Revista mensual de publicación en Internet
Número 45º - Octubre 2.003


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

LA GRISELDA DE ALESSANDRO SCARLATTI 

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Pocos directores de la esfera barroca gozan del prestigio de René Jacobs. Sus frecuentes apariciones en festivales y teatros europeos, sus versiones vitalistas y dramáticas generalmente bendecidas por la crítica, su acierto al asignar papeles, su habilidad al combinar lo conocido con lo ignoto y el importante apoyo de Harmonia Mundi son algunos de los factores que le han catapultado a la posición que ostenta hoy en día. Su última contribución no parece ser la excepción.

Con atinado sentido de la historia de la ópera, Jacobs nos ha llevado de Alemania a Italia. Tras la recuperación del Croesus (1710) de Reinhard Keiser, uno de los primeros compositores de ópera alemanes, ahora es el turno para la Griselda (1721) de Alessandro Scarlatti, que junto a Steffani y Stradella, es una de las figuras claves de la Italia musical de finales del XVII y comienzos del XVIII. Scarlatti, padre del más conocido Domenico, con sus más de seiscientas cantatas y setenta óperas amén de un buen número de obras orquestales, está considerado el fundador del estilo napolitano y en su día fue uno de los autores de ópera más reconocidos en Europa.

Es, por ello, motivo de satisfacción el lanzamiento de su Griselda en condiciones ideales ya que permitirá valorar su creatividad e influencia en compositores posteriores. Griselda -última ópera del compositor- fue estrenada en Roma en 1721 y sólo subió a escena una vez; mal comienzo para una obra de indudable interés que salvo alguna reposición el siglo pasado ha permanecido en la oscuridad hasta ahora (Mirella Freni ha sido su mayor defensora). 

Tras su paso por varios escenarios europeos como Berlín y París, la versión de Jacobs recibe ahora su primera grabación en estudio sin apenas cortes. La obra, que dura en esta versión unas tres horas, es un buen ejemplo del concepto dramático de las arias, la evolución de los recitativos y la importancia de la orquesta. Contiene gran cantidad de arias, varios duetos, un trío, un cuarteto y un coro final. Todo ello salpicado por algún que otro interludio orquestal y muchos y largos recitativos. A modo de ejemplo, el último, previo al coro final, dura más de nueve minutos. La orquesta incluye una cuerda considerable además de flautas, oboes, trompas y trompetas. El bajo continuo está a cargo de clave, órgano, laúd, violonchelo y un discreto fagot. 

Scarlatti estrenó su obra con castrados en todos los papeles femeninos. Jacobs elige aquí a un contratenor para el papel del rey y asigna los cuatro papeles femeninos a mujeres. La obra contiene música de primer orden, con arias de gran belleza y variedad que tras varias escuchas resultan lo bastante originales como para gozar de identidad propia. Sin embargo, estamos seguros de que si hiciéramos una escucha a ciegas, muchos pensarían que están ante una ópera de Handel. Hay que recordar, no obstante, que Scarlatti es anterior a Handel; el sajón le conoció personalmente y pudo escuchar alguna de sus óperas durante sus estancias en Italia. 

El argumento es largo y complicado. El rey Gualtiero se enamora y casa con una pastora, Griselda, cosa que no gusta nada en la corte y además, por si esto fuera poco, tiene una hija con ella a la que debe esconder para evitar males mayores. El caso es que pasado un tiempo y amenazado por una nueva insurrección, Gualtiero anuncia que renunciará a Griselda y promete casarse con otra que no es sino su hija, Constanza, la cual desconoce sus orígenes. Entre tanto, el rey hace pasar a la protagonista por pruebas y humillaciones. Tras alguna intriga y sucesos varios, Griselda, siempre fiel a Gualtiero, rechaza a su nuevo pretendiente, Ottone, que gozando del beneplácito del rey trata de conseguirla a cualquier precio. Sin embargo, Griselda prefiere la muerte antes que unirse a otro. Finalmente y, como mandan los cánones, todo se aclara. Ottone confiesa sus intrigas, el rey reconoce sus errores, Constanza se casa con otro, el pueblo reconoce a Griselda y triunfan el amor y la fidelidad. 

Jacobs ha reunido un reparto absolutamente imbatible que se convierte en la principal razón para comprar este disco. Tanto el magnífico Lawrence Zazzo como Dorothea Röschmann en los papeles protagonistas no pueden servir mejor a la partitura. El americano posee un instrumento flexible, ágil y bien entonado. Lo mismo sabe ser arrogante y cruel como en ‘Vorresti col tuo pianto’ como mostrarse arrepentido y tierno en ‘Ho in seno duo fiammelle’, una de las arias más bellas de toda la obra con un delicado juego entre flautas y oboes. Zazzo adorna la sección da capo de modo ensoñador y evanescente (aquí recuerda a James Bowman en sus mejores tiempos). La soprano alemana demuestra penetración en el papel, maleabilidad para describir los diferentes estados de ánimo de su personaje lo cual unido a sus reconocidas cualidades vocales la convierten en la heroína ideal. Su aria ‘Mi rivedi, o selva ombrosa’, que abre el segundo acto, es de gran factura: Röschmann transmite idealmente el conflicto que asola a Griselda cuando tras ser repudiada por el rey debe volver a sus humildes orígenes. De igual modo, su posterior aria 'Finirà, barbara sorte' (precedida de un bellísimo recitativo) es un buen ejemplo de un canto sincero y sentido.

Veronica Cangemi sabe ser dulce y expresiva (‘Bel labbro’) y muestra facilidad en la coloratura en arias como 'Godi, bell' alma' en la que tiene ocasión de lucir su instrumento y hacer alguna que otra acrobacia. Silvia Tro Santafé es todo un descubrimiento. Da en el blanco en su caracterización de Ottone y muestra un instrumento bien educado y un gran sentido dramático (‘Bellezze spietate’). Madurez interpretativa y sensibilidad musical saltan a la vista. Escúchese, por ejemplo, el sensacional comienzo de ‘Mi dimostra il tuo bel dono’. Esta valenciana de curiosos apellidos está subiendo como la espuma, su siguiente cita es el Barbican londinense en el Xerxes de Handel con William Christie. Poco se puede decir a estas alturas de Bernarda Fink. Como siempre, la argentina da toda una lección de canto expresivo y buen hacer (‘Amanti, che piangete’). Kobie Van Rensburg, en su modesto papel, pone la guinda a este reparto. 

Jacobs reúne musicalidad y dramatismo en su contrastada dirección. Presta especial atención a los recitativos que así todo resultan algo pesados por la longitud apuntada y extrae de la orquesta alemana un sonido agreste, carnoso y compacto que contribuye a la homogeneidad de la versión. Potente y contundente la magnífica obertura.

En definitiva, versión redonda para una obra desconocida pero de indudable interés que supone un nuevo triunfo para René Jacobs en su ya largo palmarés como director de orquesta. Enhorabuena también a Harmonia Mundi por su cuidada e impecable presentación. 
 

REFERENCIAS:

A. SCARLATTI: Griselda Dorothea Röschmann, soprano. Lawrence Zazzo, contratenor. Veronica Cangemi, soprano. Bernarda Fink, mezzo. Silvia Tro Santafé, mezzo. Kobie van Rensburg, tenor. Akademie für Alte Musik Berlin. René Jacobs, director. HMC 901805.07. 3 CDs.

Página web: www.harmoniamundi.com