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Número 87º - Enero-febrero 2.008


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VARIACIONES: JULIETTA

Por José Ramón Martín Largo. Lee su curriculum. 


Georges Neveux

Juliette ou La Clef des songes es el título de una obra que Georges Neveux estrenó en el Théâtre de l’Avenue de París en 1930. Neveux, que había nacido a la vez que el siglo, era por entonces un apreciado dramaturgo que frecuentaba a los surrealistas y que empezaba a interesarse por las posibilidades expresivas del cine sonoro. Ese mismo año escribió su primer guión cinematográfico para Dans une île perdue, adaptación de una novela de Joseph Conrad que fue dirigida por Alberto Cavalcanti. Más tarde su obra El viaje de Teseo sería interpretada por la coruñesa María Casares, en vísperas del encuentro de ésta con Albert Camus, con el que mantendría una relación poco convencional hasta su muerte. En 1936 Neveux ya había participado en una docena de producciones para la pantalla, entre guiones completos y diálogos. En junio de ese año recibió una sorprendente carta de un músico checo que vivía en París, en la que se le informaba de que su obra Juliette ou La Clef des songes había causado al firmante una hondísima impresión, por lo que, “casi sin darse cuenta”, había puesto en música el primer acto de la obra. El músico solicitaba una entrevista y el permiso del autor para concluir la partitura. La firma era de Bohuslav Martinu.

Desde el otoño de 1923 Martinu vivía en París, adonde había acudido para estudiar con Albert Roussel, quien en esos años había alcanzado una gran reputación y que en 1929 recibió de Serge Koussevitzky el encargo de una pieza para la celebración del cincuentenario de la Orquesta de Boston. El compositor francés tenía puestas grandes esperanzas en este joven nacido en Policka, entre Bohemia y Moravia, que había empezado a tocar el violín de manera autodidacta y que dio su primer concierto a la edad de quince años. Nacido en una familia humildísima, solamente una colecta entre sus vecinos le permitió trasladarse a Praga e inscribirse en el Conservatorio, donde brevemente tuvo como maestro a Josef Suk. Emigrado a París gracias a una beca, tardó poco en despertar la atención de los círculos musicales, y cuando su posición estuvo suficientemente afianzada se casó con una modista, Charlotte Quennehen. Los Martinu vivían en junio de 1936 en un apartamento junto al lago del parque de Montsouris, y allí fue Neveux a visitarles.

“Martinu era ya célebre”, escribiría más tarde Neveux. “El mismo Darius Milhaud me lo había descrito como uno de los más grandes músicos de nuestra época. Yo esperaba tropezar con una gran personalidad, y cuál no sería mi sorpresa al encontrarme ante un hombre de una modestia como nunca había visto. Creo que enseguida nos unió una simpatía mutua.” A Neveux le regocijaba el que su obra hubiera interesado a ese hombre sensible y tranquilo, cuyo encanto residía en su sencillez. Pero también estaba  contrariado, ya que se había comprometido con el representante de Kurt Weill, que por entonces se encontraba en su exilio neoyorkino, para que éste pusiera música a su Juliette. Al final de la entrevista, Neveux bajaba la escalera de la casa emocionado: “Yo no había participado en verdad del universo de mi personaje hasta ese momento.” Martinu le había revelado la gracia y la profundidad de su propia creación, y persuadido de que había logrado la mayor comprensión de la pieza. Al día siguiente mandó un telegrama al representante de Weill, comunicándole que había habido un lamentable malentendido y que su Juliette no estaba disponible.

Para entonces, Martinu debía tener escrita la música de algo más que el primer acto de su Julietta (llamada así en checo), porque a los pocos días escribió a Václav Talich, director de la Ópera Nacional de Praga, pidiéndole que se responsabilizase del estreno de la obra, que tuvo lugar en marzo de 1938. El director de escena fue el muy reputado Jindrich Honzl, y los decorados corrieron a cargo de uno de los más importantes pintores checos de la época: Frantisek Muzika. Talich afirmó que aquel estreno era uno de sus mejores recuerdos como director de orquesta en el teatro lírico. La acogida del público y la crítica fue entusiasta.

Pero las vidas de Neveux y Martinu siguieron derroteros que quizá no eran los que habían previsto. Tras la caída de París, Martinu se exilió a Estados Unidos, y Neveux vio totalmente interrumpida su actividad durante varios años. Al término de la guerra regresó a sus actividades habituales, tomó parte en la adaptación de su Juliette para el cine, que dirigió Marcel Carné en 1950, y sería de los primeros en escribir para la televisión. Moriría en 1982. Martinu, como otros músicos europeos, pudo sobrevivir en su exilio gracias a los encargos de Serge Koussevitzky, para quien escribió algunas de sus sinfonías, la última de las cuales, subtitulada Fantasías Sinfónicas, contiene una cita de su Julietta. Ya reconocido en América, Martinu ejerció la enseñanza en la Universidad de Princeton y en el prestigioso Curtis Institute. Pasó sus últimos años en Suiza, donde murió en 1959.

Julietta trata del olvido. Sus personajes están privados de memoria. “El mundo no es más que un instante al cual sucede el instante siguiente. Es un problema psicológico y decididamente el más viejo problema humano: ¿Qué es el hombre?, ¿quién soy yo?, ¿quién eres tú?, ¿qué es la verdad?” El que la humanidad vuelva a tener memoria depende únicamente del descubrimiento de una melodía perdida. Hace tiempo que la obra de Neveux y la ópera de Martinu no se representan, lo que demuestra que a los programadores les aqueja el mismo mal de los personajes de la obra. Sin embargo, y aunque poco numerosos, la ópera de Martinu tiene partidarios obstinados dispuestos a convencer a cualquiera de que Julietta ou La Clef des songes es una de las mejores óperas del siglo XX. Por algo será. 

Nota: En la variación anterior se coló un lapsus sobre el que me han llamado la atención algunos amables lectores: Rape, ciertamente, es violación, y no rapto, como escribí allí erróneamente, y una violación, y no un rapto, es lo que sufrió Lucrecia. Que los lectores me lean es ya digno de agradecer; que lo hagan de manera crítica se agradece doblemente.