamente aburrida y una segunda bastante más sustanciosa. En la velada del viernes 1 de octubre lo que falló fue la batuta del afamado y polémico compositor, ofreciendo un Beethoven de manifiesta mediocridad. Su Leonora II quiso ser gótica y dramática, pero terminó resultando morosa y deslavazada, mientras que su Concierto para piano nº 3 no pasó de la más gris, impersonal y aséptica rutina. Su única virtud, la claridad de texturas. Elizabeth Leonskaja -una solista de verdadero lujo- volvió a hacer gala de su elevada musicalidad y de su renuncia a cualquier devaneo sonoro para explorar la esencia dramática de la partitura, pero la nula inspiración de quien se hallaba sobre el podio terminó malogrando irremediablemente el resultado.

Mucho mejor la segunda mitad del programa, integrado por dos obras del propio Halffter. La abría el Adagio en forma de rondó, partitura -como es bien sabido- inspirada espiritualmente en los terroríficos acontecimientos del 11 de Septiembre, que conociera su estreno en el Festival de Salzburgo del pasado año en interpretación de Semyon Bychkov al frente de la Filarmónica de Viena. Una página no de primer orden, quizá en exceso dilatada -a los diez minutos ya está dicho todo lo que quiere decir-, pero escrita con la mano maestra propia de quien es, independientemente de la opinión que nos podamos formar sobre el personaje, uno de los nombres ineludibles de la buena música española de los últimos decenios. Magnífica en este caso la interpretación, incluso en el plano técnico; de hecho, la ROSS sonó mejor que en las anteriores semanas. Bochornosa la actitud del público: ni la mediocridad del Beethoven de la primera parte, ni el rechazo que muchos abonados parecen sentir a la música de nuestros días, ni la antipatía que entre la afición sevillana parece irse extendiendo sobre la familia Halffter, justifican en modo alguno las deserciones durante el intermedio, y menos aún la huida en masa protagonizada por un numeroso grupo de "aficionados" tras escuchar el Adagio. Los que se quedaron disfrutaron sobremanera del Tiento de primer tono y batalla imperial, una de sus más populares y vistosas creaciones. Al final, entusiasmo desbordado.

La siguiente semana volvía a repetirse la desigualdad entre las dos mitades. Pero quien falló esta vez no fue la batuta de Hubert Soudant, actual director de la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo. Porque el maestro belga se mostró en todo momento solvente y entregado. Fallaron otros. En primerísimo lugar la soprano Claudia Barainsky, que destrozó esas obras maestras que son los Cuatro últimos lieder de Richard Strauss con una voz muy pobre (agudo problemático, centro feo y grave inexistente) y una expresividad áspera y ajada: cuando comenzó a decir aquello de "In dämmrigen Grüften..." parecía una antipática institutriz regañando alguna travesura. En segundo lugar decepcionó el compositor jerezano José Ramón Hernández Bellido. Está bien que se le haya ofrecido la oportunidad de presentar este estreno absoluto a quien ha sido Primer Premio de Composición Musical 'Eduardo Ocón', pero lo cierto es que su Tríptico de Otoño nos ha decepcionado: los recursos están bastante manidos (¡esos redobles de caja para la aproximación de una amenaza bélica!), las citas a otros compositores son algo más que citas (Nielsen, Prokofiev, Bartók) y la inspiración brilla por su ausencia. Eso sí, a pesar de su bisoñez en el terreno sinfónico Hernández manifiesta un estupendo dominio de la orquesta, por lo que no perdemos la esperanza de que este joven valor de nuestra tierra ofrezca en el futuro obras de verdadera enjundia.

Feliz idea la de Juan Luis Pérez, programador de la temporada, de ofrecer al completo el Egmont del sordo genial: con sus perceptibles irregularidades, aquí hay música de calidad. Por suerte la Barainsky estuvo soportable en sus dos intervenciones, mientras que ese magnífico actor que es Juan Diego ofreció una recreación muy personal de los textos de Goethe. Soudant dirigió con gran corrección, pero sorprendió a quien suscribe que hace pocos años ofreciera en el Teatro Villamarta un Beethoven mucho más aristado e incisivo -aunque igualmente escaso de idioma y poesía- que este de Sevilla, que fue más bien blando y desarticulado. En todo caso, interpretación disfrutable. Terminemos señalando la calidad técnica de los nuevos programas de mano, en contraste con la terrible cutrez de los de la temporada anterior, y la tan sorprendente como desconcertante aparición de firmas de prestigio nacional (Stefano Russomanno, Rafael Banús) y de nuevos nombres locales (José Luis López López) en lugar de los que son habituales en el Maestranza. Muy completo e informativo el libro de ochenta páginas en torno a la programación que se ha entregado a los abonados, la mayor parte de cuyos textos han sido escritos por nada menos que José Luis Pérez de Arteaga. Lo que cabe preguntarse es de dónde ha salido el dinero para tanto lujo, y si tendrán estas novedades algo que ver con la figura de Juan Carlos Marset y con la polémica en torno al nombramiento de Pedro Halffter como nuevo titular. Se admiten apuestas.

 

Enlace recomendado:

Web de la ROSS (con notas al programa y fichas artísticas): http://www.rossevilla.com