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Número 84º - Julio, agosto y septiembre de 2.007


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EL "ANILLO" QUE HAY QUE TENER

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Entre los aficionados wagnerianos suele ser un lugar común el decir que la época en que se alcanzaron mejores interpretaciones de las obras de Wagner fue en los años 50; y el lugar, la ciudad alemana donde se celebra el festival fundado por el propio compositor, Bayreuth. Cierto es que muchas veces se habla también de los años 30 como "la edad de oro" del canto wagneriano, y que podría decirse que después de la guerra no hubo una soprano dramática comparable a Kirsten Flagstad, ni un tenor heroico a la altura de Lauritz Melchior. Pero si consideramos cada obra de Wagner como un conjunto, no sólo las intervenciones de la soprano o el tenor protagonistas, es difícil sustraerse a la idea de que nunca estuvo cada detalle tan cuidado como en el "Nuevo Bayreuth", reabierto en 1951 tras la interrupción causada por la Segunda Guerra Mundial: no sólo los cantantes eran los mejores de su época hasta para los papeles más secundarios (y tantas veces descuidados), sino que el coro fue entrenado para convertirse en un ejemplo a imitar en todo el mundo, la orquesta estaba formada por los mejores profesionales de los conjuntos alemanes (gran parte la componían los músicos de la Filarmónica de Berlín), se buscó a los directores más expertos, y las puestas en escena fueron innovadoras para su época, pero fieles al espíritu de la obra de Wagner.

El responsable de este "milagro artístico" fue quien dirigió el festival desde 1951 hasta su muerte en 1966: Wieland Wagner, nieto del compositor. Aunque, en parte, también fue ayudado por las duras condiciones económicas de la posguerra, que permitían a un teatro como el de Bayreuth (de presupuesto más bien reducido, pese a su prestigio) contratar a los más grandes artistas de su tiempo, al menos antes de que llegasen los años de prosperidad y el "cachet" de algunos de ellos se empezase a disparar. Con todo, los repartos del Festival tardaron en encontrar su forma definitiva; si ya en 1951 el Parsifal dirigido por Knappertsbusch se consideró de referencia, en el ciclo del Anillo del Nibelungo sería tras dos años de intentos, en 1953 (con dirección de Clemens Krauss) cuando se llegó al que muchos wagnerianos consideran el reparto ideal, que se mantendría en líneas generales, con ciertos altibajos, durante cinco años más.

Este reparto ideal estaba encabezado por Hans Hotter como Wotan, el padre de los dioses. No es exagerado decir que los wagnerianos consideran a Hotter como el paradigma de Wotan, tomándole como "la" referencia de su personaje: nadie ha cantado a Wotan con tanta nobleza, ni ha conseguido tanta emoción (ese "patetismo a la antigua", tan doliente) en sus monólogos; el escucharle pronosticar el fin de los dioses, o despedirse de su hija, a la que sabe que nunca volverá a ver son momentos que no se olvidan para quien los haya escuchado, y que ya no volverán a convencer tanto si se los escucha a otro cantante. Como también ocurre, a la inversa, con sus antagonistas, el Alberich de Gustav Neidlinger y el Hagen de Josef Greindl (quien daba vida, además, al rudo guerrero Hunding, y al gigante y luego dragón Fafner); no se conocen intérpretes, al menos en la posguerra, que hayan sabido expresar mejor la "encarnación del mal" que representan sus personajes.

Los papeles de Sigfrido y Brünhilde los cantaron Wolfgang Windgassen y Astrid Varnay; el tenor, sin ser la voz "heroica" que esperaríamos para su personaje, sino mucho más lírica, convence plenamente con su inteligencia interpretativa, componiendo un personaje juvenil, impetuoso, "lanzado"; para la mayoría de quienes le han escuchado, difícilmente habrá otro Sigfrido que les guste más. La soprano, que debutó en Bayreuth recomendada por Kirsten Flagstad, heredó de su patrocinadora el sentido trágico que daba a sus interpretaciones, y quien le haya escuchado su Inmolación al final del Ocaso de los dioses, o el Anuncio de Muerte que le hace a Siegmund en La Walkiria las tendrá siempre en su recuerdo; no obstante, si hay que definir el carácter de la Varnay por alguna intervención, bien podría ser la Brünhilde del acto 2º del Ocaso, cuando descubre que Sigfrido la ha traicionado y clama venganza;

No podemos olvidar, claro está, a muchos otros intérpretes, que dejaron huella en sus papeles. Por ejemplo, para el Gunther del Ocaso, noble pero carcomido por las dudas, es difícil encontrar un intérprete más adecuado que Hermann Uhde. Como para su hermana Gutrune (y para otros papeles de mujeres delicadas, "muy femeninas", como la diosa Freia) no ha habido una intérprete mejor que Elisabeth Grümmer. Y, sin ser necesariamente todos "de referencia", en general nunca hubo ningún cantante que defraudara abiertamente (lo que no se vuelto a dar desde entonces acá, excepto en la grabación en estudio de Solti para Decca).

Estos excepcionales repartos necesitaban un director a su altura y lo encontraron en el mayor intérprete que haya tenido la obra de Wagner en general, y el Anillo en particular: Hans Knappertsbusch., quien lo dirigió tres años, de 1956 a 1958. Previamente lo había dirigido también en 1951, año de la reapertura, alternándose con Karajan, y de aquellas funciones se ha publicado por el sello Testament el Ocaso grabado en su día por Decca, e inédito durante 48 años. Aunque su soberbio sonido, aún "mono", hace esta grabación imprescindible para todo wagneriano (escuchar con ese lujo sonoro una "Inmolación" por Varnay y "Kna" no tiene precio), en conjunto el reparto no puede competir con los del 56 al 58, pues Sigfrido no era aún Windgassen, sino el mucho más tosco Bernd Aldenhoff, Hagen no era Greindl, sino el gran Ludwig Weber (que da toda una lección de canto, pero para su personaje suena demasiado noble) y el Alberich de Pfanzl es muy inferior al de Neidlinger. En los años siguientes el Anillo sería dirigido por el muy competente Joseph Keilberth, compartiendo el podio en 1953 con el citado Clemens Krauss, y precisamente a Keilberth la Decca le grabó en 1955 un Anillo en estéreo que también ha sido editado medio siglo después y sobre el que quizá haya la oportunidad de volver en otro comentario.

Así, pues, la cima en las interpretaciones del "Anillo del Nibelungo" tuvo lugar en Bayreuth de 1956 a 1958 y, aunque hoy día parezca increíble, a ninguna casa discográfica le interesó grabarlo, pues en aquella época (los años de aparición del sonido estéreo) los sellos estaban más interesados en hacer grabaciones en estudio con una perfecta calidad de sonido y sin pifias de cantantes ni orquesta, que en tomas en vivo más imperfectas y con ruidos de público, pero supuestamente "más auténticas". Fue el mercado "pirata" quien se lanzó a recuperar a Knappertsbusch usando las cintas guardadas en la Radio de Baviera, y así, en 1975 (a los 10 años de su muerte) apareció en LP por primera vez uno de sus "Anillos", el de 1957, en el sello "L'Estro Armonico". Siguió la edición de ese mismo Anillo en "Cetra", luego el del año 58 en Melodram, en los años 80 ambos fueron editados en CD (por "Laudis" y "Hunt", repectivamente) y en 1996, poco después de cumplirse 30 años de la muerte de "Kna", salió al mercado por primera vez el Anillo de 1956, editado por "Golden Melodram", originando una auténtica conmoción entre los wagnerianos, por su nivel interpretativo y su calidad de sonido, aunque las ediciones seguían siendo "piratas", no aprobadas por los depositarios de los derechos de autor, y estaban proscritas en la misma Alemania, pese a lo cual, todos los wagnerianos las tenían). Golden Melodram amplió su catálogo en años sucesivos con los "Anillos" de 1957 y 58, que en las nuevas ediciones tenían un sonido superior al de todas las anteriores.

A los 40 años de la muerte de Knappertsbusch es cuando el sello alemán Orfeo lanza por primera vez una edición legal con todos los derechos de uno de sus "Anillos", y el elegido ha sido nuevamente el de 1956. En lo que sigue explicaremos por qué nos parece más adecuada esa elección que los de 1957 o 58, pues "Kna" se superaba año tras año; la causa, como se puede suponer, está en los repartos, cuyo nivel hacia el fin de la década ya empezaba a disminuir respecto al que habían tenido desde 1953.

Comenzando nuestra comparación por el prólogo, El Oro del Rin, encontramos en 1956 una dirección, en general, de relajada grandeza, como buscando la "paz"; por ejemplo, la entrada final en el Walhalla no es espectacular, sino "relajante", no cansa; en los momentos que podrían parecer más cargantes (p. ej. apariciones del tema de la lanza) se pasa por encima de ellos sin recalcarlos en exceso, pero sin perder un ápice de "idioma" wagneriano. Algunos momentos pueden sorprender por lo impetuoso en comparación con la mayoría de versiones que conocemos, como el comienzo del Preludio, o la transición a la 2ª escena, pero no se puede hacer sonar a la orquesta con más "idioma" wagneriano. En el reparto, junto a los insuperables Hotter y Neidlinger, sobre los que poco más cabe añadir, está la pareja de gigantes formada por Arnold van Mill y Josef Greindl, pero curiosamente Greindl canta al más noble de ellos, Fasolt y no al más rudo Fafner, que era "su" papel; Loge, el dios del fuego, es Ludwig Suthaus, cuya voz puede sonar quizás demasiado heroica para su intrigante personaje; muy solvente el Mime de Kuën, sin acentuar demasiado lo caricaturesco, correcto sin más el Donner de Herwig, con delicadeza (como debe ser) el Froh de Traxel, y posiblemente Gré Brouwestijn suene demasiado autoritaria para la dulce Freia. Como Fricka está Georgine von Milinkovic, buena conocedora del idioma sin ser una voz excepcional, y Erda es la gran Jean Madeira, aunque su voz para este papel puede sonar excesivamente melodramática. Las Hijas del Rhin (Wissmann, Lenchner y von Ilosvay) están a gran nivel, pese a no ser muy conocida alguna de ellas. En resumen, un Oro de enorme altura, donde puede señalarse la curiosidad de un yunque del Niebelheim que suena demasiado a "eléctrico".

Si el Oro de 1956 ya era muy bueno, en 1957 se alcanzó el milagro, con una Escena inicial que es una verdadera fiesta, con Neidlinger superando su Alberich del año anterior y un trío de Hijas del Rin prácticamente ideal: hay que destacar el momento del "saludo del oro" a cargo de Woglinde (Dorothea Siebert), parece que nunca puede sonar esta música más a "gozoso". No quedan atrás Wellgunde (Paula Lenchner, que repite de 1956) y Flosshilde (Elisabeth Schärtel, que incluso supera a la von Ilosvay). Hotter también supera incluso su prestación de 1956. Los dos gigantes están ahora correctamente ubicados, Greindl como Fafner y van Mill como Fasolt; sólo se podría desear (pidiendo mucho) un Fasolt como el del inconmensurable Ludwig Weber en 1953, en lugar del elegante y buen profesional Van Mill. También la Ilosvay, una voz de inferior calidad a la de Madeira, hace una Erda mucho más convincente en cuanto a expresar el "misterio" de su personaje, así como la Grümmer es la Freia ideal, superando a la Brouwestijn. El Donner de Blankenheim es mejor de voz que el Herwig, aunque también menos expresivo. Como punto más discutible podemos poner el Loge de Suthaus, pues se nota el desgaste respecto al año anterior, aunque tal vez una voz más estridente le queda bien a su personaje. He aquí el Oro de referencia.

En cambio, en 1958 desaparece ese gozo de la escena inicial, que queda demasiado "seria", y el principal cambio en el reparto (para peor) es que Alberich no es Neidlinger, sino Frans Andersson, buen profesional pero que hace añorar la personalidad de Neidlinger. Otros cambios respecto al 57 son la Fricka de Rita Gorr, una voz muy superior a la Milinkovic, aunque en un estilo más "operístico" que propiamente wagneriano; el Loge de Fritz Uhl, sorprendentemente correcto en un cantante tantas veces execrable (alguna estridencia vocal no le queda mal al personaje); el Fasolt de Theo Adam, voz rocosa y poco expresiva, que hace echar de menos a Van Mill; el Mime de Stolze, voz más rotunda y potente que la de Kuën, quizás un poco estentóreo para el personaje; el Froh de Sandor Konya, voz "de lujo" también rotunda y muy bella, aunque podría preferirse la delicadeza de Traxel (además, Konya comete una pifia al comerse cerca del final las palabras "Zur Burg"); y el Donner de Eric Saeden, correcto aunque no supera a sus predecesores. Sólo repiten Hotter como Wotan (con algún problema de "fiato" aunque su nobleza parece ganar con los años), von Ilosvay como Erda, Grümmer como Freia y la Siebert como Woglinde (sus dos compañeras, ahora Claudia Hellmann y Ursula Boese, están a menor nivel de las del 57). Por lo dicho, este Oro (con demasiados experimentos en el reparto) no alcanza a los de los dos años anteriores.

En La Walkiria de 1956, la dirección es grandiosa, pero se hace algo pesada en algunos momentos (el arranque, por ejemplo, parece demasiado lento, al igual que la Cabalgata; el final del acto 1 no es exaltado). Lo mejor de la batuta son los Adioses de Wotan y el dúo anterior con Brünhilde, realmente conmovedores, donde "Kna" supera claramente a Furtwängler, el único director wagneriano que se podría poner a su nivel. La pareja de welsungos, Siegmund y Sieglinde cambió año tras año, y nunca repitió ninguno de los cantantes. En 1956, fueron Wolfgang Windgassen y Gré Brouwestijn. Windgassen había madurado el papel desde su interpretación (algo decepcionante) con Furtwängler para la RAI, tres años antes, y ahora le da un aire doliente, "fatalista", pesimista que le viene bien a su personaje, condenado por el destino a una muerte prematura. Como anécdota, este 1956 cantó el papel sustituyendo a última hora a Ramón Vinay y llegando a Bayreuth minutos antes de que comenzara la obra. La Brouwestijn es una gran Sieglinde, y su fuerte carácter que en otros papeles suena "autoritario", aquí le sienta bien el personaje. Con Hotter y Milinkovic repitiendo su prestación en el Oro, con Greindl y Varnay como los idóneos Hunding y Brünhilde, y con un conjunto de walkirias a la altura de lo que se espera de Bayreuth, esta Walkiria tenía ya un formidable nivel, aunque lo mejor estaba por llegar.

En 1957 los welsungos fueron Vinay (muy buen Siegmund "heroico" en una línea tradicional) y una joven Birgit Nilsson, impecable aunque se puedan encontrar Sieglindes más matizadas. Mejoraron sus prestaciones Hotter (que cada año acusa mayor fatiga vocal pero sin embargo emociona en sus monólogos, hasta el punto de que hace llorar en la despedida a partir de "Das Augen leuchtendes Paar") y Varnay, mientras que Greindl, la Milinkovic y el octeto de walkirias al menos mantuvieron su nivel. Como la dirección de "Kna" también presentó más variedad que en 1956 (el arranque tiene más energía, se permite rubatear más en los momentos líricos del primer acto, la Cabalgata es más animada...) en conjunto esta Walkiria puede considerarse superior a la de 1956... pero sin llegar al milagro que se alcanzó, esta vez, en 1958. Como anécdota, Sieglinde da un grito no escrito en la partitura en el momento en que Siegmund desclava la espada, una costumbre que continuaría los años sucesivos y que haría célebre la sucesora de la Nilsson en este papel, Leonie Rysanek.

Si el Anillo de 1958 tiene en general el lastre de no contar con el Alberich de Neidlinger, en la Walkiria, única jornada donde no canta Alberich, el reparto no tiene ninguna laguna. No sólo eso, sino que "Kna" consiguió aquí su mejor Walkiria: La dirección, desde su majestuoso arranque, es verdaderamente apasionada, como queriendo exprimir todo el contenido dramático y emocional de la obra; el final del primer acto es ahora más animado, el Anuncio de Muerte tiene una carga trágica que lo coloca, por una vez, a la altura del insuperado de Flagstad y Furtwängler en la Scala-1950 (un Anillo este de la Scala muy irregular, pero con algunas escenas de absoluta referencia), la Cabalgata es realmente fantástica (nunca le hemos oído mejor, al menos dentro de una Walkiria completa) y los Adioses de Wotan vuelven a estar a un nivel al menos igual al de 1957 (casi parece que sea imposible mejorarlos) con un Hotter aún más emocionante, pese a que su voz suene cada año algo más fatigada. La pareja de welsungos son ahora Jon Vickers y Leonie Rysanek, ambos voces jóvenes, que suenan casi adolescentes (lo que no queda mal a sus personajes); Vickers tiene una voz que a esa edad aún sonaba con una pureza casi se diría que "mozartiana" que le permite matizar y apianar, consiguiendo un gran efecto poético en los pasajes líricos; no es aún el Vickers de voz más "canallesca" que todos conocemos; la Rysanek he madurado su papel respecto a su grabación de 1954 con Furtwängler, y es una Sieglinde juvenil y exaltada; su grito al extraer Siegmund la espada es realmente escalofriante; con todo aún mejoraría su prestación hasta conseguir la mejor Sieglinde de la que hay memoria (en su grabación con Böhm de 1966). Greindl y el octeto de walkirias siguen a su nivel y Gorr es preferible a Milinkovic. En resumen, la "Walkiria" de referencia, con todos los intérpretes experimentando la emoción de participar en una ocasión irrepetible, es la de 1958.

En Sigfrido es donde comienza a mostrar su superioridad el Anillo de 1956, y casi más por deméritos de sus "competidores" que por méritos propios. El reparto presenta algunas lagunas respecto al "dream team" que consiguió Krauss en 1953 (si bien los cantantes no rindieron aquel año al máximo como lo hacían con "Kna"): Fafner no es Greindl, sino (como en el Oro), Van Mill; Erda no es la Von Ilosvay, sino la más retórica Madeira, y (aunque pueda parecer muy secundario) el poco matizado Pájaro del Bosque de la Hollweg hace añorar al de la inigualable Rita Streich. Pero esos cambios son "pecata minuta" comparados con los de años posteriores: en 1957 se cambió nada menos que a Sigfrido (fue Aldenhoff en lugar de Windgassen) y en 1958 a Alberich (Andersson en vez de Neidlinger), Mime (un burlesco Stolze, que casi parece un David de "Maestros cantores") y el Pájaro del Bosque (la Siebert, que parece que no se apea del papel de Woglinde).

La dirección de Knappertsbusch tiene en 1956 (y en general en todos los años) momentos "mágicos" (cuando Mime le narra a Siegfried qué es el miedo) y en general una grandeza épica perceptible desde el mismo comienzo; puede destacarse el majestuoso preludio del acto 3, y sobre todo, el absolutamente memorable dúo final, donde el oyente es llevado al entusiasmo con unos pletóricos Varnay y Windgassen, algo que no se repetiría en el 57 ni en el 58 (mucho más pausado el final en este último). En 1957 hubo la ocurrencia de dejar descansar a Windgassen dándole una función de Sigfrido a Aldenhoff, y posiblemenete a ello se debe que esta crítica no esté dedicada al Anillo del 57, pues como hemos dicho en el 57 se había superado en Oro y Walkiria el nivel del 56. Por contra, este Sigfrido marca el punto más bajo de todos los Anillos de Knappertsbusch, pues a la tosquedad de Aldenhoff se añade que Hotter estuvo en su momento menos bueno (la falta de "fiato" es notoria cuando contesta a las tres preguntas de Mime) y hasta hay una descoordinación de la orquesta en el Preludio del acto 3. Con todo se encuentran aquí grandes interpretaciones (al máximo nivel, como siempre, Neidlinger y Greindl, la Ilosvay es una Erda ideal, y Küen sigue a su nivel, aunque algo más gastado) pero no bastan para poner este Sigfrido a la altura del 56 o 58; de esos dos, la presencia de Neidlinger y el entusiasmo del dúo final hacen que prefiramos el del 56, aunque no tenga a Greindl ni a la Ilosvay.

Por último, en el Ocaso, en teoría el reparto superior debería ser el de 1957, pues tiene a la Grümmer como Gutrune en vez de a la Brouwestijn de 1956 (aunque esta tiene más delicadeza que otras veces, sin aparecerle la vena autoritaria), y Windgassen, con la voz descansada por no haber cantado la jornada anterior, consigue el mejor de sus Sigfridos. También repiten las Hijas del Rin del memorable Oro antes citado. Pero en 1957 la Varnay aparece con la voz más fatigada (quizás por el esfuerzo de cantar junto a Aldenhoff) y eso hace que no se pueda tomar este Ocaso de 1957es mejor Waltraute que la Ilosvay de 1957. En cuanto al reparto del 58, baja el nivel no sólo (como era de esperar) por el Alberich de Andersson, aunque aquí Alberich canta poco y Andersson no lo hace nada mal, sino lo que es peor, porque como Gunther no está Uhde, sino el "simpático" Otto Wiener, sin la nobleza de Uhde y que parece que cantara un papel de opereta. Windgassen también está por debajo en 1958 de su nivel en el 56 y (sobre todo) 57, y Varnay está mejor de voz que en el 57, aunque no tan bien como en el 56. Las Tres Nornas siempre incluyen nombres de auténtico lujo (Madeira, Ilosvay y Varnay en 1956; Ilosvay, Schärtel y Nilsson en 1957; Madeira, Boese y Gorr en el 58), y es difícil preferir un grupo a otro, mientras que en las Hijas del Rin, dentro de que todas tienen muy buen nivel, vuelve a mostrar su superioridad el conjunto de 1957. La dirección de "Kna", siempre matizadísima y expresando lo inquietante, la tragedia, que se va incubando, se va haciendo algo más ágil con los años, en cualquier caso parece imposible dirigir mejor esta obra. En resumen, que de elegir un Ocaso nos quedaríamos también con el del 56.

Por todo lo dicho hasta ahora, de elegir una interpretación de referencia para cada jornada, parece que un "Combinado Kna" que incluyera el Oro del 57, la Walkiria del 58 y Sigfrido y Ocaso del 56 sería prácticamente imbatible; como las jornadas no se han publicado por separado, de elegir un Anillo completo de un solo año, por las razones dichas sería el del 56; sigue siendo imprescindible tener el Oro del 57 y la Walkiria del 58, por lo cual, si no se publicaran por separado, estaría más que justificado comprarse también ambos Anillos completos.

La toma de sonido de este Anillo, procedente de los archivos de la Radio de Baviera, es muy digna y más que suficiente para los que no huyan del sonido "histórico"; por ejemplo, no inferior al sonido de grabaciones de Maria Callas como la Lucia del 55 con Karajan o la Tosca del 52 con De Sabata. Los que exijan solamente alta fidelidad estéreo o digital se lo perderán, y peor para ellos. Respecto a la edición de Golden Melodram aparecida en 1996, ahora se nota una mejoría indudable en la dinámica y en la nitidez con que se oye la orquesta; los aficionados que ya tengan la de Golden Melodram se deberían plantear el hacerse también con esta de Orfeo, aunque fuera a medio plazo. Bien lo merece esta obra capital, la más ambiciosa de la cultura europea, que cualquier persona culta debería tener en su casa como se tiene el "Quijote" o las obras de Shakespeare, y que alcanzó su máxima altura interpretativa en Bayreuth en los años 50.


REFERENCIAS:

WAGNER: El Anillo del Nibelungo
Varnay, Brouwestijn, Madeira, Milinkovic, Hotter, Windgassen, Suthaus, Neidlinger, Greindl, Uhde, van Mill, Kuën, Traxel
Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth de 1956
Director: Hans Knappertsbusch
ORFEO C660 513 Y (13 CDs)


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