|   | GRAN TRIUNFO DE 
      JUAN DIEGO FLÓREZ EN OVIEDO
       Oviedo, Teatro 
      Campoamor. 24 de octubre de 2004. Juan Diego Flórez, tenor. Vicenzo 
      Scalera, piano. 
 Había gran expectación por el anunciado recital del tenor peruano 
      Juan Diego Flórez, la nueva figura de la lírica al que muchos ya 
      consideran el mejor cantante del mundo para los papeles de tenor ligero; 
      es decir, para el mismo repertorio que cultivaba Alfredo Kraus, de quien 
      parece legítimo ver en Flórez a su sucesor.
 
 El programa comprendía obras de los autores a los que Flórez ha dedicado 
      sus discos de recitales (Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi), junto a 
      obras de Mozart, Gluck y canciones peruanas.
 
 La primera parte del recital estaba dedicada a Mozart, Bellini y Rossini, 
      incluyendo de cada uno dos piezas: un aria o canción de concierto, y un 
      aria de ópera. Esta primera parte, siendo de buen nivel, no colmó las 
      expectativas puestas en Flórez. El Mozart (Ridente la calma y el 
      "Si spande al sole", de Il Re pastore) sonó muy belcantista, muy 
      "a la italiana", sin el humanismo que le dan otros intérpretes, aunque ya 
      nos permitió percibir su bellísimo timbre y su capacidad para dar unos 
      agudos limpísimos; eso sí, pareció que no tenía un gran volumen sonoro. El 
      Bellini (Vanne, o rosa fortunata y el "È serbato", de I 
      Capuletti) otra vez muy bien en lo vocal, pero estilísticamente algo 
      discutible, con un poco de histrionismo que le hacía sonar quizá más a 
      Rossini que a Bellini. En el Rossini (L'esule y el "Cesa di più 
      resistere" del Barbero) parecería que, al menos, Flórez estaría 
      totalmente centrado en cuanto a estilo, y así fue, pero dio alguna muestra 
      de fatiga vocal.
 
 Si en la primera parte habíamos asistido a un buen recital, pero que no 
      justificaba el apelativo de extraordinario, en la segunda las cosas 
      cambiaron, ayudándose el cantante de la complicidad del público, que le 
      permitió hacer cambios en el programa, aplaudiéndole incluso por ello. 
      Antes de las canciones peruanas previstas como comienzo de la segunda 
      parte, el tenor anuncia que va a cantar el aria de la Semiramide 
      rossiniana, "La speranza più soave", presentándola como una "propina 
      anticipada" (!). El público agradeció la ocurrencia y aplaudió a Flórez, 
      quien además sí dio aquí una interpretación que hacía honor a su fama.
 
 Tras las canciones peruanas (La Rosa y el Clavel y Hasta la 
      guitarra llora de Rosa Mercedes Ayarza de Morales; la anónima La 
      Jarra de Oro), todo un homenaje a su tierra y a sus comienzos como 
      cantante "no clásico", siguieron los cambios: el tenor explicó al público 
      que una voz que está acostumbrada a cantar en la zona aguda, como era su 
      caso en los últimos recitales que había dado, se adaptaba mal a un cambio 
      de repertorio: por ello les propuso un cambio, el del aria de Gluck que 
      venía a continuación, "Oh, del mio dolce ardor", del Paris y Elena, 
      por la famosísima "Una furtiva lacrima", del Elisir donizettiano. 
      El público acogió el cambio con una ovación, que fue aún mayor tras la 
      magistral interpretación de Flórez, aquí sí, pletórico de voz, de 
      matización y de estilo, una "Furtiva lacrima" como no se 
      escuchaba en muchos años y que nos reveló a un Maestro del canto, con M 
      mayúscula.
 
 Tras esto, se mantuvo el resto del programa, con las otras dos arias de 
      Gluck ("J'ai perdu mon Euridice" y "L'espoir renaît en mon âme", ambas del
      Orfeo y Euridice), cantadas de forma exquisita aunque nuevamente 
      muy "belcantista", y el aria "Allegro son io" de la Rita de 
      Donizetti, incluida en uno de sus discos de recitales, donde también 
      Flórez estuvo magnífico. Con ello acababa el programa, pero nadie se fue, 
      esperando ya las propinas.
 
 La primera fue la que ofrece habitualmente Flórez en sus recitales, el 
      aria "Ah! mes amis" de La Fille du règiment de Donizetti, la de 
      "los nueve do". Esta ya arrancó el entusiasmo del público, que llegó al 
      delirio cuando a continuación atacó "La donna è mobile". Por si fuera 
      poco, como tercera propia llevó su perfeccionismo hasta dar el final del 
      aria del Barbero que había cantado en la primera parte, mejorando 
      notablemente la interpretación de entonces. No hubo más propinas debido 
      (según excusa del cantante) a que su pianista no había traído más 
      partituras; una "culpa" que no se merecía un músico tan solvente como 
      Vicenzo Scalera, profesional donde los haya en el acompañamiento de 
      cantantes, y que en este recital demostró nuevamente su gran nivel.
 
 En conclusión, un recital que en su segunda parte superó todas las 
      expectativas y donde Juan Diego Flórez se metió al exigente público de 
      Oviedo, literalmente, en el bolsillo.
 
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