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Número 88º - Marzo-mayo 2.008


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Plácido incombustible diseño

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Tamerlano. Música de Georg Friedrich Haendel. Libreto de Incola Haym. Reparto: Mónica Bacelli, Plácido Domingo, Ingela Bohlin, Sara Mingardo, Jennifer Holloway, Luigi de Donato. Director musical: Paul McCreesh. Director de escena: Graham Vick. Escenógrafo y figurinista: Richard Hudson. Diseño de iluminación: Matthew Richardson. Coreógrafo: Ron Howell. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Producción del Maggio Musicale Florentino. Teatro Real de Madrid, del 26 de marzo al 11 de abril de 2008. 

Resulta inusual que una ópera barroca sea protagonizada por un tenor como ocurre con Tamerlano de Haendel. Tampoco es muy habitual que un artista de la categoría y edad de Plácido Domingo se embarque en la arriesgada empresa de incorporar a su repertorio un papel barroco como el de Bajazet. Su interpretación es buena aunque no excelente, pues este estilo no es el que mejor se adecua a su voz y circunstancia, pero su audacia es encomiable. Y, por descantado, en Plácido menos siempre en mucho y bueno. Los otros cuatro papeles protagonistas del primer reparto de estas funciones están a cargo de señoras interesantes pero muy distintas. Brilla en el cartel la preciosa voz de Ingela Bohlin, que pone sus impecables maneras al servicio de Asteria. Esta joven soprano sueca me ha supuesto una grata revelación que sin duda nos va a deparar muy buenos momentos. La mezzo Jennifer Holloway interpreta el papel de Irene con más emoción, en un estilo menos ceñido a lo barroco, pero con acierto y gusto. Las cantantes que interpretan los papeles masculinos no se integran del todo, por el inverosímil travestismo y alguna otra circunstancia. La contralto Sara Mingardo tiene encomendado el papel Andrónico, que no llega a convencer como enamorado. La mezzo Mónica Bacelli interpreta al emperador Tamerlan, esfuorzandose en la caricatura que se hace del personaje. El cartel se cierra con la poderosa intervención del estupendo bajo Luigi de Donato. En lo musical hay que destacar el excelente trabajo de la Orquesta del Teatro Real, con plantilla reducida y algunos instrumentos barrocos, además del continuo. Los profesores obtienen un sonido depurado y convincente, que no es del todo ni moderno ni historicista. La dirección de Paul McCressh es espléndida por su fuerza y flexibilidad, por su atención a todos los detalles, desde el principio hasta el final de una función que dura cuatro horas y media. Los músicos quedan contagiados de su brío (más que los cantantes), de su sabiduría y de su minucioso trabajo con la batuta. Fundador y director del Gabrielli Consort and Players es, sin duda, uno de los mejores directores de música barroca con cualquier grupo con el que trabaje. La música de Haendel pertence a ese estilo cosmopolita pero de fuerte inspiración napolitana, en el cual melodía y el impulso son la clave.

La producción presentada en el Teatro Real de Madrid, que procede del Maggio Musicale Florentino, es fantástica. La puesta escena, firmada Graham Vick, muestra un exquisito diseño, que equilibra estupendamente lo moderno y lo barroco. El decorado blanco creado por Richard Hudson es el mismo en los tres actos. Aparentemente simple, está lleno de vida y de constante movimiento. No aburre nunca. Detrás de su aparente sobriedad hay una tramoya de clara inspiración barroca que, por cierto, es gobernada por el equipo de Teatro Real con una suprema limpieza. Los que están tras el telón son también unos artistas. El decorado participa en la acción y también lo hacen los figurante, vestidos en blanco y negro, que se integran en todas las escenas con movimientos pausados y unas acertadísimas coreografías de Ron Howell. Todo el conjunto se relaza con uno de los diseños de iluminación más exquisitos y comprometidos que se han visto en Teatro Real, concebido por Matthew Richardson y realizado por Guiseppe di Lorio. Encuentro que hay cierta deuda en las figuras, luces, espacios y cadencias con Robert Wilson. La función es una fiesta para la vista, para los amantes del teatro, del diseño, de la danza y también, como no, para los aficionados a la música. Plácido sigue siendo una estrella resplandeciente, con energías sobradas para enfrentarse a este y a otros muchos retos.

Fotografía: Javier del Real