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Número 83º - Abril, mayo y junio 2.007


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FIDELIO NECESARIO

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 17 de mayo de 2007. Beethoven: Fidelio. Lisa Gasteen, Robert Dean Smith, Alan Held, Brindley Sherrat, Elena de la Marced, Agustín Prunell-Friend, Daniel Borowski, Arsenio Vergara Gutiérrez, Javier Jiménez Cuevas. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Pedro Halffter, director musical. José Carlos Plaza, director de escena. Nueva producción del Teatro de la Maestranza.

Por Fernando López Vargas-Machuca.  

Esta ha sido una producción necesaria. Independientemente de que entre algunos amantes de la lírica este título no goce de mucha simpatía,  Fidelio no es sólo la única ópera de Beethoven, sino que además alberga, dentro de un conjunto algo irregular y no muy compacto en lo dramático, alguna de la mejor música compuesta por quien es uno de los mayores genios musicales que se hayan conocido. Era por tanto imprescindible que esta obra se ofreciera en el Maestranza, y muy aconsejable que lo hiciera en forma de producción propia lista para convertirse en tarjeta de visita del coliseo hispalense. Habida cuenta de la extraordinaria dificultad de llevar a buen puerto este título tan complicado desde el punto de vista tanto musical como escénico, los resultados han sido francamente dignos, aunque no hayan estado a la altura que podía esperarse.

El trabajo escénico de José Carlos Plaza se enfrentaba a un grave problema de concepto: cómo ofrecer una propuesta lo suficientemente abstracta e intemporal que hiciera justicia a los temas tan universales tratados por Beethoven, sin dejar de hacer al mismo tiempo una referencia directa al marco sevillano donde se desarrolla la acción, algo aquí inevitable. Así las cosas, el veterano director madrileño se mantuvo todo el tiempo en el filo de la navaja en un planteamiento plausible pero cuyas buenas ideas iban agotándose a medida que transcurría la representación, como la de ese enorme monolito que en diferentes posiciones planeaba sobre los personajes -terminó cansando durante la ejecución en el segundo acto de la Leonora III- o la de esos prisioneros cuyas posturas aludían al maltrato de los iraquíes por parte de las fuerzas norteamericanas. La dirección de actores fue correcta y muy profesional, pero apenas profundizaba sobre cada uno de los personajes.

Plásticamente la propuesta resultó algo monótona, aunque ofreció sugerentes claroscuros el trabajo de luminotecnia de Óscar Sáinz y del propio escenógrafo, Francisco Leal, a quien sin embargo hay que reprochar el escaso acierto de la maqueta de Sevilla que hacía una aplaudida aparición final como símbolo de la libertad alcanzada por los personajes. Ese gran profesional que es Pedro Moreno diseñó un vestuario muy hermoso pero de discutible heterogeneidad, aunque en este sentido no hiciera sino seguir las líneas de la propuesta escénica. En cualquier caso se trata en su globalidad una producción inteligente y sensata, por fortuna alejada del egocentrismo y la provocación gratuita de los Bieito, Konwitschny y compañía. No es poco para los tiempos que corren.

En la tercera función -parece que no fue así la noche del estreno- la Sinfónica de Sevilla realizó un trabajo técnicamente irreprochable, con apenas un par de desajustes que no empañaron un sonido redondo y empastado y unas intervenciones solistas de gran altura. Se notó el trabajo realizado bajo la batuta objetiva y detallista de Pedro Halffter, solvente en todo momento y muy centrado en lo expresivo, aunque no siempre intenso y -lógicamente- lejos de las profundidades metafísicas que muy pocos directores de hoy son capaces de conseguir en Beethoven. En cualquier caso el titular de la Sinfónica tiene un importante potencial que salió a flote en momentos como la escalofriante introducción del segundo acto o en determinados pasajes de una algo deslavazada Leonora III.

Lo que falló en la parte musical de este Fidelio fue lo que suele decepcionar desde que el citado Halffter está al frente del Maestranza: las voces. Y eso que en principio la pareja protagonista era de considerable magnitud. Lisa Gasteen está realizando una notable carrera de soprano dramática en los principales teatros del circuito merced a un instrumento considerable, pero que no parece lo suficientemente amplio -ni por arriba ni por abajo- para hacer frente a las casi imposibles demandas del rol de Leonora. Como además en Sevilla cantó con evidentes problemas técnicos y sin el apasionamiento que requiere el personaje, su labor se quedó en lo meramente discreto.

Otro chasco fue el de Robert Dean Smith, presunta gran promesa del canto wagneriano desde que hace diez años triunfó en el Festival de Bayreuth en Los Maestros Cantores de Thielemann. Su voz es juvenil y muy bella, ciertamente, y cantó su dificilísima parte con arrojo y buen sentido, pero se estrangulaba con frecuencia y no siempre anduvo afinado. Convenció más la tercera voz de prestigio en esta función, la de Alan Held, quien como ya hiciera en la grabación de Rattle ofreció un Pizarro algo tosco y caricaturesco pero poderoso y muy eficaz.

Entre los cantantes los mayores aplausos se los llevó Elena de la Merced, como siempre buena y sensible soprano a pesar de esos agudos metálicos que debería corregir; su Marzellina, espléndida en estilo y en dicción, emocionó en el canto y en la escena. Brindley Sherrat hizo un Rocco adecuadamente humano y bonachón, compensando ciertas limitaciones canoras con una estupenda labor teatral. El Jaquino de Agustín Prunell-Friend se mantuvo en una digna corrección que no alcanzó el sensible pero muy mal cantado Don Fernando de Daniel Borowski. Mención especial para el primer prisionero de Arsenio Vergara.

En cualquier caso el gran triunfador de la velada fue ni más ni menos que el coro. La llegada de Julio Gergely como nuevo director está logrando extraer todo el potencial de la interesante materia prima de la agrupación hispalense, que se mostró en general muy conjuntada en lo técnico y bastante entregada en lo expresivo, amén de muy voluntariosa a la hora de seguir las indicaciones escénicas de Plaza. Todos sus componentes tuvieron mucho que ver con el éxito de la escena final, que dejó un buen sabor de boca en esta interesante función que se quedó un tanto a mitad de camino.

Fotografía: Guillermo Mendo 

Web del Maestranza: http://www.teatromaestranza.com