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Número 81º - Febrero 2.007


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TOSCA VUELVE A SEVILLA

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 10 y 14 de febrero de 2007. Giacomo Puccini: Tosca. Maria Guleghina/Elisabete Matos, Sergej Larin/Misha Dydik, Jacek Strauch/Albert Domen, Miguel Ángel Zapater, Emilio Sánchez, Matteo Peirone, Fernando Latorre, Jesús Becerra, Aurora Galán/Inmaculada Ramírez. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Bruno Aprea, director musical. Ugo Tessitore, director de escena colaborador. Luca Ronconi, director de escena. Producción del Teatro alla Scala de Milán.

Por Fernando López Vargas-Machuca 

Al contrario que el Villamarta, que como explicamos en este mismo número en tan sólo once temporadas ha presentado por duplicado siete títulos y por triplicado otros dos, no acostumbra el Teatro de la Maestranza a repetir las óperas que ofrece. Pero el tiempo no pasa en balde y es lógico que después de dieciséis años vuelva a su escenario el célebre melodrama que escribiera Victorien Sardou y pusiera en música de manera magistral Giacomo Puccini. Lo ha hecho en una producción que en diez años ya se ha hecho mítica, la de Luca Ronconi para la Scala de Milán, y -por primera vez en el coliseo sevillano- con un doble reparto que ha permitido ofrecer hasta ocho funciones, respondiendo así a la elevada demanda que desde su apertura ha ocasionado larguísimas colas y hasta alteraciones del orden público a la hora de hacerse con una entrada.

Decepcionó en cierta medida la producción escénica. Y lo hizo a pesar de la fuerza visual de la fastuosa, bellísima, deslumbrante y muy inteligente escenografía deconstructivista de Margheritta Palli. El problema estuvo en la dirección de actores. Ronconi pasó unos días en Sevilla, pero seguramente debió de dejar la mayor parte del trabajo a su colaborador Ugo Tessitore, que dirigió con los peores tópicos del más rancio espectáculo operístico a las masas y dejó a su aire a los cantantes, que hicieron lo que pudieron: unos estuvieron muy bien y otros fatal. La definición de personajes y situaciones era inexistente, algo imperdonable en un título que demanda un trabajo escénico de primer orden. Divertido el guiño a Sevilla de incluir unos nazarenos de Semana Santa en el Te Deum, aunque no sabemos bien qué demonios hacían en semejante contexto litúrgico.

La Sinfónica de Sevilla se mantuvo en el estupendo nivel técnico de los últimos meses bajo la batuta atenta y sensible de Bruno Aprea, quien se plegó por completo a las exigencias de los cantantes (el “Visi d’arte” de la Guleghina fue muchísimo más lento que el de la Matos) sin dejar de atender a la claridad orquestal ni al refinamiento tímbrico, muy notables a pesar de echarse de menos un colorido más acentuado y una tímbrica más aristada. Lo que sí fue más reprobable es que faltara garra y tensión dramática en una lectura un tanto discontinua que sufrió importantes baches en el fundamental segundo acto. El coro estuvo francamente bien en sus decisivas intervenciones.

Monumental triunfo el de Maria Guleghina, que retornaba a Sevilla tras su exitosa aunque seguramente discutible Norma de hace ya unos años. Su interpretación del Maestranza ha mejorado considerablemente la recogida en DVD en el año 2000 en la Scala de Milán, precisamente en esta misma producción escénica: ahora no sólo es más creíble en los aspectos teatrales sino también se encuentra más matizada dramáticamente mediante una más sutil y variada gama de recursos canoros, si bien la diva rusa no renuncia a ese enfoque manifiestamente temperamental y un punto alucinado que caracteriza a las encarnaciones del personaje que siguen la línea de María Callas. Cierto es que su dicción italiana sigue siendo defectuosa y que a veces arriesga tanto que tiene algún tropiezo vocal, pero sin duda fue la suya una interpretación memorable que cosechó tras un apasionado “Visi d’arte” merecidísimos aplausos. ¡Brava!

El instrumento de Elisabete Matos es para quien suscribe más interesante que el de la Guleghina: no más robusto pero sí más oscuro y cálido, más rico en armónicos. Su dicción también es superior. Sin embargo la soprano portuguesa es más joven y no termina aún de ofrecer un retrato lo suficientemente matizado del mismo, ni en el plano estrictamente musical ni en el escénico, en el que se tomó algunas licencias tan excesivas como su ridícula manera de empuñar el cuchillo. En cualquier caso la suya es una notable interpretación que se irá enriqueciendo con el paso del tiempo: el año que viene precisamente retoma el título en Lisboa. Que la artista es capaz de ser más convincente queda bien claro para quienes le escuchamos su escalofriante recreación de La Voix humaine de Poulenc en el Maestranza.

Discretos los caballeros. Sergei Larin no está para muchos trotes, y aunque su voz sigue resultando hermosa la línea de canto acentúa sus defectos técnicos sin ofrecer nada particular en el plano expresivo. Y es que la suya fue simplemente una plana y rutinaria recreación. Su “Recondita armonia” se mantuvo bajo mínimos, como también la de Misha Dydik. Este joven tenor canta con línea pucciniana y sincera emoción, como sí demostró en un interesante “E lucevan le stelle”, pero se ve perjudicado por una emisión muy heterodoxa que hace que su voz suene extremadamente desagradable (pueden escucharle en su web oficial) hasta que se desahoga en el agudo, donde es capaz de hacer verdaderos alardes; deslumbrantes sus “Vittoria, vittoria!”, por ejemplo, a pesar de sonar demasiado abiertos.

Sustituyendo al grandísimo pero seguramente poco adecuado Renato Bruson, el veterano barítono londinense Jaeck Strauch ofreció un Scarpia pobre en lo vocal -inaudible en el Te Deum- pero muy notable en lo escénico, siendo capaz de destilar todos los repugnantes matices del personaje sin caer en la mera caricatura. Todo lo contrario en el otro reparto: Albert Dohmen posee una buena voz pero no canta particularmente bien ni es buen actor. Su encarnación del villano fue cumplidora sin más, lo que no es suficiente. Mediocre el Angelotti de Miguel Ángel Zapater, que debería hacer algo para reconducir su no hace mucho prometedora carrera. Espléndido el Spoletta de Emilio Sánchez y muy bien vocalmente pero en exceso bufonesco el sacristán de Matteo Peirone.

FOTOS: Guillermo Mendo.

Web oficial de Maria Guleghina: http://www.mariaguleghina.com/

Web oficial de Elisabete Matos: http://www.elisabetematos.com/

Web oficial de Mischa Didyk: http://www.mishadidyk.com/

Web del Maestranza: http://www.teatromaestranza.com