Revista mensual de publicación en Internet
Número 35º - Diciembre 2.002


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LA LOCURA DE UN TENOR

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.

 

La locura de un tenor ossia piérdale Vd. el miedo a la ópera. Guión e interpretación: Enrique Viana (tenor). Manuel Burgueras (piano). Obras de Bizet, Auber, Gounod, Rossini, Donizetti o Bellini Figurines: Mario Fernández. Escenografía: Viafer. Iluminación: José Manuel Guerra. Círculo de Bellas Artes. Madrid, 22 a 24 de noviembre de 2002.

Tras varios años de interpretar óperas y recitales de bel canto, Enrique Viana decidió abordar el terreno del divertimento musical en respuesta a una llamada interior. El resultado es una gozosa locura personal, en la que se mezcla la risa con el drama lírico, las más absolutas desvergüenzas y seriedades, todo ello bañado de una exquisita elegancia. Es un espectáculo musical y teatral de calidad, muy original, con reminiscencias del mejor cabaret. El monólogo, creado por el propio cantante, tiene valor, gracia, ritmo y está bien ideado. Su autor es un animal de escena completo y dotado con talento, experiencia y conocimiento de los resortes dramáticos. El argumento reflexiona sobre las manías y obsesiones de los cantantes (individualismo, megalomanía, narcisismo, inseguridad...), pero también sobre las debilidades del ser humano en general. El artista se ríe de sí mismo, escarbando en sus miserias, sin perder la dignidad ni la coherencia. De ese modo conquista al público. La pieza tiene más texto que música: es más teatral que musical, pero sirve de disculpa para introducir un recital de arias de diversos autores. Todas son estupendamente interpretadas con el concurso del pianista Manuel Burgueras que además proporciona una eficaz réplica en escena. Viana tiene tablas, una técnica depurada y una voz muy bella. Resuelve con éxito la dificultad que supone pasar instantáneamente del monólogo en el registro hablado al canto. A medida que avanza el espectáculo su voz gana en calor y cuerpo, y seduce de manera inexorable al público. Además de ser un excelente cantante, Viana demuestra que es un gran actor y que sabe declamar el texto con la natural afectación que corresponde a su gremio, a la que suma una claridad y verosimilitud que no son frecuentes en su profesión. Los espectadores se divierten y se sorprenden con el milagro del canto, de la voz hecha música y fuerza sin socorro electrónico de ningún tipo. Los medios son austeros: el cantante y el pianista, con algunas piezas de decorado y vestuario. El espectáculo es aparentemente modesto. Solo pretende divertir y acercar la ópera a todos los públicos. Ambos objetivos se cumplen con creces. El resultado trasciende sus objetivos para convertirse en un espectáculo redondo y completo en si mismo, apto para todos los músicos, melómanos incluidos.


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