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Número 35º - Diciembre 2.002


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ADMIRABLE DIGNIDAD

Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 9 de Diciembre. Wagner: La Walkyria. Janice Baird, Elisabete Matos, Poul Elming, Hans Tschammer, Katja Lytting, Robert Hale, María Rey-Joly, María José Martos, Julia Oesch, Sandra Galiano, Clara Bystrand, Elenor Wiman, Jadranka Jovanovic. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Soustrot, director musical. Moshe Leiser y Patrice Caurier, directores de escena. John Fulljames, reposición de la puesta en escena. Producción del Gran Teatro de Ginebra.

Por Fernando López Vargas-Machuca.

Con esta Walkyria realizaba su despedida el que ha sido durante los últimos años director de producción del Teatro de la Maestranza, Giuseppe Cuccia, que pasa ahora al Teatro Massimo de Palermo. No sabemos qué tiene previsto sus sustituto, Luigi Ferrari, para el principal centro lírico de Andalucía, pero lo cierto es que al siciliano hay que reconocerle una gran sabiduría a la hora de seleccionar elencos y batutas. Independientemente de ciertos fiascos protagonizados por algunos nombres de su círculo (Ruggiero Raimondi, Claudio Desderi, Patricia Pace), es gracias a él como se ha logrado en Sevilla, sin mediar incremento presupuestario significativo, disfrutar de voces de primera categoría, y además -lo que no siempre ocurre- en roles adecuados a las características de las mismas.

 Otra cosa es su contrastado conservadurismo: a estas alturas ya todo el mundo sabe que lo que él había preparado era una Hérodiade con reparto de gran lujo internacional y la presencia -en lo que hubiera sido su debut operístico en Sevilla- de Ángeles Blancas, y que fueron las presiones externas las que le obligaron a cambiar el título de Massenet por el de Wagner. Pero bueno, por mucho que lamentemos que se tirara a la basura un proyecto que se encontraba ya más que maduro, el cambio ha sido para mejor: del no especialmente estimulante autor francés ya habíamos visto Werther y Le Cid, mientras que así por fin ha llegado a nuestra tierra, aunque sea parcialmente, una obra tan capital como es el Anillo. Y lo ha hecho además en buenas condiciones.

Obviamente no podemos comparar lo escuchado en Sevilla con las grandes grabaciones wagnerianas que todos tenemos en mente. Lo importante es que, con medios harto limitados, se ha ofrecido una sólida y bastante homogénea Walkyria. Sólo esto es ya muchísimo, por lo que no podemos sino felicitar al Maestranza en su conjunto, y más concretamente al citado Cuccia. Así, entre las voces se ha sabido juntar a veteranos tan prestigiosos como Robert Hale (que tiene grabadas dos Walkyrias, en EMI y Decca respectivamente) o Paul Elmig (Siegmund oficial de Bayreuth durante unos cuantos años), con brillantes jóvenes en vías de consolidación como Janice Baird y Elisabete Matos. Por no hablar del lujazo que supone tener en el grupo de las hijas de Wotan a gente como María José Martos o las aún poco conocidas pero prometedoras María Rey-Joly y Sandra Galiano.

 

 

Todos estuvieron cuanto menos correctos, sin excepción, y a todos se le pudo poner algún reparo, también sin excepción. A Hale se le notaba ya la edad, y de hecho en el último acto se vino abajo, pero su Wotan salió adelante gracias a la hermosura y rotundidad de su voz baritonal y a la sabiduría acumulada en las tablas. Janice Baird no estuvo tan convincente como la pasada temporada en Elektra, quizá no tanto porque el papel no le vaya -la norteamericana no es una dramática-, como por las circunstancias personales: sólo cuatro días antes había fallecido su padre. En todo caso, y como mínimo, fue una dignísima Brünnhilde. El altísimo Paul Elming ofreció el solvente Siegmund de siempre, quizá menos bien de voz, pero centrado en el estilo y en el papel. Plausibles la Fricka de la hermosa Katja Lytting -aunque fuera soprano- y el Hunding de Hans Tschammer.

La gran sorpresa de la noche fue Elisabete Matos. Desde que escuchamos por primera vez a esta soprano -Condesa en unas Bodas en Jerez de la Frontera- hemos podido apreciar como su instrumento se ha venido ensanchando, se han ido limando ciertas tiranteces y se ha desarrollado un admirable talento dramático. En su debut como Sieglinde ha demostrado que, pese a una bisoñez que en contados momentos se hacía manifiesta, puede ser una magnífica opción para determinados papeles wagnerianos: en Sevilla dejó atrás a todos sus compañeros de reparto. Muy atentos porque promete lo suyo.

Marc Soustrot -previsto inicialmente para la citada Hérodiade- dejó muy buen sabor de boca hace unos años en Lohengrin. Aquí la cosa no fue tan maravillosamente: pasar de la obra -se dice- más italiana de Wagner a un monstruo como el Anillo termina pasando factura. Con todo, la suya fue una estimable dirección, atenta siempre a los cantantes (¡en ningún momento dejó de oírseles!), transparente, equilibrada en los planos sonoros y ajena por completo al efectismo y al estruendo tan tentadores para quien busque el aplauso fácil. Por contra, hubo alguna caída de tensión -el comienzo del primer acto fue flojísimo- y sólo en contadas ocasiones hizo acto de presencia el arrebatador dramatismo de la partitura. La orquesta respondió bastante bien, con sus más y sus menos.

Resulta difícil de calificar la puesta en escena de Moshe Leiser y Patrice Caurier sin ver el ciclo completo. Walkyria se ambienta en los años cincuenta, al parecer porque Oro lo hacía durante la II Guerra Mundial. Aparte de este cambio cronológico y alguna que otra idea feliz (el grupo de cazadores que permanecen en escena durante el relato de Siegmund) o bastante discutible (el tiro de gracia con el que Hunding remata al welsungo), se trató de una labor tradicional en su concepto que se limitó a narrar con corrección sin otras aspiraciones conceptuales. Fastidiosa, en todo caso, la escenografía del último acto para los que nos encontrábamos en el patio de butacas, pues al estar la roca muy elevada, seguíamos con dificultad la acción que se desarrollaba sobre ella.

Lo dicho: una buena Walkyria. Es decir, un logro mayúsculo para un teatro que no llega a los doce años de vida. Confiemos en que con el nuevo director de producción se corrija de una vez por todas el conservadurismo en la elección de los títulos pero, al mismo tiempo, se continúe la trayectoria ascendente en lo que a la calidad interpretativa se refiere. Confiemos también en que sepa hacer frente a las presiones de ciertos agentes artísticos que, listos ellos, puedan intentar aprovechar el relevo para imponer sus designios. Sería una horripilante pesadilla, por ejemplo, encontrarnos con nombres tipo Daniel Lipton -el del Rigoletto del Real- sólo porque así, y sólo así, se comprometiese a actuar ese cantante español de moda que ustedes y yo sabemos. Cuccia no pasó por el aro. Esperemos que su sustituto tampoco lo haga.

 

Web de Janice Baird, con fotos de la producción: http://www.janicebaird.com/