Revista mensual de publicación en Internet
Número 32º - Septiembre 2.002


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ENTREVISTA A DAVID MORROW
I  had a dream...


David Morrow 

Entrevista realizada por Alejandra Pin Zambrano (Guayaquil, Ecuador).

   “Los negro spirituals son canciones religiosas desarrolladas por afro-estadounidenses  entre 1690 y 1806,  período de esclavitud en los EE.UU.  Surgieron a medida que  aprendían el cristianismo, añadiendo conceptos musicales africanos a varias de las ideas europeas que adquirieron  sobre la música y cómo era creada.  Canciones con variadas y  diferentes emociones:  gozo,  esperanza, tristeza...  Algunas muy rápidas,  como las llamadas jubilee spirituals,  de  compás  acelerado, como  Every time I feel the Spirit.   Otras, en cambio,   sufridas y lentas.  Un tipo de canción sacra de gran tristeza podría ser el  spiritual  titulado Sometimes I feel like a motherless child.   Otras adoptaron estilos musicales de cantos africanos de llamado y respuesta  (call and response),  donde   el líder o solista,  dice una frase para que el coro responda inmediatamente,  vuelve a intervenir el líder,  el coro a responder,  y así...  También las hay  más líricas,  suaves,  con mayor legato,  como se dice habitualmente en teoría musical, por ejemplo, Swing low, sweet chariot”.  Así expresa el maestro David Morrow,  radicado en  Atlanta, Georgia; dirige  el mítico Glee Club  del Morehouse College, su alma máter.     Casi un siglo de trayectoria acredita a esta nutrida agrupación masculina como una de las mejores del mundo. 

    En 1980, David Morrow obtuvo su Bachelor of Arts,  graduado a la cabeza de su promoción y acreedor al  Kemper Harreld Award for Excellence in Music.  Ya en 1995 se doctora en Artes Musicales  (University of Cincinnati College Conservatory of Music). Celebrado arreglista de piezas vocales,  Morrow  ha  dictado conferencias y dirigido talleres corales en diversos países.  De hecho,  lo atrapamos en Guayaquil tras venir como invitado por el Centro Ecuatoriano Norteamericano,  para especializar    directores   en la  música del viejo del sur estadounidense:  “Tomaron temas bíblicos como recurso para atravesar sus propias experiencias como esclavos.  Tal como dije a los participantes del  taller,  algunos spirituals tenían doble sentido.  Por ejemplo,  llegar al ‘cielo’  u obtener la ‘salvación’. O cuando  alguien cantaba  Swing low,  sweet chariot coming for to carry me home (Corre bajo,  dulce carroza que llegas para llevarme al hogar).    Hogar’ también significaba norte,  es decir,  si llegaban al norte podrían ser libres.  Algunas veces intercambiaban señales así,  acaso  refiriéndose al  llamado the underground railroad  (las rieles subterráneas); cierto sendero  -no subterráneo en verdad,  pero secreto-  que  esclavos atravesaban por la noche para llegar al norte. Lo usaban de muchas maneras. No quisiera que se malinterprete este fenómeno,  abrazaron el cristianismo con sinceridad,  mas también usaban las canciones para,  clandestinamente, comunicarse entre ellos”. 

    Conocí a David temprano por  la mañana,  hora poco sociable.  Pero este  caballero nacido en Rochester,  Nueva York,  es de sonrisa fácil y saludo cálido.  Confieso que tras leer su currículum esperaba  alguien veinte años mayor.     En 1995 dirigió el himno nacional de los EE.UU. con los coros combinados de Atlanta University Center acompañando a Natalie Cole  para el vigésimo octavo Super Bowl,  evento deportivo que inspira tanta devoción popular como el fútbol en nuestras tierras.  Además,  en sus hombros recayó  dirigir el  Morehouse College Glee Club tanto en  apertura como en  clausura de las Olimpiadas de Atlanta en 1996.   Como todos los grandes,  empezó en chiquito:    “A los veinte años tuve un lindo coro de iglesia en Rochester”, recuerda casi con ternura.  “Iglesia pequeña, personas  muy buenas.  Nada  numeroso;  a veces no contábamos con las voces necesarias,  pero eran responsables  para reunirse a ensayar,  se esforzaban al máximo para  crear algo bueno que  ofrecerle a Dios la mañana del domingo.    Era divertido  porque yo era la persona más joven del grupo,  todo los demás eran mayores,  pero me trataban con mucho respeto.  Al poco tiempo obtuve el trabajo que me llevó a mi cargo actual  en el Morehouse College.    De 1981 a 1987 fui director asistente del Glee Club cuando estaba a cargo el maestro Wendel Whalum.  Falleció en 1987 y  me colocaron en su reemplazo,  tras asistirlo por seis años.  Para mí fue  gran honor y gran responsabilidad,  me asustaba de sólo pensarlo”.

 Los blues del colegio

    “Cuando estaba en el college estudiando canto,  además tomé dirección [de coros y orquesta]  junto a   literatura coral,  allí empecé a dudar sobre cambiar mi carrera de voz a sólo dirección de  coros.  En realidad, anhelaba ser director,  pero a la vez quería ser cantante.  Así  comencé, y finalmente seguí  ambas carreras. Tiempo después  dirigí un coro ad hoc  como parte de las pruebas para obtener mi maestría en la Universidad de Michigan.  Debía escoger integrantes entre el alumnado y -sin planearlo- conseguí  seis  sopranos  que se odiaban mutuamente por varias razones... ¡de verdad sonaban como si no soportasen trabajar juntas!   Insistí en que lo hicieran,  busqué maneras de hacérselos entender.  En un caso tuve que decir,  ‘Mira,  esta es mi maestría,  no la tuya, y  necesito que cooperes conmigo o simplemente decidas no cantar’.  Finalmente  admitieron  haber actuado tontamente y rectificaron.   Esa es una de las cualidades más importantes para ser  director de coros o  jefe  de cualquier cosa.  Resulta imprescindible poder  tratar a todo tipo de personalidades”. Ah,  los solistas.  A través de la historia han hecho leyenda.  Y no siempre buena:    “La persona segura es el tipo de cantante  requerido,  pero debe actuar de acuerdo a la situación. Que no se imponga sobre todo y  todos,  sin embargo es necesaria suficiente autoconfianza para que haga cuanto sabe hacer.  Normalmente las cosas salen bien,  aunque a veces  es preciso halar algunas colas de pavorreales y,  de vez en cuando   estar listo para trabajar  sin ellos porque,  incluso por alguien talentosísimo,  siempre hay otro que lo puede hacer igual o mejor. Como director,  prefiero dar  oportunidad a quien tal vez no parezca  tan bueno en vez de andar con miramientos o acatar caprichos de personas poco  cooperativas”. 

    Cuando uno pasa a estar detrás de la batuta y no frente a ella,  es común olvidar a los seres humanos, desechar sentimientos en aras de  perfección y  orgullo.  Cómo hablar sin lastimar,  corregir sin reprimir:  “De distintas formas.  Una de ellas es demostrarles  si están cantando por debajo de la tonalidad.  Espero a que terminen de cantar  y luego toco en  el piano exactamente lo que hicieron, así  descubren por ellos mismos cuál fue el error.  O digo cosas como ‘ah,  esta vez no salió tan bien’,  pero nada más.  Nunca diría algo demasiado negativo,  como ‘suenan HORRIBLEMENTE’.  Intento ser lo más alentador posible,  si bien lo bastante sincero para expresar lo  mejorable.  Me aseguro de decir lo  que hicimos bien y lo que se puede hacer mejor”.  Ya después del  concierto,  ¿valdrá la pena poner puntos sobre las íes?  Responde riendo:    “¡Nooooo!  En realidad no.  Necesitan disfrutar lo que hicieron. Siempre hay alguien encargado de grabar nuestros conciertos,  pero no reviso las cintas sino hasta mucho después,  incluso semanas:  como director,  sé perfectamente cuál fue cada error...”   David separa las palabras para enfatizar,  “no me es necesario volver a escucharlos para descubrirlos.  Después de todo,  quieres ser capaz de ver el vaso,  como decimos,  medio lleno y  no medio vacío.   Si en general el concierto fue bueno, con pocos detalles imperfectos,  no es  preciso  señalarlos inmediatamente,  sino talvez hasta el próximo ensayo o algo así. Al momento deben disfrutar que hicieron su mejor esfuerzo y  han ganado sentirse lo mejor posible”. 

   ¡Un coro!   ¿Para qué?

    En julio contrajo nupcias con Karan,  asistente legal y futura investigadora musical,  por eso de que el amor cambia los planes mejor trazados.  Imaginé que  el primer mundo no enfrentaría la prueba del para qué. La música y todo lo que no sea rápidamente redituable  llevan aquel velo de inutilidad,  enfrentan ese maquiavélico para qué.  Padres de todas las épocas  prefieren ver a sus hijos atrincherados tras una pila de libros,  no cantando.    ¿Lo habrán sometido al para qué?  Me hacen esa pregunta todo el tiempo.  Especialmente como profesor en centros de estudios superiores, muchos alumnos  me dicen ‘No necesito perder mi tiempo en ese coro’.  Bien,  si la persona tiene talento para cantar,  debería integrar  un coro,  aparte de  únicamente estudiar,  sólo para disfrutarlo.  Segundo,  en cualquier tipo de música,  ya sea coro,  orquesta, banda, lecciones particulares...  pero especialmente en coros o en música de ensemble,  hay tanto más por  aprender aparte de música”... separa las palabras otra vez.  “Número uno:  ser capaz de trabajar con otros para crear algo.  Número dos:  poder crear y  ser parte de un proceso creativo.  Tercero:  la disciplina requerida por la música es parte de otras cosas de la vida,  que no son música.  Desarrolla disciplina en muchas otras áreas.  Cuarto,  implica el valor humanístico de ver  formas que la gente encuentra para expresarse a sí misma,  distintas de hablar o  escribir.  Como puedes deducir de mi entusiasmo,  siempre me lo preguntan y  por lo general estoy listo para animarlos a entrar al coro porque es triste que piensen que hacer música no  sirve para nada”.

    Amante además de la vieja escuela coral europea:    “Me apasiona cualquiera de los oratorios de Haendel.  Amo a Brahms...  ambos tienen fantásticas obras corales.  Prefiero la música sacra talvez porque la conozco mejor.  Tuve el privilegio de dirigir el Réquiem de Brahms;  Elijah,  de Mendelssohn, algo de J.S. Bach.  Al mismo tiempo he estudiado magníficos compositores corales afro-estadounidenses,  admiro sobre todo a Robert Nathaniel Dett”.  Dett (1882-1943)  nació en Canadá, sin embargo es uno de  los padres de la música estadounidense.  Tomó varias canciones conservadas sólo por tradición oral, realizó los arreglos necesarios y las plasmó en partituras.  Director musical del Hampton Institute,  llevó a su coro en gira mundial y presentando los spirituals a todo el planeta. 

      Hoy más que nunca el ser humano precisa puentes.  El mismo diablo que sopla al oído del Ku Klux Klan,  anima a quienes ponen coches bomba en el centro de Madrid,  vuelan hogares palestinos o cafeterías israelíes. Con tantos disfraces,  tantos argumentos,  el mismo demonio incendia una iglesia miserable repleta de niños y madres  de Colombia o derrumba el opulento World Trade Center.    ¿Cuántas generaciones de mutilados y traumatizados deberán venir para que, en el peor de los casos,  nos resignemos a compartir el mismo planeta?  Si no por decencia,  por sensatez,  acerquémonos en paz,  empecemos a conocernos.  Es el primer paso para aceptarnos,  y, quién sabe,  hasta amarnos: “He observado  coros  cantando spirituals;  no sólo  coros negros,  sino también  coros blancos  o  de ciudades más integradas de los Estados Unidos.  Chicos de escuelas de todos los niveles que cantan spirituals  realmente lo disfrutan”, dice casi en susurros.    “Disfrutan quienes oyen  y quienes cantan,  no sólo como pasatiempo  sino por su significado espiritual e histórico. La música es en realidad más universal de lo que la gente quizás piensa.   Martín Luther King lo comprendía muy bien porque usó spirituals durante concentraciones  y reuniones en general,  mientras preparaba su gran marcha y realizaba su trabajo. Sí,  creo que tienen ese valor de unificar a la gente”.

    Si bastara fe para crear belleza,  nadie desafinaría en la iglesia.  Pero no es así.  El talento se nutre con estudios y tiempo.  Una vez distribuidos los dones,  Dios rehúsa hacer  milagros  en  arte o en fútbol.   Pero no todos comparten semejante apostasía:  “La música es una de las cosas que han cobrado ánimo con mi fe cristiana,  van hombro con hombro en términos de fuerza.  Eso es lo maravilloso de esta música,  tan inspirada por Dios...  debe serlo  para haber perdurado  tanto”.