Revista mensual de publicación en Internet
Número 87º - Enero-febrero 2.008


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Conciertos
Web del mes
Buscar
 

 

ROMEO DE JEREZ, JULIETA DE SANLÚCAR

 

Jerez, Teatro Villamarta. 26 de enero de 2008. Gounod: Romeo y Julieta. Ismael Jordi, Ruth Rosique, Alexander Vinogradov, Juan Tomás Martínez, Borja Quiza, Alexandra Rivas, Eduardo Santamaría, Marco Moncloa, José Antonio García, Soraya Chaves, Joaquín Segovia, José Borrego. Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Filarmónica de Málaga. David Giménez Carreras, dirección musical. Francisco López, dirección escénica. Producción del Teatro Villamarta.

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

Resulta bastante discutible que el Villamarta vuelva a programar tras las notables representaciones de 2003, cuando aún faltan tantas obras maestras por ver en su escenario, una ópera tan irregular en lo musical y floja en lo dramático como Romeo y Julieta de Gounod, máxime cuando el vecino Teatro de la Maestranza la programó en diciembre de 2006. Es de suponer que se trata de rentabilizar la producción propia, lo que es bien comprensible dado el cada día más escaso presupuesto con que cuenta el teatro. De paso se ofrece a Ismael Jordi la posibilidad de debutar un papel al que, como discípulo y admirador de Alfredo Kraus, hacía tiempo deseaba hincarle el diente. Junto a este Romeo jerezano, nada mejor que una Julieta de Sanlúcar de Barrameda, la ubicua y ascendente Ruth Rosique. Los resultados han sido globalmente estimables, aunque ambos cantantes se han quedado a mitad de camino. ¿Por enfermedad de ambos en los días previos a la función, como se ha sabido? Me parece que no es esa la principal razón.

No me convencen los últimos pasos de la carrera de Ismael. Pocas horas antes de este Romeo pude disfrutar de la filmación realizada en París en 2006 de El cantor de México, una espléndida producción de Emilio Sagi donde el tenor jerezano está absolutamente colosal: viril, cálido, entregado, luciendo una voz hermosísima y unos espléndidos agudos. Tras un flojo Rigoletto en Jerez y una Lucia -toma radiofónica desde Amsterdam- preocupante tanto por la técnica como por el estilo y la expresividad, las cosas han cambiado. En el instrumento están volviendo a aflorar nasalidades que no le benefician en absoluto, la voz no corre siempre con la potencia deseable, mientras que los ataques ya no están resueltos con la facilidad de antaño. Las medias voces siguen siendo hermosísimas, eso sí, pero el abuso de ellas está conduciendo a nuestro artista -como pasó en la referida Lucia- hacia el amaneramiento.

Y es que Jordi, que debería tener en cuenta que construir vocalmente un personaje no supone limitarse a cantar bonito, comienza a excederse en la recurrencia a determinadas señas de identidad “marca de la casa”, al tiempo que incurre en cierto distanciamiento expresivo que llega a rozar la sosería. Lo que sí es interesante de su Romeo es que confirma que, como era de esperar, el repertorio francés le resulta mucho más afín a su temperamento artístico que el verdiano. Su legato ofrece gran sensualidad y morbidez, la dicción es espléndida, la delicadeza incuestionable. Hubo además detalles de gran clase que demuestran su fino olfato musical. De ahí que, a pesar de los reparos expuestos, lograra una cuanto menos digna recreación del personaje, que habrá de madurar en el futuro una vez que, dejándose guiar más por la prudencia que por los aplausos de sus incondicionales, logre salir de su actual encrucijada artística.

La voz de Ruth Rosique, esmaltada y trasparente, es un prodigio de frescura y juventud. Además parece que está desarrollando las técnicas apropiadas para un repertorio que hasta hora no había sido el centro de su diversificada carrera. Ahora bien, el personaje de Julieta es temible, por lo que es lógico que, dadas las actuales características de su instrumento, se desenvolviera mucho mejor en los más ligeros primeros actos -pese a ciertos problemas en el aria- que en los dos últimos. Al menos en el plano vocal, porque en el expresivo ocurrió al contrario, resultando algo pizpireta al principio pero muy entregada y expresiva en el aria de la poción donde, como casi todas, lo pasó fatal. Su espectacular físico la ayudó bastante en esta plausible interpretación que, como la del tenor, podrá mejorar con el paso del tiempo.

Sensacional por voz, estilo y presencia escénica el Stephano de la mezzo Alexandra Rivas, que ya grabó el papel en el estreno de esta mismo producción en Oviedo, junto a Ainhoa Arteta y un por entonces casi desconocido Rolando Villazón. Imponente por voz, no tanto por estilo, el Fray Lorenzo de Alexander Vinogradov, una de las voces jóvenes que más cantan con Barenboim (le vimos como Daland en Madrid hace pocos años). Más que digno, cantando con corrección y mostrando una adecuada insolencia, el Teobaldo de Eduardo Santamaría. Por enésima vez como Gertrudis en esta misma producción, la en otros tiempos muy prometedora Soraya Chaves confirma su cada vez más problemático estado vocal. Y Juan Tomás Martínez, como siempre: una voz extraordinaria en manos de un cantante demasiado tosco. Bien en general los comprimarios.

David Giménez, algo dulzón al comienzo del segundo acto y sin la suficiente tensión interna en los dos últimos, trabajó con pinceles finos y se mantuvo centradísimo en el estilo, realizando un muy profesional trabajo al frente de una Filarmónica de Málaga que, tras un comienzo deficiente -la fuga estuvo por completo deshilachada-, ofreció una prestación cuanto menos correcta. Es verdad que la comparación con lo que hicieron la Sinfónica de Sevilla y Michel Plasson -lo único memorable de las funciones sevillanas- dejan en evidencia que en Jerez aún hay mucho camino que recorren en este sentido, pero el presupuesto es el que manda: una orquesta de gran calidad y más días de ensayos resultan carísimos. Francamente notable el coro, que a pesar de ciertas puntuales estridencias entre las féminas resolvió muy bien la papeleta de su dificilísima entrada a capella, revalidando así los excelentes resultados obtenidos en 2003. Tienen motivos para estar orgullosos.

De la propuesta escénica ya se ha hablado en esta revista al menos en tres ocasiones: su estreno en Oviedo, su presentación en Jerez y su reposición en Córdoba. Dista de ser de las que más me convencen de las realizadas por el siempre inteligente Francisco López, no tanto por ciertos detalles puntuales -lo de la luna cadavérica es un recurso demasiado obvio, mientras que los pilares almohadillados que suben y bajan siguen resultando muy feos-, como por su relativa frialdad general. Claro que la comparación con el bodrio que vimos en Sevilla revaloriza la interesante producción jerezana, que se beneficia de un vestuario rojo sangre de Jesús Ruiz de gran fuerza plástica, una atractiva luminotecnia, un excelente movimiento de masas -no tanto de actores- y un original concepto escénico que subraya los aspectos nocturnales, oníricos e inquietantes de la obra.

 

ENLACES RECOMENDADOS

Web de Ismael Jordi: http://www.ismaeljordi.net/

Web de Alexandra Rivas: http://www.alexandrarivas.com/

Web del Coro del Villamarta: http://www.coroteatrovillamarta.com/

Web del Villamarta: http://www.villamarta.com