Revista mensual de publicación en Internet
Número 51º - Abril 2.004


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LITERATURA EN OBRAS DE HECTOR BERLIOZ

Por Alfredo Canedo (Argentina).

 

                                                                 …dice cierta crítica de mi: “es
                                                                 demasiado poeta para complacer a
                                                                 un músico”.          
                                                        
(BerliozHéctor.‘Memorias de un autor’)

 

    Desde tiempo inmemorial la palabra cantada ha dado lugar a la conexión de música a obras literarias o cuasi-literarias. Sin embargo, momento ahora de preguntarse: ¿cabe la posibilidad de que la música es perjudicial a la idea poética?, ¿en qué sentido la música  indisolublemente unida al pensamiento escrito?, ¿ambos géneros desvanecidos en alternancias?, ¿acaso uno detrás del otra? o, finalmente, ¿mezclados en acentos y estridencias?

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    A fin de despejar esos interrogantes, nada más acertada la literatura de introversión hacia zonas secretas y personales del alma como precursora de impulsos musicales intimistas; de hecho, así acreditada por Héctor Berlioz, para cuyas composiciones corales, óperas, sinfonías y los melodramas líricos echaba mano, así como Mendelsshon y Schumann, a reconocidos narradores y poetas de la literatura universal. Tal fue su credo en composiciones melodiosas y sensualmente armónicas conciliadas a la naturaleza del tema poético; ampliamente explicado, por otra parte, en su carta a Goethe con motivo del estreno en la Opera de París de ‘La condenación de Fausto’: el 6 de diciembre de 1848:

              Habiendo sido ‘Fausto’ mi lectura habitual durante muchos años, a fuerza
         de meditar sobre esta sorprendente obra (aunque solo la que podido ver a
         través de la bruma de una traducción), mi mente ha sido hechizada; alrededor
         de vuestras ideas poéticas se han agrupado las ideas musicales en mi cabeza,
         y aunque resuelto firmemente a no unir nunca mis débiles tonos a los
         sublimes vuestros, poco a poco se ha hecho tan fuerte la tentación, tan
         poderosa la atracción, que la música para varias escenas se ha completado
         casi sin haberme dado cuenta.

              Acabo de publicar mi partitura, y aunque me parece indigna de vos, me
         tomo la libertad de haceros este homenaje. Estoy convencido de que ya habéis
         recibido un número muy grande de composiciones de todas clases inspiradas
         por este prodigioso poema. Temo, por tanto, que al seguir a tantos otros
         pueda ser yo una molestia. Pero si en la atmósfera de gloria en que vivís, los
         oscuros tributos no pueden alcanzaros, por lo menos perdonaréis, espero, a
         un joven compositor quien, con su corazón repleto y su imaginación inflamada
         por vuestro genio, no ha sido capaz de reprimir un grito de admiración.

              ‘Los músicos y la música’. Colección póstuma de diversos artículos escritos por Berlioz. Editada, con una introducción de André Hallays, en París, 1903.

    Hizo cuanto tuvo al alcance para recalcar su fiebre literaria en  música apasionada, dramática, romántica y sonora, así como en los coros de espíritus celestes purificados por el amor, particularmente en las escenas goetheanas ‘Invocación a la naturaleza’ y ‘En las riberas del Elba’ con voces de soprano y tenor. La apoteosis de la ópera no le impidió recurrir a fragmentos instrumentales, tales en la ‘Marcha húngara’, el ‘Ballet de los silfos’, el ‘Minué de los gnomos’ a modo de polonesa, y el ‘Pandemonium’, con voces humanas, o más bien diabólicas absolutamente dotadas del expresivo poema de Goethe.

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    Por encargo de Paganini, ‘el ilustre virtuoso’, Berlioz en los primeros meses de 1834 escribió la sinfonía concertante Op.16 ‘Harold en Italia’, basada en el poema de Lord Byron, en cuatro movimientos, solos de viola y una suite. El personaje, Harold, representado en múltiples expresiones y trajes como los pintores sacan del mismo modelo actitudes, decoraciones y vestidos en cientos de retratos.

    Berlioz había soñado la sinfonía bajo el título ‘Los últimos instantes de María Estuardo’, pero finalmente optó por el altivo y melancólico héroe byroniano. Fue estrenada con éxito enorme el 23 de noviembre de 1834 por el célebre violinista Chrétien Uhran acompañado de la sinfónica del Conservatorio de París. La nomenclatura instrumental  consistía en maderas, cuatro trompetas (dos de éstas ‘cornet’ de pistones), tres trombones, timbales, triángulos, arpas, cuerdas, violas, violoncelos, contrabajos y oboes. Y los movimientos musicales como ‘bellas ideas’ de las escenas:

 

    Adaggio después allegro (Harold en las montañas’)

    Clima sombrío y misterioso por las cuerdas de violoncelos y contrabajos; luego la viola con el tema lento y soñador de Harold. 

El Allegro muy clásico, dinámico y melódico en las escenas de alegría y felicidad, y una coda de las más brillantes.

 

    Allegreto (‘Marcha de los peregrinos cantando la plegaria del atardecer’)

    Procesión de peregrinos en el campo en ritmo binario, aire de coral, tranquilos arpegios, ritmos de letanía; finalmente, la amplia melodía de la viola sobre el motivo de Harold;

 

    Allegro asai (Serenata de un montañés de los Abruzos a su mante’).

    Motivo popular de los campesinos de Italia del sur,  pequeños caramillos, armónicos arpegios del arpa y serenatas en corno inglés; mientras la viola nuevamente con el tema de Harold.

 
    Allegro frenético (
‘Orgía de los bandidos’)

    Marcha de peregrinos, serenatas; melodía sonora de la viola y

conclusión estrepitosa, una de las más estrepitosas en toda la historia

de la música. La viola solista canta aun, pero su La melodía sonora de la viola en la excitada fuga de Harold por el campo, más un ‘rondó’ bastante libre.

    El ‘leimotiv’ de la sinfónia, tal cual concebido y logrado por Berlioz, fue la demostración de Harold como el menos apto de los hombres en el rebaño humano, por tanto, incapaz de supeditar su espíritu y pensamiento a los ajenos, siempre atrincherado en su independencia, y hasta orgulloso en estarse fuera de la humanidad.

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    La pasión de Berlioz por Shakespeare profundamente reveladora en la mayoría de sus obras, por ejemplo, en la sinfonía dramática ‘Romero y Julieta’, en el sobresaliente monodrama lírico ‘Lelio’, en dos obras soberbias y casi desconocidas ‘La muerte de Ofelia’ y ‘La marcha fúnebre por la dramática escena de Hamlet’ y en la exquisita ópera ‘Béatrice et Benédict’. Simpatía a lo largo de la carrera de músico y compositor reafirmada en sus ‘Memorias de un autor’, editada en París en 1870:

          …he sentido mi afinidad ha Shakespeare intuitivamente, como si fuese una
            centella combinada con sus dotes dramáticos.

    En su denodado afán shekespereano, la obertura ‘El rey Lear’, Opus 4, estrenada en el Conservatorio de París en 1834. Nítida la referencia del registro grave de cuerdas y oboes a la dulce Cordelia y a los temas ligados al destino trágico del monarca; combinada con abatimiento, desesperación, locura y violencia de personajes en el ‘andante non troppo lento ma maestroso’ seguido del ‘allegro disperato ed agitato’ de línea melódica, hasta el acorde final en ‘do mayor’.  

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     La novela ‘Weverley’ de Walter Scott, aparecida en 1818, es de encantadora monotonía y lozano romanticismo en estampas genuinamente inglesas. Berlioz  musicalizó algunos capítulos y escenas, aunque no con demasiada fidelidad al texto original. En su ópera ‘Weverley’, Opus 1, estrenada en el Conservatorio de París el 26 de mayo de 1828, se evoca la figura del capitán escosés Waverley, famoso por su rebelión contra Inglaterra en el siglo XVII. La partitura es de una construcción totalmente clásica, a la manera de las oberturas de Rameau y Gluck. Dos partes encadenadas, un ‘Largbetto’ y  después un ‘Allegro’, además de las brillantes fanfarrias en el final como anunciadoras de un Berlioz totalmente identificado con el tema literario.                                           

    Sin dudas que en el siglo del romanticismo, el XIX, Berlioz ha seguido el ejemplo de los poetas con música verdaderamente estimulante a la inspiración, la languidez, la sana alegría, la purificación de los sentimientos y la catarsis por vía del arte sin más. 

 

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