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Número 9º - Octubre 2000


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INSTRUMENTOS DE VIENTO EN LA MÚSICA SACRA HISPANA DEL SIGLO XVI

 

Por Juan Luis de la Montaña Conchina.

Una de las características más interesantes de las prácticas polifónicas hispanas del siglo XVI es su acompañamiento por instrumentos. Efectivamente, parece que la participación de ministriles en los oficios religiosos diversos era habitual a comienzos del siglo XVI, aunque no queda claro si su participación es en los oficios celebrados en el interior del recinto o se reduce a acompañar las periódicas procesiones que se realizaban fuera del templo, como por ejemplo las muy afamadas del Corpus Christi. De Plasencia nos llegan noticias en 1508 de la existencia de un grupo de instrumentistas contratado “ministriles e trompetas e sacabuches e chirimías” por un sueldo de 7-8.000 maravedís que participaba tanto en las procesiones como en la música que acompañaba a los oficios.

Los últimos estudios realizados sobre esta problemática señalan la incorporación de grupos fijos de instrumentistas o “ministriles” en los templos mayores que acompañaban a los cantores. La primera referencia cierta procede de la catedral Sevilla hacia 1530, aunque todo parece indicar que en 1526 ya existía un grupo de músicos no estable pagado por el cabildo de la catedral.

Lo cierto es que en las fechas anteriormente expuestas ya existen ministriles ofreciendo sus servicios en Sevilla y otros lugares como “los tienen todas las yglesias catedrales despaña”. Esta realidad se hizo palpable en la segunda mitad del siglo XVI cuando incluso pequeñas iglesias, colegiatas y otros centros religiosos fueron incorporando pequeños grupos (tríos y cuartetos, normalmente) a sus capillas musicales. Datos cronológicos más exactos nos permiten conocer la progresiva incorporación de ministriles en los más importantes centros hispanos. Así, tenemos referencia de instrumentistas en León hacia 1544, Valencia en 1560, Palencia en 1567, Huesca en 1578, Zaragoza en 1582, Las Palmas en 1578, Oviedo en 1595, Plasencia en 1567, lugar donde era contratado de manera permanente un grupo de vihuelas de arco (violas da gamba) para los más diversos servicios.

El número de ministriles era variable según las necesidades, las posibilidades económicas de cada lugar y por supuesto las preferencias de los patronos. Igualmente, el número de músicos que solía trabajar en la catedral de Toledo y oscilaba permanentemente entre cinco o seis, dependiendo de la celebración o fiesta religiosa que se decidía acompañar con música. Cinco había normalmente en Plasencia. El número habitual era cuatro, correspondiendose con el número de voces cantadas, y así parece que sucede en una parte importante de las catedrales (Valencia, Oviedo, Avila), mientras otros lugares doblaban este número, tal es el caso de Jaén.

La composición de estos conjuntos era más estable. Normalmente eran agrupaciones de vientos o “coplas” conformados por instrumentos sopranos, corneta, chirimía y orlos, dejando las partes de tenores y bajos para sacabuches y bajones. En Sevilla, el grupo estaba compuesto por dos trombones y tres chirimías. El reparto de instrumentos suele consignarse pero no la calidad tímbrica de los mismos: “y los ministriles sean dos sacabuches y dos tenores que el uno sirva de contralto y el otro de tenor y un tiple”; en Valencia queda relación de “dos tiples, dos contrabaxos, un tenor y un contralto”.

Las “coplas” quedaban completadas por la introducción de otros instrumentos como las flautas. En numerosas constituciones de las capillas catedralicias las flautas aparecen definidas como “juegos” o grupos-familias completas. En Jaén, en 1445 se ordenaba tocar el motete después de la elevación únicamente con el “juego”. También eran definidas como musas. Las cornetas negras y mutas (el clásico cornetto las primeras, y una corneta recta conocida también como blanca o muda las segundas) fueron igualmente introducidas, aunque se impuso el uso de la chirimía. Era habitual que, tal y como sucedía en la catedral de Palma en 1559, el tañedor de chirimía lo fuera también de corneta, cornamusas o cornamutas.

Los instrumentos habituales en las capillas catedralicias eran los de viento, aunque los de cuerda, especialmente vihuelas de arco y arpas, también participaban regularmente en el acompañamiento de las voces. Partiendo de esta realidad constatada documentalmente, creemos interesante incidir en las características de los instrumentos anteriormente mencionados.

-Corneta. (Cornetto). El Diccionario de Autoridades (1726-39) señala que el nombre lo recibía por ser algo curvo y casi semejante al cuerno del toro. Según la Organología de Pedrell, la corneta era un instrumento de madera algo curvo aunque también las había rectas, tuertas, blancas y negras. Las rectas eran de madera o de marfil y por eso se llaman blancas y mudas por la dulzura del sonido. Las tuertas o encorvadas, también de madera, se llamaban negras por el cuero de ese color que forraba el instrumento. Pietro Cerone decía que las negras no pasaban de quince puntos mientras las tuertas no lo hacían de once. Las negras podían alcanzar hasta cuatro o cinco voces. Artusi habla de las cornetas como el instrumento que mejor imita la voz humana: para ser bien ejecutado conviene poseer un gran gusto, extensos estudios y extrema perfección. No menos descriptiva es la definición que nos proporciona M. Mersenne en su Harmonnie Universelle publicada en París en 1636, según dicho autor el sonido de las cornetas es semejante al brillo de un rayo de sol que aparece a través de las sombras, cuando se oye mezclado con las voces en las iglesias catedrales o en las capillas.

-Sacabuche. El sacabuche, la Tuba ductilis de los romanos, o trombón (parecido al moderno trombón de varas) es un instrumento de metal que se larga y recoge en sí mesmo; táñese con los demás instrumentos de chirimías, cornetas y flautas. Díjose así porque, cualquiera que no estuviese advertido, le parecería cuando se alarga sacarle el buche. Esta es la particular y simpática definición que nos proporciona Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana de 1611 sobre el conocido e imprescindible instrumento de viento utilizado en las capillas instrumentales tanto sacras como profanas, aunque más especialmente en las primeras, debido al sonido ceremonioso que confería el uso de varios instrumentos conjuntados. Era un instrumento que se agrupaba en una familia, como otros muchos. Quizá los más utilizados por su timbre y capacidad sonora fueron los sacabuches tenores y bajos, que, en un conjunto polifónico instrumental, formaban los bajos de cornetas y chirimías.

-Chirimía. El Diccionario de Autoridades lo define como instrumento de madera recto encañonado, largo de tres cuartas, con diez agujeros para el uso de los dedos con los cuales se forma la armonía del sonido según sale el aire. Fue un instrumento muy utilizado en las capillas musicales y se agrupaban igualmente en una amplia familia. Las fuentes nos permiten tener constancia de esta realidad. En la catedral de Toledo, a mediados del siglo XVI, había varios “chirimías”, dos tiples y un alto. La importancia de este instrumento y su habitual uso dio lugar a la fundación de la escuela de chirimías en 1652.

-Bajón. El bajón era una especie de fagot primitivo. Era un instrumento muy utilizado en las capillas de música sacra acompañando las voces: básicamente era utilizado para dar el tono a los cantores. Pasado el tiempo se convertiría en el instrumento de acompañamiento de música sacra por excelencia. Existían varios tipos de bajones dependiendo de su tamaño. De esta forma, era conocido, entre otros, el bajoncillo denominados por otros como bajón tenor.

-Orlo. El equivalente en Europa es el Cromorno. Era un instrumento de complicada ejecución por las dificultades que presentaba su afinación. Pietro Cerone los llama doblados por la forma de cayado de estos instrumentos de lengüeta doble que bien podría incluirse en la familia de los bajones. Poseían un sonido ronco y era habitual escucharlos acompañando chirimías, cornetas e incluso agrupaciones de flautas.

-Flauta. Las flautas dulces (flauto dolce italiano) eran habituales en la música de las catedrales. Sabemos por algunas disposiciones capitulares que las flautas “unas mas grandes e otras mas pequeñas” formaban conjuntos o “juegos”, que es como se llamaban a las agrupaciones (cuartetos) de estos instrumentos.