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Número 88º - Marzo-mayo 2.008


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DON GIOVANNI SE ABURRE EN SEVILLA 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 25 de abril de 2008. Mozart: Don Giovanni. Erwin Schrott, Arthur Korn, Anja Harteros, Saimir Pirgu, Virginia Tola, Marco Vinco, Raquel Lojendio, Wojtek Gierlach. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Antoni Ros-Marbá, dirección musical. Mario Gas, dirección escénica. Nueva producción del Teatro de la Maestranza.

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

Todo apuntaba a que iba a tratarse de una gran noche de ópera. Para el retorno del Don Giovanni mozartiano después de dieciséis años (Raimondi protagonizó la puesta en escena de Zeffirelli que vimos con las huestes de la Ópera de Viena en la Expo’92), el Maestranza había preparado una nueva producción propia con prometedores mimbres: un elenco de categoría encabezado por Erwin Schrott, que canta hoy el personaje en los más prestigiosos teatros, una batuta tan admirablemente mozartiana como la del gran Antoni Ros-Marbá, posiblemente el mejor director español de las últimas décadas, y un nombre tan mítico como el de Mario Gas para plantear la propuesta escénica. Contra todo pronóstico, el resultado ha sido de una terrible mediocridad. Fallaron quienes menos tenían que haberlo hecho: los dos directores. Y fallaron estrepitosamente.

El veterano maestro, que hace años ofreció aquí mismo también frente a la Sinfónica de Sevilla un buen Don Carlo y una magnífica Salomé, se ha estrellado contra Don Giovanni con una dirección de una flacidez exasperante, carente por completo de tensión interna, de diferenciación tímbrica, de variedad expresiva, de vitalidad, de chispa, de extroversión y, sobre todo, de fuerza dramática. Eso sí, no hubo efectismos ni salidas de tono y sí que se alcanzó cierto vuelo lírico, pero con eso no basta. La orquesta tocó como adormilada. Además hubo entradas a destiempo y evidentes descoordinaciones con la escena. No valen paños calientes ante un maestro de tan probada calidad: su dirección fue mala y hundió la parte musical del espectáculo.

Deplorable lo de Mario Gas. Y no porque trasladara la acción a la costa norteamericana de los años veinte, tratándose de una producción sevillana pensada para la exportación; ni porque convirtiera al padre de Doña Ana en una especie de capo mafioso; ni porque Don Giovanni no fuera más que un play-boy aburrido que pasa de todo; ni por caer en el tópico de plantear a Doña Elvira como una histérica cargada de maletas; ni porque en la escena del cementerio nos muestra al personaje en su ataúd hablando como si fuera el conde Drácula; ni porque al final señor y criado dan muerte a los matones (sic) que trae el Comendador, mientras este sale de escena fumando un cigarro (sic), quedando al final el protagonista con vida y sin castigo del otro mundo. Nada de esto era realmente grave.

El problema serio es que no existió en absoluto ni dirección de actores ni un concepto dramático de interés. Los personajes no estaban definidos psicológicamente ni trabajados en sus relaciones. La complejísima dimensión del protagonista quedaba por completo desdibujada. Los cantantes deambulaban a su aire, todos actuando de manera mediocre salvo Don Giovanni y Leporello. Hubo situaciones tan mal resueltas en su relación con la música y el texto que resultaban ridículas, como por ejemplo el reconocimiento de Doña Elvira por parte del seductor. Increíble y mal realizada la escena del banquete final. Que la escenografía de Ezio Frigerio fuera espectacular -aprovechando muy bien el fondo escénico del nuevo Maestranza-, que los figurines de Franca Squarciapino resultaran muy vistosos y que Vinicio Cheli volviera a exhibir en la iluminación su habitual gama de azules fríos no sirvió para arreglar el desaguisado.

Las voces alcanzaron un nivel homogéneo y muy estimable para lo que se puede conseguir. ¿Hay acaso una sola grabación discográfica donde todos los cantantes alcancen el sobresaliente? Pues eso. En Sevilla el más aplaudido ha sido Marco Vinco. En Córdoba le vimos encarnando al protagonista (enlace), y ahora se ha encargado de encarnar a su criado. Ni su instrumento ni su línea de canto son para tirar cohetes, y desde luego aún puede  matizar más en el fraseo, pero en conjunto es un cantante muy solvente que, además, se desenvuelve en la escena como un magnífico actor, sabiendo dar al personaje comicidad en su punto justo, sin pasarse. Sus excepcionales tablas le granjearon los más calurosos aplausos del respetable al terminar la función.

El cada día más prestigioso Saimir Pirgu, de voz no muy agraciada, canta con hermoso legato, amplio fiato y apreciable sensibilidad, y aunque tuvo problemas al apianar en “Dalla sua pace”, brilló con luz propia en una emotiva recreación “Il mio tesoro” en la que lució solvente coloratura: de lo mejorcito de la velada. Lástima que sea mal actor. Notable el Massetto de Wojtek Gierlach, de buena y juvenil voz.

Se anunció por megafonía la indisposición de Anja Harteros. Se dejó notar en algunos estrangulamientos y tiranteces, como también en un timbre que parecía algo tocado. Y aún así la ascendente soprano alemana ofreció una más que notable Doña Ana, temperamental pero no violenta ni ordinaria, muy desenvuelta en las coloraturas y lo suficientemente matizada en lo dramático; su “Non mi dir” fue aplaudido con entusiasmo. A su lado palideció la nada desdeñable Doña Elvira de Virginia Tola, pues aunque se mueve estupendamente en el centro y sabe ofrecer momentos muy sensibles, en cuanto sube a la zona de paso los problemas hacen su aparición; su vocalidad tampoco es exactamente la adecuada, resultando corta por abajo.

La tinerfeña Raquel Lojendio pasó sin pena ni gloria: aunque evitó por fortuna el tópico de la Zerlina de soubrette y cantó con corrección, su frialdad fue tan manifiesta que no cosechó ni un solo aplauso tras esos dos bomboncitos que son sus arias. El único borrón vocal de la velada fue el Comendador del veterano Arthur Korn, en deplorable estado canoro.

Queda el protagonista. René Pape es para quien suscribe el mejor Don Giovanni de la actualidad, con gran diferencia sobre los demás (quizá Simon Keenlyside sea el único que se le acerque). Precisamente el extraordinario bajo alemán cantó no hace mucho el rol bajo la batuta del actual director del Maestranza en Canarias, pero por algún motivo Pedro Halffter no ha querido o podido contar con él para la ocasión. Una pena, porque Erwin Schrott se añade a la larga lista de los Gilfry, Skovhus, Terfel, Mattei, Weisser, Cachemaile, Hampson o nuestro Carlos Álvarez que, con mayores o menores aciertos parciales, no consiguen redondear su encarnación del personaje.

El uruguayo no se encuentra entre los peores de los citados: su voz es de muy buena calidad, matiza con mucha intención los recitativos y desenvuelve maravillosamente sobre la escena, acompañado de un físico ideal para el personaje. No es el suyo un Don Giovanni plano ni rutinario. Las insuficiencias: una línea de canto algo irregular, con frecuencia tosca -lamentable la serenata-, y una obvia falta de dimensión dramática que puede en gran medida deberse a la concepción escénica. Su mejor momento lo tuvo en el “Fin ch’han dal vino”, mientras que en la escena final se quedó corto pero al menos cumplió.

El coro cantó de manera meritoria en sus breves intervenciones, pero pasó desapercibido entre tanto bostezo. Lógico que el público respondiera con mayor frialdad de lo que es habitual: una de las noches más aburridas de la historia del Maestranza. Y que conste que nada hacía prever que Don Giovanni (se) aburriría tanto en Sevilla.

 

 

ENLACES RECOMENDADOS

Web de la ROSS: http://www.rossevilla.com

Web del Teatro de la Maestranza: http://www.teatromaestranza.com/