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Número 86º - Diciembre 2.007


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LOS ADOLESCENTES Y LA MÚSICA CLÁSICA

Por Noemí Aguilar Fernández. Profesora superior de guitarra.

¿Por qué no asiste el público juvenil a conciertos de música culta?

Ésta es una cuestión compleja en la que intervienen varios factores, entre los que destacan la educación, la política cultural que se sigue (que no da prioridad en absoluto a este tipo de música, sino, en palabras de Esther Herguedas, a la «cultura del espectáculo») y la identificación entre identidad y consumo cultural.

¿Por qué los adolescentes eligen la música popular antes que la culta, a la que, de hecho, suelen rechazar? Muy sencillo: porque no se sienten identificados con esa música. Y esto ocurre por la imagen o el concepto que se tiene de ella: una música, como su propia denominación indica, culta, seria, que invita a la reflexión, que no supone participación por parte del oyente (al contrario de lo que sucede en conciertos de música popular, por ejemplo), que es el resultado de una sensibilidad individual y creativa superior, fuera del alcance de la comprensión de la mayoría de las personas. Esta visión de la música culta hace que los jóvenes la vean como algo hermético y distante y propio de un grupo muy alejado de sus intereses: las personas “mayores” (desde su punto de vista, claro); un grupo al que, además, suelen oponerse.

Los adolescentes están en pleno proceso de construcción de su identidad y la música popular les ofrece algo que no lo hace la música culta: ídolos o referentes, tan presentes en esa cultura impuesta, la del espectáculo. Es mucho más fácil imitar o intentar imitar (para ser aceptado en la sociedad) la estética de un cantante famoso, de cuerpo escultural y ropa ceñida, que la de un gran intérprete de música culta (sobre todo si no se sabe tocar ningún instrumento musical), que además es desconocido para la mayoría de los jóvenes.

¿Por qué los jóvenes no se sienten identificados con la música culta? Porque no la entienden. Y eso es un grave problema de educación.

La forma de explicar la música (tanto en Educación Primaria y Secundaria como en el conservatorio, según la experiencia que yo he tenido) es de forma fría y distante, sin buscar puntos de contacto con el resto de las asignaturas ni buscar puntos de interés con el alumno. Tradicionalmente la historia de la música se ha enseñado como algo aislado, sin conexión con la estética, con la historia del arte, con la historia en general, ni siquiera con el instrumento en sí. Eso hace su estudio árido y difícil de aplicar a la realidad sonora, con lo que se sigue sin entender la música.

La educación musical, en Educación Primaria y Secundaria y, sobre todo, en el conservatorio, debe llevar como actividad obligatoria la asistencia periódica a conciertos o audiciones, tanto en un teatro o una sala específica como en el propio centro.

         Las audiciones deben ser cortas o incluso constar de fragmentos, si es necesario (normalmente la atención suele durar unos quince minutos y después se tiende a desconectar; por eso, si la audición dura mucho más resultará pesada a quien no esté acostumbrado a este tipo de música), duración que se podrá aumentar conforme el alumno vaya familiarizándose con la música culta, y siempre deben ir precedidas de actividades (juegos que requieran la participación de los diferentes tipos de memoria sensorial; explicaciones sobre autor, época y estilo; peculiaridades de la obra…) que hagan que el alumno se acerque a la pieza y no la vea como algo ajeno, sin sentido ni contenido.

         También es importante que el alumno haga una escucha atenta, que siga una partitura o un musicograma durante la audición (dependiendo de su nivel musical) y que identifique determinados elementos (timbres, ritmos, texturas…).

Esta educación del oído musical hay que realizarla desde la Educación Primaria y debe incluir todo tipo de música, para facilitar que toda persona tenga acceso a cualquier música, sin discriminación alguna, y que ante una audición sepa identificar sus elementos constitutivos y el contexto en el que se inserta, para que esa actividad de escucha sea realmente enriquecedora y para que se estimule su capacidad crítica. 

BIBLIOGRAFÍA

Herguedas Aparicio, Esther. «Bases para una política cultural desde la izquierda». Laverdad.es. http://blogs.laverdad.es/index.php/estherherguedas/2007/05/24/ (última consulta: octubre de 2007).