Revista mensual de publicación en Internet
Número 45º - Octubre 2.003


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Sección del apócrifo (humor):
¡No encontramos el Violín!

Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.

Tras conseguir colarme en los camerinos de un teatro justo antes de un concierto descubrí que la idea que tenía no tenía nada que ver con lo que allí me encontré.

El conserje me mira de reojo pero esta vez no puede pararme: tengo autorización. Atravieso la puerta con el cartel "Sólo personal autorizado". Era extraZo encontrarme al otro lado de esa puerta. Me sentía como Alicia al otro lado del espejo.

Un pasillo largo, con puertas a lado y lado. Algunas de las puertas estaban abiertas, otras cerradas. En el aire resonaban notas de varios instrumentos, era el calentamiento antes de la función. Los músicos salían y entraban de los camerinos, cada uno con su propio ritual. Camisas impecablemente planchadas, trajes de noche de color negro y muchos nervios.

Entre toda aquella actividad resonó una voz: "¡No encuentro mi violín.!". Al final del pasillo, en la puerta de uno de los camerinos había un hombre de mediana edad con las manos en la cabeza y la expresión desencajada por la preocupación. Por lo que decía no encontraba su violín.

La encargada del arpa (ahora no recuerdo cuál es su nombre exacto, ruego disculpas), que aún estaba en zapatillas se unió rápidamente a la búsqueda, que en pocos minutos ocupó a casi todo el mundo que pudiera correr. Creo que el número de buscadores no mejoró las cosas. La desorganización generalizada sólo consigue aumentar el nerviosismo del violinista, que ve cómo se acerca la hora de comenzar la función y él sigue sin su violín.

Yo mismo me uní a la búsqueda, extraZado de que se hubiera perdido nada más y nada menos que un violín entero. Hasta cierto punto comprendería la pérdida del arco (creo que ése es su nombre) del violín, pero perderlo en su totalidad me parecía...muy grave. Pensaba que un violinista no se separa así como así de su instrumento, y mucho menos justo antes de una función. Había algo que no encajaba en todo esto. ¿Se trataba de un sabotaje?

Cuando la búsqueda aún no había terminado y los nervios estaban más a flor de piel que nunca una seZal acústica anunció que el comienzo de la función era inminente. Tenía que marcharme a ocupar mi asiento.

Lamentando enormemente tener que marcharme sin haber encontrado el violín, me encaminé hacia la platea. Mientras cubría los metros que me separaban de mi silla, no paraba de pensar en los posibles planes alternativos que pueden existir en una situación como ésta. ¿Tendría un violín de reserva?¿Alguien le prestaría alguno?¿El teatro tiene instrumentos en stock?

Me senté, aún intrigado por el resultado de la búsqueda del violín perdido. Finalmente, las luces menguaron en intensidad y todo pareció comenzar con normalidad. Para mi consuelo vi cómo entraba en escena el violinista despistado con su violín entre las manos. Sabía que era el suyo porque tenía una expresión de alivio en la cara que se radiaba al exterior. El resto de los compaZeros tenían a su vez una expresión de complicidad que denotaba la intensa búsqueda y los momentos de tensión que habían vivido minutos atrás.

Fijándome en los demás componentes de la orquesta me dí cuenta de un detalle que me llamó la atención sobremanera: la encargada del arpa aún estaba en zapatillas. Para más detalles eran de color rosa y no hacían juego con su traje de noche negro. Ella había estado en la búsqueda hasta el final.

El concierto fue todo un éxito y la orquesta en pleno tuvo que salir varias veces a saludar a un público entregado que no paró de aplaudir en la media hora que siguió al final del concierto.

Bien esta lo que bien acaba.