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Número 9º - Octubre 2000


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SHOSTAKOVICH POR PREVIN: UN BINOMIO LEGENDARIO

Por Ignacio Deleyto Alcalá


La serie "double fforte"(inicialmente llamada forte) está sirviendo para rescatar importantes grabaciones del enorme catálogo de EMI Classics con una presentación digna y a un precio atractivo. Entre lo más destacable está la publicación de los registros de las sinfonías de Shostakovich por André Previn con Londres y Chicago. Ya que se acaba de cumplir el vigésimo quinto aniversario de la muerte del compositor, dedicaremos nuestro artículo al comentario de dos dobles que reúnen las sinfonías Nos 4, 5, 10 y 13.
Curiosamente Previn nunca llegaría a completar el ciclo sinfónico a pesar de haber sido uno de los directores occidentales más asociados con la obra sinfónica del compositor ruso. Tampoco lo hizo para otros sellos con posterioridad insistiendo en algún título ya registrado en su época al frente de la Sinfónica de Londres, como, por ejemplo, la octava sinfonía. Digamos de paso que todavía hoy EMI sigue sin tener un ciclo íntegro del corpus sinfónico de Dmitri Shostakovich; Mariss Jansons parece ser el destinado a completarlo, con ocho de las quince sinfonías ya en su haber, aunque el ciclo ha progresado poco en los últimos años.

Este primer doble (EMI 72658 2) reúne Cuarta y Quinta extrañamente acopladas con música de Britten. La Quinta pasa por ser la más grabada de las sinfonías de Shostakovich junto a la Décima. Recordemos la anterior versión de Previn para RCA con la Sinfónica de Londres que sigue manteniendo plena validez. Previn conoce la partitura como nadie y, aunque sabe expresar toda su amargura, la versión peca de cierta frialdad, de un distanciamiento que perjudica a la obra. Hay, sin embargo, momentos extraordinarios como el largo primer movimiento que va creciendo en densidad e intensidad hasta el espectacular clímax. Los ecos mahlerianos son evidentes en el juguetón scherzo conducido con gracia y socarronería por Previn.

La Cuarta es una sinfonía más "dura" que la Quinta. Los efectivos orquestales son de asustar: a una cuerda de ochenta y cuatro músicos se añaden, entre otros instrumentos, ocho trompas, cuatro trompetas, tres trombones, dos tubas, doble percusión y dos arpas. Los tutti son a veces ensordecedores y violentos. Previn realiza una lectura incandescente, nerviosa y desolada. Como más adelante nos encontraremos en su lectura de la Décima, Previn pasa por alto los guiños grotescos y "chirriantes" en la música de Shostakovich resaltando, por su parte, otros de mayor carga emocional. De todos modos, estamos ante una gran versión de la obra que junto a una buena Quinta hacen este doble perfectamente recomendable.

El segundo doble (EMI 73368 2) nos presenta dos sinfonías más del "compositor mercenario", como algunos lo han llamado, nacido en Leningrado. Aunque el mismo Shostakovich afirmara que estaba escribiendo una "apoteosis"con referencia a su Novena sinfonía, cuando se estrenó la obra, Stalin literalmente enfureció y se sintió ofendido por los resultados. Esperando como estaba por una gran sinfonía en la línea de la emblemática Novena de Beethoven, se encontró con una obra sin coro, sin solistas, sin grandeza y sin dedicatoria... Shostakovich no escribiría más sinfonías hasta la muerte de Stalin. Sin embargo, una vez muerto Stalin en 1953, Shostakovich puso manos a la obra con su Décima sinfonía, quizás, la más popular de todas. El propio compositor confesó años después que la sinfonía era sobre Stalin y los años de estalinismo, siendo el scherzo un retrato musical del propio mandatario. Independientemente de la interpretación política que se le pueda dar, estamos ante una obra de gran belleza y fuerza expresiva. Para no perder la costumbre, la sinfonía no fue recibida sin pocas críticas: "compleja", "sombría", etc. Se llegó a conclusiones de lo más absurdo como cuando el Sindicato de Compositores Soviéticos debatió si la sinfonía era lo suficientemente optimista. Tras varias discusiones, la obra fue oficialmente descrita como la expresión de "un optimismo de índole pesimista".

La Décima siempre ha sido considerada uno de los mayores aciertos de Previn en Shostakovich y razones no faltan. Llama la atención, por ejemplo, la capacidad del director para construir un edificio sinfónico de tal magnitud con pulso firme, sin desfallecimientos, ni medias tintas. La orquesta, impresionante, está a la altura del director y da una lección de virtuosismo y compenetración. Pero es al comparar su lectura con la de Mravinsky -director ruso que estrenara la obra- cuando se echa de menos, entre otras cosas, el aspecto grotesco en la música de Shostakovich: por ejemplo, en el Scherzo o en el final del Allegretto con ese violín que suena incisivo e irritante en manos de Mravinsky y casi inocente y aséptico en las de Previn. Y es que Previn se pone muy serio al dirigir Shostakovich e ignora los aspectos más extravagantes de su música. De todas maneras, su versión es recomendable dentro del llamado "shostakovich no ruso" junto a Karajan en cualquiera de sus dos grabaciones con la Filarmónica de Berlín.
La sinfonía Nº 13 "Babiy Yar" no se podría recomendar como introducción al sinfonismo de Shostakovich por su longitud y la inclusión de textos de principio a fin. Para eso debiéramos ir, quizás, a la Quinta, Séptima o Décima sinfonías. Sin embargo, es una obra que engancha enseguida por su lenguaje directo, sin ambages, en consonancia con la claridad y contundencia de los textos. Debe su nombre a un tétrico lugar a las afueras de Kiev en el que fueron asesinados más de cien mil judíos a manos de los nazis. Esta obra es, por tanto, un monumento sinfónico contra el antisemitismo y no sólo al de ideología nazi sino también al estalinista, uno de los más feroces, como se sabe. La obra compuesta en 1962 y orquestada para bajo solista, coro masculino y gran orquesta, usa poemas de Yevgeny Yevtushenko, poeta socialmente comprometido. Está dividida en cinco movimientos, los tres últimos sin solución de continuidad. La obra explica y denuncia diferentes aspectos del estilo de vida soviético. El tercer movimiento, por ejemplo, describe la "fatalidad" de ser mujer en la Unión Soviética y el último ve con sarcasmo a los burócratas que mantienen el sistema en pie. Como no podía ser de otra manera, las autoridades soviéticas vieron la obra con recelo por sus textos subversivos.

En esta versión, dirigida por Previn con una ligereza que se agradece, coro y solista se erigen en los verdaderos protagonistas de la obra por encima de la orquesta. El coro dirigido por Richard Hickox está soberbio y Dimiter Petkov aporta el tono eslavo con lo que la versión gana en autenticidad. A pesar de no desbancar a las versiones de Kondrashin, es probablemente la mejor de un director occidental, ligeramente superior a la de Haitink.

Dos referencias, por tanto, que incluyen dos de sus sinfonías más populares en versiones aplaudidas por la crítica desde su publicación y que no han perdido un ápice de su interés original con el paso del tiempo aunque con las reservas antes mencionadas. Confiamos que aparezcan en próximos lanzamientos las sinfonías Sexta y Octava, también grabadas por Previn por aquellos años, para que el aficionado pueda disponer de todo el Shostakovich sinfónico de André Previn en tres dobles de la misma serie.