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Número 88º - Marzo-mayo 2.008


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Dama de Ámerica en Francia

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Recital de canciones de Bizet, Franck, Fauré, Gounod, Lalo, Saint-Saëns, Chabrier, Paladilhe, Debussy, Chausson, Bachelet, Duparc, Ravel, Caplet, Roussel, Messiaen, Hahn, Satie, Honegger, Canteloube, Rosenthal y Poulenc. Susan Graham (mezzosoprano) y Malcolm Martineau (piano). XIV Ciclo de Lied. Fundación Caja Madrid. Teatro de la Zarzuela de Madrid, 11 de febrero de 2008.

Parece increíble que una artista nacida en Nuevo Méjico y educada en Texas pueda interpretar con tanta naturalidad el repertorio de las canciones francesas. Susan Graham lo hace con una maravillosa elegancia. Toda su presencia y actitud irradia señorío y belleza, pero es su exquisita interpretación lo que cautivó a los expertos aficionados que suelen llenar el magnífico ciclo liederístico del madrileño Teatro de la Zarzuela. La voz de esta mezzosoprano es cálida, redonda, flexible y estable. Pero más que cantante, Susan Graham, es mejor artista. A sus aptitudes, la Graham suma una especial sensibilidad y una gran sabiduría, como pudimos comprobar en su actuación así como la elección del variado y amplio programa brindado. Éste incluía canciones francesas que iban desde Gounod (1818-1893) hasta Olivier Messiaen (1908-1992), ofreciendo un espléndido recorrido a través de dos siglos de canción francesa. La primera parte estuvo dedicada al siglo XIX y la segunda al siglo XX. Quedó patente que la música del siglo XX también puede conquistar el corazón del público si se elige y presenta con buen criterio. La propuesta fue muy interesante y combinó títulos conocidos con algunas perlas raras. Las piezas escogidas no solo se adecuaron perfectamente a la naturaleza vocal de la cantante, sino que se encadenaron en un brillante rosario con una inesperada y oculta coherencia. Estuvieron representados nada menos que veintidós compositores distintos. Así vimos como se materializó en el transcurso del recital ese paradójico anhelo clásico de encontrar la unidad en la variedad. El pianista Macolm Martineau, visitante habitual y muy querido en este ciclo, fue el perfecto contertulio en un bello diálogo musical. Su aportación, con un toque limpio y un uso sobrio del pedal, fue el complemento óptimo para la línea vocal. Supo colaborar con la cantante, defendiendo un cierto antagonismo en la articulación y encontrando coincidencia en la calidez del sonido. La exposición de cada una de las piezas, a veces miniaturas, fue deliciosa por parte de ambos intérpretes, convirtiendo la velada en una celebración exquisita y triunfal con la música de la más alta escuela. Los calurosos aplausos fueron recompensados con una preciosa y anacrónica joya de Reynaldo Hahn, A Chloris. Los artistas recogieron las ovaciones sin prisas para retirarse con la misma elegancia que reinó durante el recital, uno de los más bellos de este bello ciclo.