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Número 57º - Octubre 2.004


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GRAN TRIUNFO DE JUAN DIEGO FLÓREZ EN OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

Oviedo, Teatro Campoamor. 24 de octubre de 2004. Juan Diego Flórez, tenor. Vicenzo Scalera, piano.

Había gran expectación por el anunciado recital del tenor peruano Juan Diego Flórez, la nueva figura de la lírica al que muchos ya consideran el mejor cantante del mundo para los papeles de tenor ligero; es decir, para el mismo repertorio que cultivaba Alfredo Kraus, de quien parece legítimo ver en Flórez a su sucesor.

El programa comprendía obras de los autores a los que Flórez ha dedicado sus discos de recitales (Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi), junto a obras de Mozart, Gluck y canciones peruanas.

La primera parte del recital estaba dedicada a Mozart, Bellini y Rossini, incluyendo de cada uno dos piezas: un aria o canción de concierto, y un aria de ópera. Esta primera parte, siendo de buen nivel, no colmó las expectativas puestas en Flórez. El Mozart (Ridente la calma y el "Si spande al sole", de Il Re pastore) sonó muy belcantista, muy "a la italiana", sin el humanismo que le dan otros intérpretes, aunque ya nos permitió percibir su bellísimo timbre y su capacidad para dar unos agudos limpísimos; eso sí, pareció que no tenía un gran volumen sonoro. El Bellini (Vanne, o rosa fortunata y el "È serbato", de I Capuletti) otra vez muy bien en lo vocal, pero estilísticamente algo discutible, con un poco de histrionismo que le hacía sonar quizá más a Rossini que a Bellini. En el Rossini (L'esule y el "Cesa di più resistere" del Barbero) parecería que, al menos, Flórez estaría totalmente centrado en cuanto a estilo, y así fue, pero dio alguna muestra de fatiga vocal.

Si en la primera parte habíamos asistido a un buen recital, pero que no justificaba el apelativo de extraordinario, en la segunda las cosas cambiaron, ayudándose el cantante de la complicidad del público, que le permitió hacer cambios en el programa, aplaudiéndole incluso por ello. Antes de las canciones peruanas previstas como comienzo de la segunda parte, el tenor anuncia que va a cantar el aria de la Semiramide rossiniana, "La speranza più soave", presentándola como una "propina anticipada" (!). El público agradeció la ocurrencia y aplaudió a Flórez, quien además sí dio aquí una interpretación que hacía honor a su fama.

Tras las canciones peruanas (La Rosa y el Clavel y Hasta la guitarra llora de Rosa Mercedes Ayarza de Morales; la anónima La Jarra de Oro), todo un homenaje a su tierra y a sus comienzos como cantante "no clásico", siguieron los cambios: el tenor explicó al público que una voz que está acostumbrada a cantar en la zona aguda, como era su caso en los últimos recitales que había dado, se adaptaba mal a un cambio de repertorio: por ello les propuso un cambio, el del aria de Gluck que venía a continuación, "Oh, del mio dolce ardor", del Paris y Elena, por la famosísima "Una furtiva lacrima", del Elisir donizettiano. El público acogió el cambio con una ovación, que fue aún mayor tras la magistral interpretación de Flórez, aquí sí, pletórico de voz, de matización y de estilo, una "Furtiva lacrima" como no se escuchaba en muchos años y que nos reveló a un Maestro del canto, con M mayúscula.

Tras esto, se mantuvo el resto del programa, con las otras dos arias de Gluck ("J'ai perdu mon Euridice" y "L'espoir renaît en mon âme", ambas del Orfeo y Euridice), cantadas de forma exquisita aunque nuevamente muy "belcantista", y el aria "Allegro son io" de la Rita de Donizetti, incluida en uno de sus discos de recitales, donde también Flórez estuvo magnífico. Con ello acababa el programa, pero nadie se fue, esperando ya las propinas.

La primera fue la que ofrece habitualmente Flórez en sus recitales, el aria "Ah! mes amis" de La Fille du règiment de Donizetti, la de "los nueve do". Esta ya arrancó el entusiasmo del público, que llegó al delirio cuando a continuación atacó "La donna è mobile". Por si fuera poco, como tercera propia llevó su perfeccionismo hasta dar el final del aria del Barbero que había cantado en la primera parte, mejorando notablemente la interpretación de entonces. No hubo más propinas debido (según excusa del cantante) a que su pianista no había traído más partituras; una "culpa" que no se merecía un músico tan solvente como Vicenzo Scalera, profesional donde los haya en el acompañamiento de cantantes, y que en este recital demostró nuevamente su gran nivel.

En conclusión, un recital que en su segunda parte superó todas las expectativas y donde Juan Diego Flórez se metió al exigente público de Oviedo, literalmente, en el bolsillo.